Opinión / Ensayos · 11/05/2021

Dilemas de la Coalición Nacional, CxL, PRD y Alianza Ciudadana

*Por Enrique Sáenz

Recibí varias solicitudes de que explique con mayor detalle los obstáculos y posibles salidas al entrabamiento existente en las negociaciones en la oposición nicaragüense, particularmente entre CxL, la Alianza Ciudadana, PRD y Coalición Nacional.

Intentaré hacerlo con la mayor claridad y equilibrio posibles.

¿Qué es «la casilla»?

Comencemos por el tema de «la casilla». En realidad, la casilla es una expresión que se instaló en el habla de los políticos para referirse a los partidos que están habilitados a participar en una contienda electoral. Es decir, los partidos políticos que tienen personalidad jurídica y son reconocidos como tales por el Consejo Supremo Electoral.

Al momento de una elección, los que hemos votado sabemos que en las boletas electorales se asigna a cada partido participante un recuadro, con su símbolo y las fotos de los candidatos: A eso le llaman casilla. Y así, para abreviar se fue quedando el nombre de casilla electoral, y se habla de los partidos que tienen casilla, para referirse a los partidos que tienen personalidad jurídica reconocida por el Consejo Supremo Electoral.

Lo segundo que corresponde puntualizar es que, de acuerdo a la Ley Electoral- la anterior y la reformada- las alianzas de partidos, obligatoriamente, deben ser encabezadas por uno de los partidos integrantes de la Alianza. Y aquí empiezan los problemas: Cómo seleccionar al partido que encabeza la alianza.

Siempre hay desconfianzas, resquemores, arribismos, etcétera. Complica las cosas que, hasta ahora, la historia ha demostrado que el partido que encabeza la alianza se hace el gato bravo e intenta imponer sus condiciones, comenzando por las candidaturas.

Si nos referimos al presente, solamente dos partidos que se declaran opositores tienen personalidad jurídica: Ciudadanos por la Libertad, CxL, y el Partido de Restauración Democrática, el PRD. Si ambos partidos quieren inscribirse como alianza electoral, dicha alianza deberá llevar el nombre del partido que la encabece: o CxL, o PRD.

El problema de la representación legal

La siguiente fuente de conflicto es la representación legal. Al momento de inscribir la alianza, debe designarse a una persona para ejercer la representación oficial ante el Consejo Supremo Electoral.

El representante legal es el único autorizado para presentar documentos al CSE: las listas de candidatos, las propuestas de ternas para integrar los consejos departamentales, interponer recursos, responder a las impugnaciones, en fin, concentra la interlocución con el Consejo.

Es, además, quien se encarga de la tramitación y recepción del reembolso de gastos electorales, una vez que termina la campaña. Y no crean, no es este un asunto de menor cuantía.

En un ambiente de sospechas y suspicacias, no es tarea fácil ponerse de acuerdo en una persona que sea confiable para todos. He conocido como fórmula seleccionar a una persona que esté por encima de los partidos. Por ejemplo, recuerdo cuando los partidos que formaron lo que se denominó Tercera Vía, allá en el 2000, designaron a la señora Lucía Salvo (q.e.p.d), por su honorabilidad y ponderación.

Sin embargo, hay otras experiencias ingratas.

Por ejemplo, en las elecciones municipales del 2008 el representante legal de la alianza PLC fue Wilfredo Navarro. Esa alianza tuvo un respaldo prácticamente de todos los partidos políticos, bajo la consigna Todos contra Ortega. Hasta el MRS suscribió un acuerdo con los liberales para apoyar su campaña. Al final, aprovechándose de la representación legal, se fraguó una maquinación en la que el Frente y parte del PLC se repartieron los resultados. Ahí se negoció el despojo a Eduardo Montealegre de su victoria en la elección a la alcaldía de Managua.

El berenjenal de las candidaturas

Seguidamente viene el berenjenal de las candidaturas. Si la fórmula presidencial es cuesta arriba, las candidaturas a diputados son batallas campales, tanto al interior de los partidos, como entre los partidos de la alianza. Todos quieren los primeros lugares, sea a nivel nacional, sea a nivel departamental.

En paralelo viene el comité de campaña, que incluye el manejo de los reales, que pueden ser muchos, o pocos. Lo mismo da. El conflicto es igual. Además de los conflictos entre los miembros de la alianza y las directivas del partido cabeza de la alianza, nacionales, departamentales y municipales, que siempre quieren ser los mandamases.

Que conste, nada de lo que llevo dicho me lo han contado. Lo he vivido, o sufrido en carne propia.

En las condiciones actuales, frente a una dictadura que mata, hiere, acosa y encarcela, lo natural, lo sensato, sería estructurar una lista de candidatos a diputados que guarden algunas condiciones mínimas: honradez, capacidad, prestigio nacional o local, compromiso reconocido con la democracia, firmeza política, entre otras.

Sin embargo, esos son buenos deseos. Lo que tenemos en el presente es una lista interminable de aspirantes a diputados, la mayoría de los cuales no pertenecen a partidos sino a un variopinto espectro de organizaciones de toda índole.

Llegar a acuerdos por la vía de la negociación y la sensatez es una tarea que parece imposible. Pero pueden llegar a un acuerdo sobre un procedimiento en el que todos tengan oportunidad.

Lo factible sería una encuesta lo más exhaustiva posible, con una firma respetable, para estructurar las listas de diputados nacionales y departamentales con candidatos que cuenten con reconocimiento y respaldo real de la población.

El agravante del momento presente es que solo tienen menos de 36 horas para concertar acuerdos sobre estos temas.

La mayor tristeza es…

Por supuesto, lo anterior es meramente descriptivo.

No soy ningún inocente, y ustedes tampoco deben serlo, para ignorar que detrás de cada posición política hay intereses grandes y pequeños, mezquindades, ambiciones personales, sectarismos, pretensiones de hegemonía, los apremios porque «la calle está dura» y, sobre todo, los resabios de la vieja cultura política.

Y esto hay que remarcarlo, la mayor tristeza de todo esto es que los liderazgos, jóvenes y adultos, nuevos y viejos, al final terminaron prisioneros de los miserables vicios de la política tradicional.

Una tristeza, porque uno se pregunta y se responde, en el lenguaje coloquial del pueblo nicaragüense: si con estos bueyes podremos arar el terreno para edificar la nueva Nicaragua.