Opinión / Ensayos · 05/10/2021

El escritor que ríe: Reseña crítica de Tongolele no sabía bailar (II)

*Eduardo Estrada Montenegro (Gorki)

Una novela es el equivalente literario a una sinfonía y es lo que esperaba de los hechos históricos de de abril del 2018, pero lo que se encuentra en Tongolele no sabía bailar, es una noveleta –entre un cuento mal contado y un intento de novela policíaca–, una obra que no está a la altura de un hecho histórica tan trascendental.

Leamos el principio:

“Las ráfagas de viento soplaban espaciadas pero puntuales doblando los débiles troncos de los pinos incipientes que se aferraban a las laderas desnudas del cerro de La Campana. El inspector Morales casi podía medir cada cuánto tiempo le cortaba la cara aquel tajo de hielo: dos minutos entre cada caricia filosa, cuando menos”.

Así introduce al lector en su trama Sergio Ramírez, un principio que no contagia ni te enganchan en el tema. Tras varias páginas de diálogos banales, Ramírez narra el asesinato de Gato de Oro, para luego iniciar un largo viaje del inspector Morales desde Ocotal hasta Managua, un personaje retomado de sus anteriores noveles policiacas. Anodino y obtuso, nunca se desarrolla y que se limita a twittear ciertos hechos terroríficos que le son suministrados por sus adversarios. Su esposa es una especie de Suche Malinche.

Un largo viaje narrativo

En ese largo viaje –con varios puntos de estadía– el escritor los ocupa para narrar los hechos de abril y concluye en un aburrido epílogo, con unas reflexiones de los más insípidas y triviales del inspector Morales…ha sucedido una insurrección popular, pero lo único que rememora el inspector es a un viejo amigo de la DEA y a Tongolele muerto. Es con voz de la biblia o versos de Walt Whitman que habría que narrar esta historia, diría Darío, pero Ramírez la termina con la letra de un vallenato que no agrega nada extraordinario a la obra.

Entre los extremos del viaje, Ramírez narra la trama principal de la obra, que he resumido en en la primera parte de esta reseña y cuyo desenlace sucede en la carretera norte, con el incendio de la casa del barrio Carlos Marx y el asesinato de Tongolele. Pero en toda la trama principal de la obra no están las voces del pueblo o de personajes que te impregnen del dolor y la impotencia que los nicaragüenses vivimos en ese fatal período de nuestra historia.

Personajes sin voz

Es como una novela que te narra el asesinato de algunos ciudadanos, pero que no tienen voz ni fisonomía, sólo caen como perros por las calles ardientes de Managua. Tampoco se narra la fuerza y menosprecio que el pueblo manifestó contra la dictadura. No se toca en forma directa ni se describe a los dictadores, excepto la caracterización de Edén Pastora, en el personaje de Leónidas, un papel que tiene un sesgo punitivo.

Desde luego el autor no aparece, y es solo un narrador omnisciente, pero no se pinta por ningún lado…

En los 18 capítulos de la obra, los últimos dos son utilizados por el autor para explicar su propia trama, pues de lo contrario, el lector quedaría prácticamente en el aire, dos preciosos capítulos que un buen autor hubiera aprovechado para desplegar su maestría, pero el escritor nicaragüense usa para redundar en explicar una trama que deja mucho que desear.

Subido sobre un machote

Una cosa que me sorprendió es que esta tercera parte de su zaga, es como una especie de réplica de la segunda novela, Ya nadie llora por mí, con la misma cantidad de capítulos, la presentación del inspector Morales en un inventado post de Wikipedia y el epílogo, del cual ya he dado cuenta. Pareciera que Ramírez simplemente se montó sobre su obra anterior y desplegó los memorables sucesos que comenzaron el 19 de abril del 2018, como una ligera crónica de aficionado. Las variaciones con respecto a la primera novela, El cielo llora por mí, parece que son mínimas.

Los elogios que he leído de esta novela se ve que son de personas que no la han leído y se dejan llevar por la mezcla de la situación política de Nicaragua. Ramírez no aprovechó para narrar la crisis profunda de nuestra historia presente, de la cual ha sido partícipe y responsable, como lo atestigua su accionar político durante la noche oscura.

En nuestro tiempo muchas novelas han sido sobrestimadas por razones sociales o políticas, pero deberían considerarse narrativa de supermercado, ha dicho un gran pensador, y este es el caso de Tongolele no sabía bailar.

Esta noveleta me recuerda aquel episodio en que unos nobles hicieron subir Don Quijote y Sancho en un caballo de madera, la famosa escena del caballo Clavileño, para burlarse de su inocencia y fantasía. Ramírez quedó en deuda con este pueblo que aun reza a Jesucristo y habla en español.

(Espere tal vez una III parte…)