Opinión / Ensayos · 05/03/2021

Arturo Cruz y Panchito Mayorga

*Periodista Eduardo Estrada

Cuando el profesor Francisco Mayorga, alias “Panchito”, me anunció en INCAE que iba a incursionar en la política, le advertí:

“Tenga cuidado, la política genera demonios incontenibles”, citando un pensamiento de Max Weber.  El ilustre profesor no tuvo buen desempeño político y fue defenestrado. Ahora es un desvergonzado funcionario de Ortea en el exterior.

Pero otros académicos incaístas también incursionaron en masa y tomaron puestos en varios de los gobiernos y desprestigiaron a esa institución, pues la mayoría –si no todos– robaron, se aprovecharon de sus cargos y unos hasta huyeron.

La academia incaísta quedó desprestigiada hasta los tuétanos, pero aún le han quedado algunos académicos que creen tener potencial para ser incluso presidentes.

Arturo Cruz, un buen profesor incaísta, histriónico, orador sonoro, cree que puede en la provincia pactar o ser funcionario a sueldo de quien le requiere, como un pequeño Fausto, capaz de vender su alma a Satán, con tal de conseguir sus fines –o los fines de otros– y que al final será perdonado o incluso aceptado por el pueblo.

Con facilidad justifica haber sido funcionario de Ortega por los intereses de Nicaragua, y ahora se lanza de precandidato con tal de servir al pueblo.  Es una especie de político relativista, pues cree que puede detener el tiempo y ponernos un cascabel en el cuello.

Viajar en el tiempo y regresar y seguir actuando como un actor político incólume.

No creo que Cruz no conozca la naturaleza infame del FSLN, partido al que sirvió como embajador en EEUU, mientras ya el partido gestaba y practicaba su dictadura. Simplemente cree que se puede manejar como un viejo Fouché en la provincia –servirle a la república, al emperador y al rey.

Me llamó la atención que en una entrevista que le hizo el joven Danilo Aguirre Sequeira, le dijo que había aceptado el puesto de Ortega para mejorar las relaciones entre Nicaragua y EEUU, relaciones que eran imprescindibles para el desarrollo económico de Nicaragua. Lo que se le olvidó acotarle el colega es que lo imprescindible para el país en principio era la democracia –por muy mediocre que sea– y detener la represión que el régimen ya ejercía.

Arturo Cruz tienen su branding personal, su marca –que en parte descansa en el INCAE y en su persona–, y cuando se tiene una marca personal se puede aparentemente hacer buenos negocios con todo mundo. Peo no funciona igual en la política, donde los errores se pagan caros.

Dijo en esa entrevista que le dolía la historia de los “contras” y por eso escribió sobre ellos, lo que le faltó acotar al periodista es que los líderes “contras” fueron exterminado por sus enemigos naturales,  y sin embargo, él le sirvió a sus victimarios como funcionario al sueldo en el exterior.

El Fouché de la provincia entró de nuevo en el juego, pero ahora no como académico o funcionario, sino como político. Recuerdo una frase de H. Kissinger que decía que los académicos se pueden equivocar en sus análisis y no pasa nada, pero no sucede lo mismo en el campo político, más en la política criolla.

Me da coraje ver a académicos políticos como Arturo Cruz, que en vez de ser faro o ejemplo de un intelectual crítico, se lave las manos tan fácilmente por sus acciones.

Igual que muchos críticos, cree que el problema de Nicaragua son los dictadores –en este caso los Ortega– y que sacándolos de la presidencia –pero no del poder– se podré empezar a recomponer la soñada república conservadora.  No menciona el otro binomio de la corrupción: ciertos grupos empresariales que, con tal de mantener sus privilegios, pactan con los demonios de turno.

Arturo, la política genera demonios incontenibles, te lo advierto, esta vez no saldrás ileso.