Opinión / Ensayos · 16/03/2023

Erraticidad. El Nuevo Momento de la Dictadura Ortega-Murillo

Por Echo25

A pesar de la escasa información que se obtiene de la dictadura empiezan a emerger ciertas tendencias sistémicas que sugieren que la dictadura está perdiendo el carácter monolítico que solía definir su comportamiento hasta hace algunos años. El modo de obrar de Daniel Ortega se encontraba signado por un cuidadoso balance entre sus objetivos de control del poder y la modulación selectiva de acciones represivas. Es decir, Ortega había perseguido persistentemente, hasta hace no mucho, la maximización de su abanico de opciones políticas a cambio de concesiones limitadas. En su comportamiento actual, la dictadura asume medidas con un creciente riesgo político incluso para sus propios intereses y los de los agentes que la orbitan, sin mencionar los de la sociedad en su conjunto, como se revisa a continuación:

De la expatriación a la saña simbólica

La expatriación de 222 presos políticos y la posterior desnacionalización de otros 94 nicaragüenses que ya se encontraban en el exilio suscitan dos eventos que se salen del comportamiento que anteriormente se había observado de parte de la dictadura Ortega-Murillo. A pesar de que algunas hipótesis iniciales habían sugerido que Ortega buscaba alcanzar mayor legitimidad internacional con dicha medida, en este caso a través de un “gesto” frente a Washington y Bruselas, la dictadura no mostró interés utilizar este momento como impulso para procurarse una mejor imagen internacional. En su lugar, la “liberación” de los 222 presos políticos fue una oportunidad desaprovechada que pudo servir para que los gobiernos de Colombia, Brasil, y/o México se replantearan un acercamiento diplomático con Nicaragua, en la búsqueda de mediar entre la oposición y el régimen.

Un par de días después de la expatriación de 222 presos políticos, el 15 de febrero, la dictadura perdió, deliberadamente o no, el impulso relativamente positivo al despojar a otros 94 nicaragüenses de su nacionalidad, descartando de esta forma cualquier sospecha sobre la búsqueda de una diplomacia robustecida o mayor legitimidad internacional. Ambas decisiones con tan poco tiempo de diferencia sugieren que se está en presencia de una dictadura con crecientes desbalances internos, que ha marchado del cálculo maximizador del poder a la saña como acto simbólico de venganza.

La aparente reacción tardía de algunos gobiernos de la región, en especial de los anteriormente mencionados, puede ser explicada por el estupor que la consecución de ambas decisiones, tan contradictorias una respecto a la otra, provocó en el ámbito internacional, lo que obligó a algunos a evaluar los hechos con mayor escrutinio.

El cierre del COSEP y su significado

El 6 de marzo, el régimen ordenó el cierre del COSEP y de 18 asociaciones adscritas a este, dando por liquidado el más o menos implícito acuerdo de convivencia que existía entre el estado y el sector privado. En este caso algunos observaron que el régimen estaría tratando de presionar a la comunidad internacional para negociar una reducción de sanciones y una legitimación implícita. Sin embargo, el nivel de riesgo de la medida tomada no se equipara con un panorama internacional claramente desfavorable para el régimen nicaragüense. Es decir, las rabietas totalitarias del régimen difícilmente se convertirán en capital negociador frente a la comunidad internacional, justamente por la inmoderación represiva que ha caracterizado a la dictadura desde hace algunos años.

Luego de la persecución a la Iglesia Católica, el cierre del COSEP constituye otro sólido indicador de que la dictadura Ortega-Murillo está dispuesto a aceptar el máximo nivel de riesgo político en su lógica de acumulación total de poder a través de la inmoderación represiva. Este escenario atisba ahora el desplazamiento de la mayoría de las organizaciones sociales al margen del estado sandinista, lo cual supone también un riesgo casi inminente para otros actores que orbitan el poder gubernamental que perviven todavía y que en la actualidad podrían estar cometiendo el error de asumir que el régimen no los tocará.

El papel de Humberto Ortega y el prospecto de una negociación

Humberto Ortega resurge en la actualidad por una necesidad de autorregulación del orden político impuesto por el sandinismo. En este sentido es plausible referirse a Humberto Ortega como un potencial agente que busca reducir el costo de preservación del régimen o facilitar su transición a una situación pre-2018, y es que la inmoderación represiva de la dictadura amenaza incluso los intereses de largo plazo de los sectores que orbitan el poder político y que han facilitado su consolidación. Lo que no está completamente claro hasta ahora es de quién es agente Humberto Ortega, y es que variadas y válidas hipótesis han surgido recientemente.

A pesar del perfectamente justificado rechazo que a muchos produce el resurgimiento de Humberto Ortega, este no debe ser descartado de tajo, y en su lugar debe ser entendido como una señal sistémica de que la inercia represiva de la dictadura es insostenible y está enrumbada a un colapso violento con resultados imprevisibles, en el que los intereses de todos los centros de poder del país se encuentran en riesgo inminente.

No se debe perder de vista que para reconquistar la democracia en Nicaragua se necesita poner el pie en la puerta tras la cual está Nicaragua, una implosión abrupta y violenta es escasamente probable si no está dispuesto a explotar las opciones disponibles.

Lo que viene y qué se puede hacer

  • Siendo que la dictadura Ortega-Murillo no ha dado señales de someterse a las restricciones morales a las que suelen ceñirse los nicaragüenses decentes, es de esperar que esta siga tomando medidas severas contra actores que considera adversarios, competidores, o cuya lealtad no sea absoluta.
  • Cuanto más tiempo la dictadura permanezca es su actual curso de acción más incrementará el riesgo de colapso sistémico. En este sentido, la oposición debe colocar la unidad de todos los sectores como prioridad existencial, sin procurarse una negociación con el régimen.
  • El régimen Ortega-Murillo continuará profundizando su aislamiento internacional, lo cual previsiblemente limitará sus opciones de financiamiento externo, especialmente si se consideran las crecientes presiones sobre el liderazgo del Banco Centroamericano de Integración Económica.
  • El sector privado en Nicaragua (gran capital) parece insistir en su lógica de negar su propia agencia política, especialmente tras del cierre del COSEP. Sin embargo, las tendencias en el comportamiento de la dictadura indican que es cuestión de tiempo para que se produzca un deterioro drástico en las condiciones económicas y de seguridad jurídica en el país, y el sector privado debería tener interés en intervenir anticipadamente para prevenir un costo abrumador a sus propios intereses de largo plazo.
  • Mayor dinamismo de la diplomacia opositora: para que la comunidad internacional pueda actuar en favor del cambio democratizador en Nicaragua, debe haber una demanda interna visible, y la oposición parece entender finalmente la importancia de hacer presión grupal internacional.