Opinión / Ensayos · 13/08/2020

Apuntes acerca de la guerra declarada a la Iglesia Católica de Nicaragua – Henry Petrie

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La dictadura y su aparato represor-paramilitar se puso a la ofensiva desde el 19 de julio, ante una oposición debilitada en su expresión Coalición Nacional. El asesinato ocurrido en La Trinidad fue el preludio de la nueva etapa agresiva, lo afirmé en un artículo publicado en Nuevas Miradas (25 julio, 2020). A partir de esa fecha, las acciones se han incrementado e intensificado.

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Las distintas expresiones opositoras azul y blanco han perdido brújula táctica estratégica, están debilitadas y embutidas en contradicciones no fundamentales para el momento, dependientes de la acción exterior. Si desean avanzar a una expresión organizativa mayor, lo urgente es «cerrar filas» y deponer sus miserias egoístas.

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En dos años y cuatro meses dos son los fracasos mayores de los azul y blanco: uno, no contar aún con un instrumento organizativo con arraigo en el territorio y, dos, no haber forjado un liderazgo colectivo aglutinador de las fuerzas antidictatoriales. No se puede enfrentar a un régimen opresor diestro en conspiración, sin organización ni liderazgo. La lucha política no es etérea, tiene blancos muy precisos que exige determinación.

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No hay organización ni liderazgo opositor. La dictadura, que sí cuenta con un fuerte liderazgo entre los suyos, ha reorganizado a sus fuerzas para enfrentar a sus principales amenazas políticas, potenciales desestabilizadores de su poder. Según sus proyecciones, tienen cinco meses para neutralizar o desaparecer a los agentes representativos de estas amenazas. 

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En el escenario nicaragüense, la única institución con poder, organización y profundo arraigo popular, es la Iglesia Católica que, además, cuenta con un núcleo sólido de líderes doctrinarios y carismáticos bien distribuidos geográficamente (arquidiócesis y diócesis). Por su incidencia en los procesos históricos de Nicaragua, por sus posturas críticas a la revolución sandinista y, más aún, por su protagonismo a partir de abril de 2018, ha sido ubicada por la comandancia orteguista como su principal adversaria, no así a una Coalición Nacional gelatinosa ni a los partidos políticos domados.

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Con el atentado a la capilla de la Sangre de Cristo en la Catedral de Managua se reafirmó la declaratoria de guerra, que tiene por objetivos: 1, neutralizar y someter a los obispos en sus posturas políticas, limitando al máximo su ministerio pastoral; 2, atemorizar, desmoralizar y desarticular a la feligresía católica, reduciendo al máximo la asistencia a los oficios religiosos y confrontarlos con grupos «adversos» a la Conferencia Episcopal de Nicaragua, en realidad integrados por fanáticos orteguistas.

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La dictadura tiene que liquidar cualquier amenaza que se convierta en opción electoral directa o indirecta. En este sentido, la Iglesia Católica es un blanco cabal, «al toro por los cuernos», porque su influencia política espiritual y arraigo popular, puede convertirse en una avalancha arrolladora en las próximas elecciones, en tanto su respaldo al voto opositor será determinante, en primer lugar, para lograr masividad en el sufragio y, en segundo, producir resultados adversos al régimen, en consecuencia.

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Ortega Murillo se está jugando el todo por el todo, está consciente de los efectos que su guerra contra la Iglesia Católica tendrá en la población nicaragüense, del impacto internacional negativo. Pero son estrategias de salvataje del poder frente a una institución más poderosa que el FSLN retrógrado, aunque no tenga policía ni ejército. ¿El Vaticano y el mundo occidental se quedarán quietos ante los atentados y agresiones a esta Iglesia en Nicaragua? No lo creo. Los fanáticos de base no lo piensan, pero Ortega juega a la ruleta rusa con la posibilidad de causar daños profundos adicionales.

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Los obispos tienen claro cómo actuar, su visión y experiencia política es milenaria. Pero, ¿lo tienen claro los representantes de grupos azul y blanco, los movimientos y partidos políticos que dicen luchar por el cambio? Incertidumbre. Sin embargo, tienen que actuar ya, porque de lo contrario, serán presa de la jauría de zombi que tienen instrucciones precisas.