Ante las últimas amenazas de la vicedictadora Rosario Murillo de que un grupo de orteguistas estaba a la espera de los restos del poeta y sacerdote Ernesto Cardenal en el archipiélago de Solentiname, se decidió que las cenizas de este fueran enterradas la tarde de hoy y no mañana a como estaba previsto.

Cardenal fue enterrado en una ceremonia íntima en la isla Mancarrón, en el archipiélago de Solentiname, en el Gran Lago de Nicaragua donde fundó una comunidad de artistas, artesanos y religiosos.

Sus cenizas bajaron a su última morada, al pie de “la piedra”, un monumento elaborado por Cardenal hace tres décadas, alrededor de la cual descansan algunos de sus “hijos religiosos”.

“No hemos hecho ceremonia. Fue íntimo, sencillamente íntimo, eso es todo: los trabajadores y nosotros”, declaró a la agencia EFE Esperanza Guevara, una de las “hijas espirituales” del sacerdote de la orden trapense, pocos minutos después del entierro, del que muy pocos fueron testigos.

El entierro de Cardenal fue estratégicamente pensado para que no hubiera nadie más que Guevara y su esposo, Juan Bosco Centeno, otro “hijo” del poeta.

“Toda la familia de sangre tomó sus medidas, todas las medidas, tal vez también tendríamos que preguntar por qué la ‘última cena’ fue de noche y escondidos… sin miedo, las estrategias siempre son válidas”, comentó Guevara.

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Al igual que Jesucristo y sus apóstoles, Cardenal se consideraba un perseguido político del régimen de Daniel Ortega y su mujer Rosario Murillo.

El pasado martes, turbas orteguistas profanaron la misa de cuerpo presente en honor de Cardenal, que incluyó golpes y robos de pertenencias a periodistas y asistentes, lo que obligó a los familiares a sacar el féretro por un lado de la catedral de Managua para evitar la agitación.