Opinión / Ensayos · 17/09/2021

CELAC, EL SUEÑO DE UNA OEA SIN EEUU

*Por Hugo Rodríguez

La largamente soñada organización conformada solamente por los estados de América Latina y El Caribe, es una quimera, pero quizá, la única manera de que nuestros pueblos se acerquen a ese sueño, sea sólo cuando se haya alcanzado democracias sólidas en todos y cada uno de nuestros países; por el momento, estamos muy lejos de ese objetivo, así lo demuestra el hecho que dentro el seno de la Organización de Estados Americanos, OEA, la actuación de nuestros estados ha dejado mucho que desear.

Este 18 de septiembres se reúne en México la VI cumbre de jefes de Estado de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, CELAC para abordar una agenda que no pasa de ser mera retórica, incluso en su punto más relevante como es el referido a la propuesta de reforma de la OEA, que, según el Canciller mexicano, Marcelo Ebrard, “se buscará consensuar con el gobierno de los Estados Unidos, o en su defecto, se deberá crear un organismo independiente”, algo que ni él se cree.

El CELAC tiene sus orígenes en los esfuerzos por lograr la pacificación de Centroamérica durante los años ochenta, cuando había guerras civiles en Nicaragua, El Salvador y Guatemala, para lo cual se creó el Grupo de Contadora en 1983, conformado por Panamá, Colombia, Venezuela y México; al no lograr avances sustantivos, dos años más tarde, en julio de 1985, en Lima, se creó el Grupo de Apoyo Contadora, conformado por Perú, Argentina, Brasil, y Uruguay, con lo cual se amplió y consolidó la idea de alcanzar una Solución latinoamericana al conflicto de Centroamérica.

Dos años más tarde, el 7 de agosto de 1987, se logró la firma de los Acuerdos de Esquipulas II, que, si bien no fue un producto directo de dicha acción diplomática, constituyó un impulso decisivo para que los gobiernos de Centroamérica se encaminaran a buscar una solución propia, cuyo eje central tendría que ser inevitablemente, el compromiso de abrir espacios para una paz firme y duradera, que solo sería posible estableciendo un marco democrático, donde primara la tolerancia y el respeto a los derechos humanos, cuya ausencia era la raíz del conflicto.

Luego de las elecciones de febrero de 1990 y la toma de posesión de Doña Violeta Barrios de Chamorro en abril de ese año, y con el conflicto centroamericano en vías de solución, en septiembre de 1990, se crea el Grupo de Río como un mecanismo de diálogo y concertación política, el cual poco a poco se fue ampliando; con mucho recelo respecto la membresía, ya que al inicio sólo se admitía a un representante por Centroamérica y otro por El Caribe, representatividad que además debía ser rotatoria. O sea, hubo en sus inicios un carácter discriminatorio respecto a la membresía plena; los fundadores se sentían “grandes”, lo que posteriormente se superó, reconociendo el principio (de Carta de la OEA) sobre la igualdad jurídica de los estados.

Durante un buen tiempo, los intereses individuales que movieron a Brasil y México, fue lograr apoyo para alcanzar un asiento como miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU, olvidando que el tamaño geográfico del país no siempre se corresponde con el tamaño de la economía. Luego apareció Hugo Chávez disponiendo a su gusto y antojo con los petrodólares de los venezolanos, y, patrocinado por Fidel Castro, le imprimió al Grupo de Río la idea de crear una alternativa a la OEA, por lo que inicialmente en 1910, en México se transforma y crea la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, CELAC y en el 2011 en Caracas, se suscribe al acta constitutiva, con representantes de 33 países.

Desde entonces, durante las primeras cinco cumbres, y propiamente, desde que se agudizó la crisis política en Venezuela, la CELAC no ha pasado de ser una mera instancia de diálogo y concertación política, a como lo fue desde sus inicios el Grupo de Río; no solo porque nadie ha estados dispuesto a “bolsearse” para asumir los costos que supone la creación de toda la infraestructura burocrática, sino que incluso, son muy pocos los países que a la fecha han podido pagar las cuotas para que la CELAC funcione como tal.

El otro detalle, y es de fondo, es propiamente lo relacionado al tema de la democracia y los DDHH. El CELAC no tiene sentido, porque a sus 33 miembros nada les impide reunirse cuando quieran y donde quieran, para hablar de lo que quieran; el problema es que la OEA constituye el máximo foro jurídico-político continental establecido, donde se debe rendir cuentas sobre el cumplimento respecto a la Democracia y los DDHH, y a algunos gobiernos ese tema les incomoda mucho. El otro, es el referido a Cuba y Venezuela. Estos países encabezan la idea de crear su propio foro, donde no se les pida cuenta sobre estos temas, pero, además, quieren que “alguien” se lo subsidie.

Mientras no aparezca nadie que ponga la plata, todo seguirá igual, los caribeños anglófonos seguirán en la Commonwealth británica, y junto con los francófonos, en la Asociación de Estados del Caribe, o donde los inviten; mientras tanto, el resto seguirá teniendo el foro de las cumbres iberoamericanas, donde se puede hablar de todo, sin mayores exigencias, ni obligaciones vinculantes; el único riesgo que existe es desconocer la naturaleza protocolar de este foro y que alguien de diga ¡porque no te callas!…