Opinión / Ensayos · 22/10/2021

El Escritor que Ríe: Preponderancia de líderes religiosos en Tongolele no sabía bailar (V)

* Eduardo Estrada (Gorki)

Es innegable en la historia de Nicaragua el papel de la Iglesia Católica en la formación social y política de Nicaragua, desde la época colonial en que los máximos líderes aspiraban a recolonizar la provincia para hacer de este país El paraíso de Mahoma, su papel de intermediario en los conflictos militares (que no han servido de mucho) y la participación controversial en los movimientos revolucionarios.

Ha sido desde casi siempre una Iglesia dividida, aunque sometida al poder papal romano, una iglesia con grandes lastres de corrupción, con líderes que apoyan los movimientos de izquierda o de derecha, de tal forma que la feligresía tiene tanto santos como curas para su devoción religiosa o preferencias políticas. Los jesuitas jugaron un papel preponderante en los años 80, promoviendo la teología de la liberación y apoyando a los sandinistas, frente a un clero dividido. En la actualidad, sin embargo, los jesuitas están en la oposición.

Es interesante observar la preponderancia de líderes religiosos en Tongolele no sabía bailar, de ahí que el análisis de esta obra trasciende lo puramente formal. Así, tenemos como un líder religioso a monseñor Bienvenido Ortez O. P., fraile de la Orden de Predicadores Dominicos, que debía su nombre al sacerdote descrito por Víctor Hugo en Los Miserables.

En contraposición, no existen líderes civiles, brillan por su ausencia, y en la obra se hace una elaboración bastante destacada de monseñor Ortez y del padre Pancho (de la orden de los Jesuitas). ¿Es esto pura casualidad?

—La Iglesia es profética, inspector, y frente al poder corrupto y mentiroso, no puede callar. Por eso yo no ando con paños tibios en mis sermones, ni en mi trabajo apostólico con la gente–, le dice monseñor Bienvenido al inspector Morales (leer reseña I para darle seguimiento a esta reseña).

El sermón de MONSEÑOR BIENVENIDO

Monseñor Bienvenido se convierte en protector del inspector y su acompañante, en un viaje a Managua, y lo envía a La Divina Misericordia, disfrazados de curas. Son muchas las páginas dedicadas a los líderes religiosos, pero como dije brillan por ausencia, grandes figuras de la insurrección de abril, cuyos discursos y acciones aún tienen eco en la población nicaragüense. Pero esos líderes están silenciados.

“… porque hay dos Nicaraguas, mis queridos hermanos en Cristo Jesús: la de quienes se lucran del cacareado crecimiento, la de la bacanal sin fin, la de la minoría egoísta, la de la oligarquía vieja que sólo cree en el dinero, y la de la nueva clase fastuosa y arrogante de quienes un día se llamaron revolucionarios, y hoy también sólo creen en el dinero. El dinero los une, por eso pactan entre ellos, por eso se reparten las vestiduras del país, como los sayones al pie de la cruz del Salvador. Y la otra Nicaragua marginada, la de la inmensa mayoría, la de la pobreza que ofende, la de los campesinos que comen guineo con sal, la de los humildes trabajadores que no tienen segunda muda. Y vemos eso y no decimos nada…”

Y así en muchas páginas el líder religioso se despacha hermoso en la obra de  Sergio Ramírez, que como dije lo revista de la bondad del líder religioso de los miserables.

“Vimos cómo aquellos que cuando eran jóvenes lucharon por un mundo nuevo le daban un golpe de Estado al pueblo cambiando la Constitución para perpetrarse en el poder en nombre de una revolución ya muerta, y no dijimos nada. Vimos cómo se robaban las instituciones y las prostituían, y tampoco dijimos nada. Vimos cómo se apoderaban de la policía y del ejército y nos callamos. Qué cómodo es callarse. Y qué cobarde…”

Y así podría citar varias páginas más al lector, en donde se observa que el autor no guarda distancia, diríase que es escritor religioso, un ferviente católico, un escritor sapiencial, y desde luego, no se puede negar que la Iglesia Católica, o un parte de ella, ha servido de refugio a muchos perseguidos políticos, pero en una obra de arte, supuestamente se debe guardar distancia y no hacer un panfleto, pero estas regla es  totalmente violentada.

–¡Nicaragua, quita de mí este cáliz!

A Monseñor, lo agredieron con un tubo al salir de la casa cural. Lo dejaron inconsciente de un golpe en la cabeza. Lo traen para Managua en una ambulancia…y luego por negociaciones con el Papa lo envía al Vaticano…

—¡Qué soberanos cojones los de monseñor Ortez!

Desde luego, esto es propaganda pura a una institución religiosa, independientemente de que sea falsa o verdadera la alusión al líder religioso, pero así como el autor alude a los Miserables debería hacernos algunos recordatorios de la obra de Víctor Hugo, Nuestra Señora de París….Que distancia en el tratamiento literario de un autor francés del siglo XIX a un escritor de la provincia en pleno siglo XX. El espíritu civil o laico no solo lo han perdido los líderes políticos, sino nuestros mejores escritores.

La Divina Misericordia

Y al final, Sergio Ramírez termina con broche de oro, haciendo una detallada descripción en uno de los capítulos finales: La Divina Misericordia bajo fuego, en donde el padre Pancho, envía una minuciosa descripción del ataque del que fue objeto su iglesia.

“En mi condición de cura párroco titular de la iglesia de Jesús de la Divina Misericordia, que lo soy según encomienda recibida de la arquidiócesis bajo autoridad de su eminencia, mediante acuerdo pactado con el superior provincial de la Compañía de Jesús, cumplo el mandamiento de rendir informe de los sucesos ocurridos en esta mi parroquia, desde que se iniciaron los mismos….”

P. Francisco Xabier Aramburu S. J.

Un largo capítulo dedicado a los curas, pero no a las universidades ni los líderes de los tranques, en fin el Escritor que Ríe se revela como un ferviente religioso.

Está en todo su derecho como escritor de hacer lo que le plazca, pero no puede venderse este libro como una obra de arte. ¡Oh, Satán ten piedad de su larga miseria! La voz de Lester Alemán aún hace temblar nuestros corazones de emoción, pero no hay eco de esos líderes juveniles en Tongolele no sabía bailar. Aquí se reveló con toda su fuerza la impronta colonial, no los remedios del rey, sino los remedos del papa, un tema que se olvidó tratar a Arturo Cruz.

(Pido disculpas por creer que había concluido)