Memoria · 11/09/2020

El ascenso de William Walker – Bonifacio Miranda Bengoechea

Los constantes pleitos y guerras civiles entre granadinos y leoneses, durante la primera mitad del siglo XIX, no fueron consecuencia de la confrontación de las recias personalidades de los caudillos de la época, ni del espíritu guerrerista de los nicaragüenses.

Como siempre ocurre en la historia, detrás de las diferencias políticas e ideológicas, había muchos intereses materiales en conflicto. Granada era la cuna de una oligarquía de ganaderos y comerciantes, que explotaban la privilegiada posición de ser el único puerto hacia el mar atlántico, a través del Lago de Nicaragua y el rio San Juan. Los leoneses, en cambio, solo tenían salida al mar pacifico a través del puerto de El Realejo, y su comercio con Europa se volvía costoso, tardado y limitado.

La guerra civil de 1854

En 1854 estalló una nueva guerra civil cuando la Asamblea Nacional Constituyente, controlada por los conservadores granadinos o ”legitimistas, promulgó una nueva Constitución que instauraba por primera vez un régimen presidencialista, derogando la Constitución de 1838. En un primer momento la rebelión liberal, apoyada militarmente por el gobierno de Honduras, presidido por el general Cabañas, avanzó en toda la costa del Pacífico llegando a rodear Granada, pero no lograron tomarla. Existieron dos gobiernos; uno “democrático” con sede en León, encabezado por Francisco Castellón, y otro “legitimista”, con sede en Granada, encabezado por Fruto Chamorro.

Las tropas legitimistas pasaron a la contraofensiva militar, recuperaron la mayor parte del territorio nacional y se preparaban nuevamente para el asalto final sobre León, cuando el 12 de marzo de 1855 falleció repentinamente el general Fruto Chamorro.

El Congreso nombró Presidente provisorio al senador José María Estrada, el 10 de abril de 1855, conforme los procedimientos de la Constitución de 1854. El general Ponciano Corral al frente del Ejercito legitimista se preparaba para el asalto definitivo sobre León, cuando la peste del cólera le obligó a retroceder y dispersar sus tropas.

La intervención filibustera

En el ínterin, para reforzar al Ejército democrático, Francisco Castellón había contratado a William Walker para traer “colonos” a Nicaragua. Los primeros 56 filibusteros desembarcaron en el puerto de El Realejo, el día 16 de junio de 1855. Walker recibió el grado de coronel, pero muy claro de sus objetivos, se negó a combatir bajo el mando del general José Trinidad Muñoz. Castellón le permitió crear la Falange Americana como una fuerza militar autónoma dentro del Ejercito Democrático. Se dirigió a Rivas a tomar el control de la ruta del tránsito, para mantener abierta su fuente de abastecimiento de nuevas tropas y pertrechos militares.

Tropas hondureñas al mando del general José Santos Guardiola, combatían al lado del Ejercito legitimista. En la primera batalla de Rivas, donde se destacó el héroe Emmanuel Mongalo, la Falange Americana fue rechazada, pero Walker que contaba con oficiales con formación militar y rifles de repetición la convirtió en las tropas élites del Ejército “democrático”. El asesinato a traición del general José Trinidad Muñoz, el 18 de agosto de 1855, le permite a Walker ascender posiciones dentro del Ejército Democrático. Con la batalla de La Virgen, Walker tomó finalmente el control de la ruta del tránsito, y preparó el asalto sorpresa desde el lago sobre Granada.

La toma de Granada

Walker tomó Granada por la retaguardia, y convirtió a toda su población en rehén. De manera astuta combinó firmeza y determinación militar con una falsa imagen de conciliador, aprovechando las debilidades de ambos bandos. Ordenó el fusilamiento de Mateo Mayorga, Ministro de Relaciones Exteriores del gobierno legitimista. Las acciones de Walker provocaban entusiasmo en el bando ”democrático”, nadie las cuestionaba. El odio acumulado en las sangrientas guerras civiles impidió distinguir al monstruo que se estaba gestando.

Granada había sido finalmente tomada. El control sobre Granada y el fusilamiento de Mayorga, tuvo el efecto disuasivo esperado. El general Ponciano Corral estaba en Masaya y se vio obligado a iniciar conversaciones de paz. En ese momento, Walker se transformó en un hábil negociador. Exhaustos ambos bandos, la Falange Americana de Walker se convirtió en el gran árbitro

El pacto de Masaya

El 23 de octubre de 1855 los ejércitos “democrático” y “legitimista” acordaron un armisticio conocido como Pacto de Masaya, firmado entre Ponciano Corral y William Walker. Se decretó la suspensión de hostilidades entre las fuerzas beligerantes, el nombramiento de Patricio Rivas como presidente provisorio por el término de 4 meses, la formación de un gabinete integrado por el general Ponciano Corral como ministro de la guerra, el doctor Máximo Jerez como ministro de relaciones exteriores, el alcalde colaboracionista Don Fermín Ferrer como ministro de crédito público y Mr. Parker H. French como ministro de hacienda.

William Walker fue nombrado comandante general del nuevo Ejército. Los gobiernos existentes de León y Granada desaparecerían. También desaparecerían los listones verdes y rojos de los ejércitos “legitimistas” y “democráticos”, los cuales adoptarían como insignia un listón celeste. Y como corolario, Walker introdujo una cláusula que restableció la vigencia de los capítulos 2, 3 y 4 de la Constitución de 1838. Se mantenía vigente la Constitución de 1854, pero a Walker le interesaba sobremanera los generosas requisitos de naturalización de los extranjeros establecidos en la Constitución de 1838, que en su artículo 20, numeral 2 ordenaba que son ciudadanos nicaragüenses “naturalizados (…) los naturales de las otras República de América, que vinieren a radicarse en el Estado, manifestando su designio ante la autoridad local”. De esta manera, se garantizó la ciudadanía nicaragüense para las tropas filibusteras.

Ese pacto entre Walker y Corral, en nombre de los ejércitos “democrático” y “legitimista”, implicó la destitución en los hechos del presidente provisorio José María Estrada. Significó la disolución del agónico Congreso, la subordinación de los partidos políticos a sus propios ejércitos, y el inicio del fulgurante ascenso de William Walker. A partir de ese momento, desaparecieron las instituciones políticas, el Estado fue dislocado y solo quedaron los ejércitos librando una feroz batalla por el control del territorio.

El fusilamiento del general Ponciano Corral

En solo cuatro meses, del 16 de junio al 23 de octubre de 1855, el filibustero William Walker se convirtió en jefe del nuevo Ejército de Nicaragua, independizándose cada vez mas de los leoneses, pero sin romper con ellos. Estos estaban emborrachados de alegría con los triunfos militares sobre los granadinos, apenas se percataban de las reales intenciones de Walker de convertirse en el centro del poder.

Este primer triunfo no detuvo las ambiciones de Walker, que aprovechó el armisticio para desarmar a las tropas legitimistas de Ponciano Corral en Granada, y cuatro días después, el 8 de noviembre de 1855, este fue fusilado bajo la acusación de alta traición, por haber solicitado apoyo militar al general hondureño, José Santos Guardiola. El gobierno de coalición terminó en menos de 15 días, solo sirvió de mampara para el ascenso de Walker y el control “democrático” sobre Granada. Mientras tanto, Walker seguía recibiendo tropas frescas y pertrechos militares provenientes del sur de Estados Unidos.

Alerta en Centroamérica

A pesar que Walker tenia de rehenes a las familias de los principales líderes legitimistas, muchos de estos no reconocieron el Pacto de Masaya y se mantuvieron alzados en armas, especialmente en los departamentos de la zona norte y central.

El gobierno de Estados Unidos no reconoció diplomáticamente al gobierno de Patricio Rivas. Fue el presidente de Costa Rica, Juan Rafael Mora, quien elevó el grito de alerta al declarar, el 20 de noviembre de 1855, que “una gavilla de advenedizos” “proyectan invadir a Costa Rica para buscar en nuestras esposas e hijas, en nuestras casas y haciendas, goces a sus feroces pasiones (..)” Costa Rica tenía un interés muy particular en el rio san Juan, que era la vía de salida de exportación de su cosecha cafetalera. El control de Walker sobre Nicaragua era un peligro directo sobre Costa Rica y el resto de gobiernos de Centroamérica, quienes movilizaron tropas para combatir a los filibusteros.