Opinión / Ensayos · 01/09/2021

Galileo Galilei no tenía las pruebas

*Por Roberto Mora | Periodista

La verdad es la coincidencia entre los hechos y la afirmación. Este podría ser el concepto más fácil para entender la palabra verdad.

En el mundo de la ciencia por ejemplo la afirmación debe ser rigurosamente comprobada, de otra manera son hipótesis discutibles. Si les dijera que el cambio climático no es la consecuencia de las acciones del ser humano, la mayoría me caería a palos afirmando lo contrario, pero precisamente el que hace esa afirmación es un hombre de ciencia quien se queja de las instituciones que hoy pretenden definir los conceptos definitivo de la verdad.

“La Sociedad Americana de Física, de la cual fui un miembro dice que la evidencia (sobre el cambio climático) es irrefutable. Ahora piense en esto: una Asociación de Física que dice que no puedes discutir el calentamiento global porque creemos que ocurre, es como la iglesia Católica estoy seguro que tiene un montón de verdades irrebatibles y aquí aparece una verdad irrebatible en la Sociedad de Física, así que renuncié” expresó, Ivar Giaever físico estadounidense nacido en noruega premio nobel de Física en 1973.

Giaever incluso se queja de la censura de aparatos globales como Google que aparentemente nos orientan en qué y cómo pensar.     

Pero teniendo en cuenta nuestro actual contexto, a diferencia de Giaever hace cinco siglos la iglesia Católica, una institución que sí ha tomado en serio la verdad porque la personifica su Dios mismo, tuvo en el banquillo a un hombre que si decía la verdad, pero no la podía comprobar y la quiso imponer como verdad absoluta.

Efectivamente, Galileo Galilei es reconocido hoy como el padre del método científico, el inventor del telescopio, pero no como el que comprobó el heliocentrismo para que dejaran de creer de un solo tajo en el geocentrismo.

Pero hoy en día decir que la iglesia fue el verdugo que estuvo en contra de la verdad científica es popular, pero no verdadero.

El periodista italiano Vitorio Messori en su obra leyendas negras de la iglesia Católica resalta un interesante estudio que indica que casi el 30 por ciento de los universitarios europeos (o sea los más avanzados) tiene el convencimiento de que Galileo Galilei fue quemado en la hoguera de la iglesia Católica y el 97 por ciento está convencido de que fue sometido a torturas por afirmar que la tierra es redonda y que giraba alrededor del sol.

Hasta el Papa San Juan Pablo Segundo, fue uno de los tantos jefes de la iglesia que pidió perdón por el caso del padre de la Astronomía Galilei, pero como los papas son infalibles solo en materia de fe, pidió una investigación y pronunciamiento de la iglesia incluyendo expertos aunque  estuvieran fuera de la iglesia y llegaron a la conclusión de que la Iglesia siempre tuvo la razón.   

Galileo no estuvo ni siquiera preso y fue absuelto por 7 de los 10 cardenales que juzgaron su caso, además   falleció a los 78 años de edad por causas naturales y ya confesado por un sacerdote porque mantuvo su fe católica.

¿Entonces cuál fue el problema de Galileo?

La iglesia junto a los hombres de ciencia que la acompañaban juzgaron a Galileo Galilei para que se retracta de querer establecer el heliocentrismo como verdad absoluta y no como una hipótesis tal a como lo había expuesto claramente muchos años antes que Galileo el sacerdote polaco Nicolás Copérnico.

Los científicos que lejos de prejuicio decidieron estudiar a fondo el caso de Galileo Galilei, tales como el físico y ateo Francisco Porcel Granados en su obra desarrollo tecnológico en la historia de la humanidad Galileo Galilei y el telescopio, sostiene que Galilei tenía la razón pero sus premisas eran falsas como la del movimiento del mar a causa del movimiento de la tierra y más allá de probar su hipótesis lo que hacía era ofender al que no estaba de acuerdo con él.

Y de hecho, la construcción del conocimiento y los aportes de las pruebas del movimiento de los planetas alrededor del sol siguió con astrónomos matemáticos y físicos como Tycho Brahe o Johannes Kepler hasta nuestros días.

Este aspecto de Galileo me pareció importante exponerlo a propósito de la columna de Fabián Medina a quien admiro mucho por su gran talento al escribir siempre las ideas más acertadas y precisas para exponer nuestra realidad nicaragüense. Un don que creo muy poquitos lo tienen.

Pero con todo respeto comparar el Tribunal de la Inquisición con el aparato de la dictadura de Ortega Murillo, es muy descabellado.

El historiador y abogado Cristiam Iturralde explicó que en esos procesos de la Santa Inquisición Española que inician desde el siglo XV, llamaban a los acusados, es decir a los herejes quienes ya se presentaban con unas garantías procesales que eran inéditas para esa época.

Según Iturralde, la inquisición Católica hacía una investigación profunda de los hechos y a cada persona acusada le daban derecho a un abogado, no podían participar como testigos las personas que tuvieran alguna animadversión con el acusado, existía la doble instancia, se podía recusar al juez si era evidente que el juez actuaba en perjuicio del encausado. Y todo siempre con la posibilidad de un perdón por el arrepentimiento del acusado

Los únicos que tenían potestad de castigar con la muerte eran los reyes, el estado, lo único que hacía la inquisición era probar si la persona era o no un hereje.

Según el historiador Cristiam Iturralde de acuerdo a las evidencias estudiadas en 350 años de la inquisición la cifra que se ha logrado comprobar es que entre 5 mil y 10 mil personas fueron ejecutadas por el estado después de ser encontrados culpables por el Tribunal de la Inquisición. Habría que investigar si en 40 años el Frente Sandinista de Daniel Ortega no ha superado esa cifra.

Pero comparar una institución que defendía la verdad, por lo menos con las evidencias que tenía en ese contexto, luchando para evitar que impusiera el absolutismo sin evidencia; con lo que hay llaman instituciones del Estado de Nicaragua, también esta fuera del lugar.

Los funcionarios de la Fiscalía, el poder judicial, la policía no pueden darse el lujo de discutir e incluso manifestar lo que piensan. Ellos sostienen que el mundo gira alrededor del Carmen, que la tierra es cuadrada, el sol sale de noche y que el negro es blanco, aunque las pruebas digan lo contrario.