Opinión / Ensayos · 18/02/2021

Dos posibles escenarios: ¿se repetirá 1984 o 1990?

 

*Bonifacio Miranda Bengoechea

La cuenta regresiva hacia las elecciones del siete de noviembre, continúa de manera inexorable, sin que tengamos certeza todavía bajo qué condiciones se realizarán estos comicios. Vivimos una calma social, creada por la mano de hierro de la dictadura, pero las tensiones sociales continúan acumulándose peligrosamente.

¿Y para cuándo la reforma electoral?

La oposición continúa estratégicamente a la defensiva, incapaz de retomar la ofensiva política en un periodo de precampaña electoral. Este sería el momento, tan esperado, para desatar una campaña masiva de difusión sobre las propuestas de reforma electoral, que convenzan a la gran mayoría de la población sobre la necesidad de organizarse para exigir cambios al sistema electoral, pero extrañamente el conjunto de los grupos de oposición ha entrado en una etapa de mutismo incomprensible en relación a la reforma electoral.

Pareciera que esperan que “caiga el maná del cielo”, es decir, que la dictadura lea los comunicados y documentos de la oposición, y conmovida por la contundencia jurídica de los argumentos, termine creando una mesa de negociación sobre reformas electorales. Aunque exista presión internacional, sin presión social interna, la reforma electoral, en el mejor de los casos, dependerá de los cálculos políticos de la dictadura. Y esta ya tiene rayado su cuadro.

Prisioneros del marco institucional de la dictadura

Hemos llegado a un callejón sin salida, porque el conjunto de los grupos de oposición, aceptaron en los hechos ir a las elecciones hasta el 2021 pero bajo el actual sistema electoral, a lo sumo con algunos posibles cambios. No ha sido una casualidad que, en los últimos dos años, todas las discusiones han girado, no en cómo crear nuevas fuerzas políticas a partir de la UNAB o de la ACJD, sino en crear alianzas o coaliciones bajo las casillas electorales existentes.

De esta forma, los distintos grupos de oposición aceptaron voluntariamente la condición de prisioneros del esquema institucional del pacto de 1999 que permitió el nacimiento de una nueva dictadura. Incluso, se desató una campaña contra la proliferación de nuevas opciones políticas, porque supuestamente dividirían el voto. ¡Nada más falso! La creación de nuevos grupos políticos sigue siendo una necesidad para atraer a los desconfiados votantes independientes, que no creen en los viejos partidos políticos. Motivar la participación de este sector independiente en las próximas elecciones (las encuestas lo ubican en un 60% del electorado), es un asunto clave porque, en última instancia, ellos decidirán el resultado final. Incluso, nuevas fuerzas políticas combinarían esfuerzos con otras casillas, y así podría surgir una alianza opositora poderosa.

Pero ocurrió la peor variante: el movimiento social de abril del 2018 tuvo que replegarse ante la inclemente represión, y los grupos de oposición quedaron disputándose el “tendido” electoral y el voto duro de las corrientes liberales que, por cierto, de conjunto es una minoría militante que por si sola no garantiza un triunfo electoral.

Matando con cuchillo ajeno

Bajo esta concepción, la cúpula de la UNAB dedicó todos sus esfuerzos para crear la Coalición Nacional (CN). Los amoríos iniciales con el Partido Liberal Constitucionalista (PLC), que ofreció compartir generosamente el status de partido del segundo lugar en la conformación de las estructuras electorales, estaban destinados a aprovechar el supuesto “tendido electoral”. Contra todo pronóstico, el PLC desplazó a la UNAB y a la ACJD, y logró estructurar con sus aliados un bloque mayoritario bajo su influencia dentro de la CN.

La posibilidad de utilizar la casilla del PLC se frustró cuando el Consejo Supremo Electoral (CSE) inclinó, en septiembre de 2020, la balanza a favor de la fracción de María Haydee Osuna. Con esta maniobra, la dictadura mató con cuchillo ajeno: se garantizó el control mayoritario de las estructuras de los órganos electorales, reduciendo el efecto de cualquier posible reforma electoral, le asestó un golpe mortal a la CN, dejándole como única opción la desconocida casilla del Partido Restauración Democrática (PRD).

La UNAB rompió con el PLC hasta que Mike Pompeo, en ese momento secretario de Estado de los Estados Unidos, a través de un tuit a inicios de noviembre del 2020, amenazó a Arnoldo Alemán y su familia con posibles sanciones. Lo interesante del caso, es que después de muchas discusiones internas y de las presiones de la UNAB el PLC no fue expulsado de la CN, sino “suspendido”, lo que indica que todavía prevalece la vana ilusión de algunos grupos que creen que todavía se puede usar la casilla del PLC.

Estando la personalidad jurídica del PLC en manos de la fracción de Osuna, existen escasas posibilidades que este partido retorne a la CN. En la actualidad, el principal soporte de la CN es la UNAB, pero esta incómoda posición ha tenido un alto costo político.

Tres bloques

Hasta el momento existen tres bloques de oposición claramente definidos. El primer bloque lo constituye la CN. Una manifestación clara de su crisis es que, a pesar de la campaña a favor de la unidad, en las encuestas no aparece como una opción electoral.

El segundo bloque está conformado por la Alianza Ciudadana (AC), una nueva coalición entre la Alianza Cívica por la Justicia y la Democracia (ACJD) y el Partido Ciudadanos por la Libertad (CxL). Esta coalición tiende a crear lazos con el Partido Conservador, liderado por Alfredo Cesar, y probablemente con la corriente liderada por Noel Vidaurre. Una excesiva derechización de la AC puede aislarla del votante independiente.

Un tercer bloque, todavía en formación, lo constituye el PLC y sus posibles aliados, como el Movimiento Campesino (MC), liderado por Medardo Mairena. La reconversión del PLC, sin la histórica conducción colaboracionista de Arnoldo Alemán y su familia, pude darle un soplo de vida a una nueva versión del liberalismo con bases plebeyas sedientas de usufructuar las cuotas de poder que anteriormente eran patrimonio exclusivo de la conducción arnoldista.

Posibles escenarios

Mientras la dictadura avanza sistemáticamente en la creación de condiciones para mantenerse en el poder, la oposición continúa obsesionada con lograr la unidad de cúpulas, el talismán milagroso que le permitirá derrotar a la maligna dictadura y reeditar el triunfo electoral de 1990.

Un primer escenario, basado en la trayectoria del sandinismo, nos indica que antes de iniciar una negociación, presiona al máximo, coloca una pistola en la sien de la contraparte, y siempre negocia a última hora al borde del abismo. Es posible que la aprobación de las últimas leyes represivas (Ley de Agentes Extranjeros, Ley de Ciberdelitos y la contrarreforma penal en marcha con el endurecimiento de las penas y ampliación de prisión provisional, etc) sea parte del “chamarrazo” para negociar una reforma electoral, aceptable para la oposición y para la comunidad internacional. Nos acercamos al mes de mayo, el plazo fatal dado por la Organización  de Estados Americanos (OEA), y no hay indicios todavía de que este sea un escenario posible.

Más bien hay señales en sentido contrario. La confiscación o expropiación de los inmuebles y equipos de los medios de comunicación “100% Noticias” y “Confidencial”, violentando la Constitución y el marco legal existente, es una peligrosa señal a la oposición, al gran capital y la mentalidad colectiva: el comandante Daniel Ortega no solo se queda en el poder, sino que castiga ejemplarmente a quienes osen desafiarlo

Las inhibiciones de la Ley de Agentes Extranjeros, más las que se encuentran en la Constitución y la Ley Electoral, nos indica que existe una alta probabilidad de que una parte de los actuales precandidatos sean inhibidos por los magistrados del CSE, lo que puede desatar una histeria abstencionista.

Un segundo escenario, que no se debe descartar, es que la dictadura intente repetir la experiencia de 1984, cuando el FSLN organizó un proceso electoral bajo sus propias reglas y sin observación internacional. Obviamente, Nicaragua no vive una situación de guerra civil como en aquella época, pero lo rescatable de la analogía es que tenemos antecedentes de elecciones sin observación internacional, incluso contra el boicot de la oposición.

Mientras una parte de la oposición teme que se repita la división del año 2006, el peligro real es que se reproduzca el panorama de 1984. Si no hay reforma electoral, o esta es insuficiente, la oposición estaría contra la espalda y la pared, ante una gran disyuntiva: pregonar la abstención o librar la batalla electoral bajo las condiciones del momento.

Abstencionismo y zancudismo

Evidentemente, que este segundo escenario en que la dictadura haría cualquier cosa para mantenerse en el poder, abriría una caja de Pandora para Nicaragua. En la historia de Nicaragua tenemos también antecedentes. Después del golpe de Estado de Somoza García en 1947, contra el presidente Leonardo Arguello, hubo un periodo de instabilidad política de tres años que terminó en dos pactos: 1948 con la fracción zancuda de Carlos Cuadra Pasos, este pacto no funcionó, y el “pacto de los generales” de 1950 con Emiliano Chamorro, que sí creo las bases para la consolidación de la dictadura somocista.

El abstencionismo del partido Conservador en las elecciones de 1936 y 1947, alentó las corrientes zancudas. Abstencionismo y zancudismo son dos caras de una misma moneda.

Obviamente, ninguna situación se parece a otra, pero podemos extraer las enseñanzas generales de nuestra propia historia. Daniel Ortega ya dijo que habrá negociación después de las elecciones de noviembre, lo que indica claramente que ellos se preparan para este segundo escenario.

La oposicion debe prepararse para luchar en cualquiera de estos posibles escenarios, y dar la pelea electoral bajo circunstancias adversas. No se trata de agachar la cabeza ante las tropelías, sino de luchar en cada territorio para derrotar el miedo que ha impuesto la dictadura y defender cada voto opositor en las JRV.

No basta clamar por la unidad. Los milagros en política son muy escasos, hay que tener un discurso convincente y trabajar duro en la organización. El mayor peligro es caer en la tentación de la abstención, hacia donde nos quieren llevar, facilitando los planes de perpetuación de la dictadura.