Opinión / Ensayos · 27/03/2023

El endémico mal de la clase política criolla

Nicaragua está encaminada a ser un país con una participación marginal de partidos políticos, y es que el rol de estos, en el desempeño de la vida nacional, no ha dejado más que innumerables víctimas y un puñado de enriquecidos oportunistas y criminales, adosados por una turba de fanáticos seudo ideologizados; y no creo que sea necesario ilustrar tales afirmaciones. Lo cierto es que una vez que un dirigente social, político, gremial o de cualquier intención conocida, se cobija con la bandera de un partido político, su ecuanimidad, vinculación a sus electores, sentido común y desapego a los puestos públicos, jugosamente pagados con los impuestos de los contribuyentes, desaparece. Mágico como eso.

El desfile de agrupaciones políticas, y no políticas, de connacionales en los corredores del Capitolio en Washington, es hiper numerosa y dispersamente inútil; los analistas del Departamento de Estado se entretienen hasta la saciedad, tratando de descifrar los discursos, estrategias e intereses de cada grupo, y construir una matriz de información que de pistas, hacia donde debe apuntar la política estadounidense, para apoyar el hundimiento de lo que queda del sandinismo, pero tal tarea pareciera interminable, en términos de siglas, nombres de las agrupaciones y personas que representan a las mismas.

Los ruegos y pedimentos en común, que saltan a la vista son, “hay que aumentar las presiones sobre la dictadura”, “debemos construir un frente común”, “la unidad es imprescindible para derrocar a la dictadura”, y otros más, que denotan la existencia de un objetivo común: deshacerse del actual régimen, pero desgraciadamente también muestra una incapacidad manifiesta en cuanto al potencial real de articular una sola voz y una estrategia común, basada en la mancomunidad de estas agrupaciones; pero, más grave aún, es la carencia de una visión de país, que logre dar a la ciudadanía la motivación de poder construir un modelo socioeconómico, que desarticule las estructurales y perniciosas inequidades de la distribución del ingreso, y proponga además, el desarrollo de una dinámica de participación ciudadana basada en la representatividad, el mérito y el conocimiento de las necesidades e intereses diferenciados de cada territorio.

Es evidente, que las carencias mencionadas, son sólo parte de un amplio menú de necesidades que requieren tiempo, esfuerzo común y visión a largo plazo, pero sobre todo de una clase dirigente, que alejada de contradicciones ideológicas ancladas en el pasado, intereses tribales y compromisos con la oligarquía económica, de paso al forjamiento de un nuevo estilo de administración pública, cimentado en la capacidad profesional y técnica, en una ética cercana a lo incorruptible y una probada vocación de servicio. No hay fórmulas mágicas, tampoco finales de telenovela; la exigencia actual está planteada, los gestores políticos están comprometidos con la acción, de otra forma, pasarán a la historia con más pena que gloria.

Ezequiel Molina                                                                                                                   

Marzo 27, 2023.