Destacados / Nacionales · 16/09/2022

“La dictadura no puede ocultar la verdad”: cómo el régimen de Ortega fue deteriorando la libertad de prensa en Nicaragua

*Tomado de Infobae

En Nicaragua ya no hay periódicos. Al menos 51 medios de comunicación y 16 espacios informativos han sido cerrados en Nicaragua desde que el ex guerrillero sandinista Daniel Ortega retornó al poder en 2007, la mayoría a partir abril de 2018, cuando estalló una crisis sociopolítica en el país, según un informe divulgado este jueves por Periodistas y Comunicadores Independientes de Nicaragua (PCIN), Colectivo de Derechos Humanos Nicaragua Nunca Más, Acción Penal, e International Senior Lawyers Project.

La dictadura no puede ocultar la verdad”, decía un desafiante titular de primera plana de La Prensa, el diario nicaragüense de casi un siglo de antigüedad, del 12 de agosto de 2021. Fue la última vez que salió la edición en papel.

Como relata la periodista Isabel Bonnet en un análisis en Coda, mientras La Prensa se preparaba para volverse digital, la policía incautó su sala de redacción. Renata Holmann le envió un mensaje de texto a su padre, Juan Lorenzo Holmann, el editor del periódico, para decirle que estaba orgullosa de él y de sus esfuerzos para mantener el periódico en funcionamiento. “No te preocupes”, le respondió Holmann a su hija, “estaré bien”.

El 14 de agosto de 2021, durante la madrugada, la Policía arrestó a Holmann, un día después de allanar las instalaciones del periódico. Desde entonces el medio informaba solo a través de su plataforma digital.

La ocupación del periódico ocurrió en el marco del arresto de decenas de opositores, entre ellos siete ex aspirantes a la presidencia, previo a las elecciones de noviembre.

Entre los detenidos, pero en condición de arresto domiciliario, también están dos directivos del diario: la ex aspirante presidencial Cristiana Chamorro, y su hermano Pedro, ambos hijos de la ex presidenta Violeta Barrios de Chamorro (1990-1997). Cristiana, Pedro y Juan Lorenzo Holmann fueron condenados entre marzo y abril a penas de ocho y nueve años por lavado de dinero.

Ni Orwell hubiera podido soñar un país así”, dijo el expresidente del PEN Nicaragua a Los Angeles Times. Al menos 150 periodistas ha sido “forzados” a abandonar Nicaragua en los últimos cuatro años, además de los que se encuentran apresados.

Además, han desenmantelado las instalaciones de La Prensa, y, hace apenas tres semanas, la esposa de Ortega, Rosario Murillo, anunció que las oficinas y sus imprentas se convertirían en un “centro cultural y politécnico” que ofrecería cursos y talleres.

Como reza el artículo de Coda, “Nicaragua ocupó el puesto 160 de 180 en el índice de libertad de prensa de este año. Según la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), Nicaragua y Venezuela son los dos países con mayor índice de censura en América. Carlos Jornet, presidente de la Comisión de Libertad de Prensa e Información de la SIP, dijo que la detención y sentencia de Holmann de La Prensa es ‘totalmente ilegal y muestra la desesperación del régimen Ortega-Murillo por enfrentar a cualquiera que se atreva a disentir’”.

Lo cierto es que la libertad de prensa en Nicaragua se ha ido deteriorando constantemente bajo Ortega. Desde abril de 2018 Nicaragua vive una crisis sociopolítica que ha dejado al menos 355 muertos, según la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH). “Desde 2018, Ortega y su esposa Murillo han presidido el cierre de decenas de medios de comunicación, encarcelando a periodistas, activistas, políticos, candidatos presidenciales rivales e incluso sacerdotes”, dice el artículo de Coda.

De Nicaragua al exilio en Costa Rica

Otro capítulo es la serie de desencuentros entre la iglesia y el gobierno nicaragüense a partir de 2018, cuando los templos dieron refugio a manifestantes heridos en las protestas que se produjeron ese año.

¡Adiós Nicaragua mía! Me duele respirar en el país fachada”, escribió el sacerdote Uriel Vallejos, una vez que estuvo a salvo en territorio costarricense. Vallejos permaneció asediado por la policía durante tres días a principios de agosto en la iglesia Divina Misericordia, en el norteño municipio de Sébaco y, tras burlar la vigilancia, cruzó la frontera sur para llegar primero a Costa Rica y luego a Italia donde se encuentra actualmente.

Al menos seis sacerdotes han cruzado la frontera sur nicaragüense, por puntos ciegos, hacia Costa Rica en el último mes, huyendo de la represión que ha desatado en Nicaragua el régimen de Daniel Ortega contra la iglesia Católica. Sin embargo el número de religiosos exiliados podría ser mucho mayor, porque la mayoría sale en silencio.

El 19 de agosto, el influyente obispo católico Rolando Álvarez fue puesto bajo arresto domiciliario y ocho de sus colegas fueron encarcelados. Entre el cierre de estaciones de radio y televisión, muchas están afiliadas a la Iglesia Católica. Las procesiones religiosas han sido prohibidas. Incluso se le dijo al enviado del Vaticano que abandonara el país, indica Coda.

Eduardo Enríquez, editor en jefe de La Prensa ahora en el exilio en los Estados Unidos, dijo a Bonnet que “el periódico evacuó a todos los que pudo por carretera desde la capital de Nicaragua, Managua, en junio y julio. No queda nadie que trabaje para La Prensa en Nicaragua porque es muy peligroso que una persona así se quede”.

Por lo tanto, los periodistas han recreado su sala de redacción en Costa Rica. Pero parece que los periodistas ya no son bienvenidos. El mes pasado, el presidente del país, Rodrigo Chaves Robles, quien asumió el cargo en mayo, describió a los medios del país como “ratas”.

Gran parte de Centroamérica se encuentra actualmente en combate con la prensa independiente de la región. En Guatemala, José Rubén Zamora, director de un periódico de investigación que denuncia la corrupción, fue detenido el 29 de julio; y en un movimiento sacado directamente del libro de jugadas de Daniel Ortega, el gobierno guatemalteco afirmó que Zamora estaba siendo arrestado por lavado de dinero, no por su periodismo. En Honduras y El Salvador también, los periodistas son atacados con más frecuencia, incluso asesinados, y se encuentran luchando contra la legislación de los gobiernos que intentan restringir el derecho a informar y compartir información libremente”, escribe Coda.

Como si la campaña de Ortega contra la prensa en Nicaragua hubiera abierto las compuertas para los líderes del resto de la región, en México ya han sido asesinados 14 periodistas este año, lo que lo convierte en el país más mortífero del mundo para los medios por cuarto año consecutivo en 2022, por delante de países en guerra como Ucrania (con ocho muertes de medios) y Yemen (con tres).

Los Chamorro, los rivales implacables de Ortega

Violeta Barrios de Chamorro fue la primera y hasta ahora única mujer de Nicaragua en convertirse en presidenta. Tiene Alzheimer y su estado de salud es “reservado” desde hace varios años. Si ella estuviera sana probablemente también estaría presa. Y si su esposo estuviese vivo, estaría preso, porque las razones por las que se han ensañado contra su familia son las mismas que alguna vez la llevaron a ella a ser presidenta de la República y a su esposo a ser asesinado a tiros por sicarios en una calle de Managua.

Dirigió Nicaragua de 1990 a 1997. Su esposo, Pedro Joaquín Chamorro Cardenal, heredó La Prensa, aunque su asesinato en 1978 puso a su viuda en el centro de atención nacional. Para entonces, La Prensa ya se había ganado la reputación de crítico intrépido de la dictadura de Somoza, unos 40 años en los que Nicaragua estuvo controlada por Anastasio Somoza García y sus dos hijos.

Se puede decir que el asesinato de Pedro Joaquín Chamorro Cardenal fue el fósforo que encendió la llama de la revuelta sandinista”, dice Coda. “Violeta, la viuda de Cardenal, y Daniel Ortega eran aliados, obligados a unirse por la necesidad de derrocar a los Somoza. Sin embargo, una vez que Ortega estuvo en el poder, Violeta se convirtió en una rival implacable”.

Ha habido seis presidentes nicaragüenses que han venido de la familia Chamorro, quienes también fueron los fundadores de La Prensa. Juan Lorenzo Holmann es solo el último Chamorro en estar al frente de La Prensa y en prisión porque la familia está al frente de La Prensa”.

La lucha en redes y en el exilio

La periodista de Coda se puso en contacto con Pinolera Vandalica, más conocida por sus publicaciones contra Ortega en Facebook hasta que las amenazas la obligaron a exiliarse. Es de la nueva generación de periodistas ciudadanos nicaragüenses, algunos de los cuales colaboran con los principales medios de comunicación para difundir sus historias. Lo importante acá no es tener la primicia, sino que la información se divulgue lo más ampliamente posible.

Como dice un experto en redes a Coda, “el surgimiento del periodismo ciudadano y de un medio en el exilio que comparte historias y fuentes ofrece algo de esperanza para el futuro. A medida que los periódicos tradicionales como La Prensa y El Nuevo Diario se ven obligados a dejar de imprimirse, frente a la adversidad surgió la oportunidad. Los nuevos medios de comunicación comenzaron a aparecer casi de inmediato. Y algunos están aquí para quedarse”. Cita como ejemplo a Despacho 505, una plataforma digital fundada en España por los primeros periodistas nicaragüenses que se vieron obligados a exiliarse.

Nicaragua puede tener algunas de las conexiones de Internet móvil más lentas del mundo, ubicándose en el humilde puesto 106 de 140 países evaluados, pero eso no ha impedido que aproximadamente la mitad de la población use WhatsApp. La aplicación de mensajería tenía casi tres millones de usuarios activos en Nicaragua en 2020. Mientras los nicaragüenses luchan por acceder a noticias confiables en línea, WhatsApp se ha convertido en una forma vital de mantenerse conectados. La Prensa, al igual que otros destacados medios de noticias nicaragüenses en el exilio, tiene una cuenta de WhatsApp Business. Más de 10.000 personas, dice Enríquez, editor en jefe del periódico, se suscriben a las notificaciones de WhatsApp de La Prensa”.

De esta manera, a pesar de la represión, la persecución y el exilio, los periodistas y los ciudadanos nicaragüenses encuentran todavía la manera de hacer llegar la información. Y, con ella, la esperanza.