Opinión / Ensayos · 16/11/2020

Cambios importantes y heridas recientes

*Edmundo Jarquín

En las últimas dos décadas, se han producido en Estados Unidos cambios políticos notables. Así, por ejemplo, la aceptación del candidato Al Gore de su derrota en las elecciones del año 2000, por aproximadamente 500 votos, en circunstancias que habían votado un poco más de 100 millones de personas, resulta lejana, y apenas han transcurrido 20 años.

Eso marca diferencia con el Presidente Trump, que niega su derrota frente al candidato Biden, pese a la diferencia de casi 5 millones de votos populares y una disparidad del 33% en votos electorales. Pero, y afortunadamente, ha recurrido al independiente Poder Judicial para que dirima su reclamo. Como dijimos la semana pasada, con independencia de la orientación política de sus integrantes, en el poder judicial se presta mayor atención a la legalidad de sus decisiones, como en otros países democráticos.

Pero en estas dos décadas ha ocurrido otros cambios políticos de envergadura. ¿Quién se hubiera podido imaginar un Secretario de Estado negro? En efecto, a partir del 2001 ejerció ese cargo Collin Powell, quien había sido Jefe del Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas, y además fue sustituido por una mujer y negra en el cargo de Secretario de Estado, quien había sido antes Consejera Nacional de Seguridad. ¿Y un Presidente negro de los Estados Unidos? Pues así fue con Barack Obama. Ahora ha llegado al cargo de Vicepresidente una mujer, Kamala Harris, hija de negro jamaiquino y madre de India, ambos inmigrantes.

Son cambios políticos relevantes. Pero sobre un trasfondo de heridas recientes y antiguas. Y hay un vínculo que conecta a las recientes, con las antiguas. La más importante de las recientes, es la globalización que ha desplazado las industrias a los lugares en que se tiene mano de obra barata y calificada, como es el caso, entre otros, de China, India y Vietnam. Pese a que la globalización permite adquirir productos a bajo costo -y, en consecuencia, disminuye la presión inflacionaria que hace cuatro décadas era un problema sensible- también genera desempleo e insatisfacción en amplios sectores por las industrias desplazadas. Sobre ese trasfondo y los cambios políticos mencionados, prosperan racismo, anti-inmigración, anti-multilateralismo y proteccionismo comercial, del cual el Presidente Trump hace su emblema.

Aunque se resuelva el reclamo judicial y se otorgue la Presidencia a Biden, subsistirá la tensión porque la misma obedece a cambios más profundos, como es demografía, globalización y cambio tecnológico.  Son tensiones inevitables, que una sociedad democrática tiene más capacidad de resolver, a diferencia de las tensiones que inevitablemente se plantearán en China y Vietnam.

En nuestra propia región, tenemos casos en que la flexibilidad democrática ha podido absorber tensiones derivadas del crecimiento económico o simplemente políticas. El caso de Bolivia, que pudo lidiar con el intento de Evo Morales de perpetuarse a toda costa en el poder, incluyendo el desconocimiento del referendo que se lo prohibía y un intento de fraude. El gobierno de transición, mantuvo al Congreso dominado por el partido de Evo y organizó elecciones democráticas, en las cuales triunfó su partido, pero con un candidato diferente.  Y el caso de Chile, dónde las tensiones sociopolíticas de origen económico de 2019, desembocaron en plebiscito para encauzar una nueva Constitución y régimen económico y social.

Nuestro caso es diferente. Tenemos un gobierno dictatorial con crisis económica, manteniéndose en base a la represión. Pero a más represión, más crisis económica y mayor insatisfacción. Pero eso es cuestión de tiempo, porque como señala John Steimbeck, que ya hemos citado aquí, “la represión retrasa el día de la caída de los tiranos, pero fortalece la inevitabilidad de ese día”.