Opinión / Ensayos · 12/04/2021

El gran mito de la unidad

*Por Elvira Cuadra

Uno de los grandes mitos de la política en Nicaragua es el de la unidad, especialmente este año 2021 porque la proximidad de las elecciones presidenciales se ha instalado en el imaginario colectivo como un hito que podría destrabar la crisis sociopolítica que emergió en el 2018. Pero la demanda de unidad entre las fuerzas políticas de oposición existe desde antes de 2018 y ya para entonces se hablaba de lo difícil que era alcanzarla.

Otra idea o argumento recurrente en estos días, es que en el pasado, ya han habido alianzas amplias de oposición en Nicaragua, y el recuerdo más cercano es el de la Unión Nacional Opositora (UNO), que en 1990 ganó las elecciones con doña Violeta Barrios de Chamorro a la cabeza y dio lugar a la transición política. Pero, aquí vienen los peros…

Las elecciones de 2021 tienen un significado especial igual que las de 1990, sólo que los contextos son muy diferentes y las fuerzas políticas también. En 1990, la UNO se conformó con catorce (14) partidos políticos de ideologías diversas e incluso consideradas antagónicas. Por ejemplo conservadores, liberales, socialistas y comunistas con diferentes matices entre ellos.

En esas elecciones, a pesar de su significación e importancia, participaron otros ocho (8) partidos además de la UNO y el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN). Ninguno de esos partidos alcanzó porcentajes de voto superiores al 1.5% porque la ciudadanía sabía que la posibilidad del cambio político deseado no estaba en ellos sino en la UNO.

Aunque la UNO logró la victoria electoral, comenzó a desarticularse como alianza casi inmediatamente después de las votaciones, de manera que varios de los partidos que la integraron ni siquiera asistieron a la toma de posesión de doña Violeta Barrios de Chamorro.

Esta vez, las condiciones son diferentes, no sólo porque todo el sistema electoral está controlado por Daniel Ortega y su grupo, y por los altos niveles de represión gubernamental impuestos sobre toda la sociedad nicaragüense, sino también porque las fuerzas políticas de oposición son distintas. Las dos alianzas más importantes: la Coalición Nacional y la Alianza Ciudadanos, están conformadas por actores y movimientos sociales emergentes y partidos políticos; de manera que la construcción de consensos internos y hacia afuera, es sumamente complejo y lento.

Por otra parte, es verdad que hay partidos y grupos de la oposición con intereses y visiones sobre la salida de la crisis que no coinciden con los deseos y la expectativa de la mayoría de la población; de manera que están tratando de empujar una alternativa que no necesariamente resolvería la contienda dictadura-democracia que se ha instalado en Nicaragua y compromete su futuro. Pero tienen poca credibilidad entre la población y su “peso” político en es bastante bajo según revelan los sondeos de opinión más recientes.

Eso no es casual. Ahora, igual que en 1990, los nicaragüenses son capaces de identificar quiénes son los actores con potencialidad de empujar el cambio político, así que la unidad, es decir la conformación de una alianza electoral amplia, en realidad hay que buscarla entre las fuerzas de oposición que de verdad tienen vocación democrática y pueden empujar el cambio que la ciudadanía espera.

*12 de abril de 2021