Opinión / Ensayos · 21/07/2022

El comandante tiene quien le escriba

*Por Ezequiel Molina

La actual dictadura sandinocapitalista experimenta su última fase, y eso no significa que su permanencia en el poder se extinga hoy, mañana, en un año, o en diez; nos referimos más bien al concepto histórico-político, de la desaparición de lo que otrora fue un movimiento armado, que alcanzó el poder a base de un agudo olfato oportunista y la conjunción de una amplia gama de condiciones, principalmente en la arena política internacional, que le permitió colarse, como el último intento del siglo XX en conformar un gobierno de corte totalitario, desde una izquierda doctrinaria, panfletaria y clientelista que alcanzaba su grado de madurez en Europa del Este y en Cuba, madurez que pronto caería en descomposición irreversible, a través del glasnost y la perestroika, empujada por el entonces Secretario General del Partido Comunista de la Unión Soviética, Mijaíl Gorbachov, en el período 1985-1991. Nicaragua y su experimento «revolucionario», sucumbió a profundidad en el plano económico, pero también en el plano político y militar, principalmente por haberse convertido en escenario de una cruenta guerra civil alentada, financiada y dirigida desde las potencias líderes de la Guerra Fría, el eje Washington-Moscú.

Sin embargo, las lecciones de historia recibidas por Nicaragua, la caída de la dictadura militar somocista, primero, y el derrumbe del Muro de Berlín y el fracaso socialista, después, no fueron suficiente para que la nueva administración, encabezada por Violeta Barrios, propugnara por un nuevo estilo de gobierno, basado en la transparencia y el libre mercado; el Protocolo de Transición, «legalizó» la rapiña del sandinismo a través de las leyes 85, 86 y 88, conocidas como la «piñata»; a la par se implementaron con apego fundamentalista, un conjunto de medidas socioeconómicas conocidas como Consenso de Washington o del Ajuste Estructural, que no fueron más que la drástica reducción del Estado, la privatización de servicios públicos esenciales y de gran número de empresas que estaban en manos del sector público, privatizaciones que ciertamente estuvieron plagadas de irregularidades y alejadas de todo proceso transparente; adicionalmente y para no dejar resquicio alguno en la veracidad de la tristemente célebre y efectiva frase del actual dictador y sus secuaces, de «gobernar desde abajo», la fuerza armada, la policía, así como los servicios de espionaje e inteligencia, quedaron bajo control total de mandos ideologizados del sandinismo, mismo que quedó demostrado, y con creces, durante la insurrección de 2018, al ejecutar sin ambages, la lapidaria y sangrienta frase de, «vamos con todo».

La super ministro, primera dama, vicepresidenta y artífice del aparato propagandístico del régimen, ha plagiado con fidelidad a Göbbels, jefe de propaganda del Partido Nazi, en algunas de sus más connotadas tácticas, tales como, «una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad», también ha seguido sus pasos en el férreo control sobre prensa y radio, al que la vicedictadora añade un aire de «modernidad», con la amenaza latente a través de la Ley Especial de Ciberdelitos, para quienes se atrevan a desafiar al régimen a través de las redes sociales; las monumentales escenografías montadas para los actos de masa, cargados de música, canto y danza, así como la repetición de consignas y la agitación sincronizada de comparsas y banderas, dejaría perplejo al mismísimo Göbbels.

Sin embargo, la soledad manifiesta, se hizo latente con la marcada ausencia de delegaciones de alto nivel de parte de gobiernos amigos, la escuálida masividad de los asistentes al acto, en donde predominaron jóvenes, que seguramente prestaron poca o ninguna atención a la «magistral» lección de historia dictada por el comandante, o que en última instancia, son los únicos capaces de confiar en la «interpretación antiimperialista» del cansón, aburrido y repetitivo discurso; la abundante parafernalia musical y danzaria, y el acueparmiento de los instrumentos oficiales de la creciente represión, Ejército, Policía y Poder Judicial, dejaron una imagen de desgaste, fracaso y notable debilidad de un gobierno sin brújula, carente de propuestas y pragmatismo frente a un complejo escenario internacional en el plano económico, una vulnerable condición frente a las multiamenazas climáticas y las crecientes sanciones por parte de Estados Unidos. El comandante todavía tiene quien le escriba; los organismos de derechos humanos, sus antiguos amigos de izquierda que hoy se han enrumbado por el camino de la democracia y el relevo generacional, y sobre todo, cada ciudadano que silenciosamente aguarda el momento para celebrar su caída; así de radical es la historia. 

Julio 20, 2022.