Opinión / Ensayos · 15/04/2022

Apocalipsis de Juan

Por Hugo J. Vélez Astacio

Continuando con la lectura del Apocalipsis de Juan (2do escrito), que como hemos dicho en anterior escrito es el libro de la esperanza de la Iglesia ante el misterio de la Iniquidad Nuestro propósito es contribuir a su mejor lectura e interpretación. En esta oportunidad abordaremos lo concerniente a los versículos del 6 al 11.

Hemos de recordar algunos aspectos indicados en los primeros 5 versículos en que ante el trono de la Corte Celestial DIOS lo preside y Jesucristo es el cordero pletórico lleno de dignidad divina, rodeado de santos ancianos, en donde se les trasmitió a las siete Iglesias de Asia que se conocen sus actuaciones buenas y malas, y que así como de las primeras se obtiene la gloria, de las malas se tiene castigo.

Que en el trono había rollos escritos y sellado así como cuatro vivientes, los que fueron abriendo los sellos que permitió conocer las profecías mediante símbolos en que cuatro jinetes a caballos de colores definidos anuncian los eventos a venir. El primero de color blanco designa que Jesucristo resucitado está con nosotros y que es vencedor del mal; el otro color de fuego rojizo oscuro anuncia que habrá un tiempo donde no habrá paz en el mundo y que los hombres se mataran entre si; el tercero en caballo negro anuncia que prevalecerá el hambre y el cuarto jinete en un caballo amarillo anuncia la muerte como fatalidad en que la humanidad casi desaparecerá por muertes, plagas y epidemias. Lo anterior de los tres últimos jinetes a caballo es producto de los pecado incurridos y de la injusticia social atribuida a ser humano. Pero un quinto abrirá el sello que confirmara que Dios como dador de vida vendrá como redentor a quienes han sido consecuentes con la Palabra, siendo ello previo la renuncia de sus pecados, mismos estos últimos en que El Señor dará a saber su ira mediante cataclismos.

Dios es eminentemente bueno, pero no es insensible frente al mal, frente al pecado. Él no es ajeno al misterio de la perversidad del mal. Más El Señor es misericordioso y dará vida plena y eterna a los cristianos amantes del bien, de la verdad y del amor a Dios sobre todas las cosas. Esos, los que hayan lavado y blanqueado sus vestidura, los que muestren tener sentimientos de espíritus arrepentidos de los males y pecados cometidos, se salvaran. Habrá cese de penalidades. Dios como cordero, como Jesucristo resucitado nos dará la mano hacia el Reino Celestial fuente de vida eterna.

Habrá un tiempo oscuro de truenos, estampidas, relámpagos y terremotos, pero también habrá al final una luz reluciente y brillante tiempo en con alegría al toque de trompetas por los ángeles, brotaran los manantiales y la vida será luz radiante propio del juicio de Dios.

El libro del Apocalipsis anuncia, denuncia que las fuerzas del mal, son exclusivamente producto del mal uso del libre albedrío que Dios nos ha permitido y respetado como creador de la vida, por lo que el humano está sujeto a sufrir las consecuencias nefastas del pecado en que incurra. Esos son males no provenientes de Dios, sino del hombre mismo. Aquí con verdad de una realidad, en este libro se dice que el mal invade nuestra historia y propio de ello se sufrirá, teniendo sí presente que estando Dios Supremo, la esperanza de la alegría, Dios amado al final triunfa.

Los jinetes en los caballos distinguidos por sus colores, que en estampida galopan, son símbolos proféticos de lo que sucederá. Llevan o más bien anuncian fenómenos devastadores de muerte y sus colores tienen una asociación en términos bíblicos, dramáticos mensajes, en donde el caballo blanco representa el Bien Supremo de Jesucristo resucitado; el amarillo la muerte, el negro el hambre y la carestía.

Más del cielo bajan ángeles que anuncian esperanza en donde el arco iris es una señal, que cuando está precedida del sonar de trompeta, como la del 7mo ángel: “se cumplirá el plan secreto de Dios creador de todo cuanto existe”. El gozo divino conlleva el mensaje de Dios, más la amargura y acidez implica el rechazo deliberado de la Palabra predicada por Jesucristo y sus pastores designados por la Iglesia creada para la continuación de su evangelio.

Ante la incredulidad de los que no tienen firme la fe en Dios; los anuncios proféticos del libro del Apocalipsis indican y deja claro que la Iglesia es la encargada de la misión de promover el conocimiento y cumplimiento del evangelio. La Iglesia única, y todo pastor, que en devenir del tiempo por su misión evangelizadora sufran martirio e incluso muerte, es gloria de todo mártir; creyente y testigo que Jesucristo es Dios hecho hombre.