Opinión / Ensayos · 13/05/2021

La historia nunca se repite de igual manera

*Por Oscar-René Vargas | 13 de mayo de 2021.

“La incomprensión del presente nace fatalmente de la ignorancia del pasado”. Marc Bloch.

1.        La derrota de la dictadura somocista no significó una ruptura con la cultura política tradicional, lo que implicó que se continuará reproduciéndose y promoviendo la cultura del Estado-Botín, la corrupción, el nepotismo y el autoritarismo, basada en los valores e incluso en la narrativa del sistema político somocista.

2.        Los actores políticos y empresariales, sean viejos o nuevos, están atrapados en una red de viejas prácticas y falsos valores, características de una cultura política atrasada e intolerante, acostumbrados al engaño y a la falsedad, diseñada para la mentira y el fraude, permitiendo la inequidad social, el enriquecimiento ilícito y la impunidad; actúan como categorías arraigadas y sustentadas en el Síndrome de Pedrarias.

3.        Las prácticas de enriquecimiento ilícito generalizadas han ido generando la aceptación social o la indiferencia de las elites y de los principales poderes fácticos. A la postre, la clase dominante lo considera como una práctica válida y tolerable.

4.        La historia nunca se repite de igual manera, pero hay distintos momentos de nuestra historia que, por muy diferentes que sean las circunstancias que los rodean, tienen bastantes elementos en común. Uno de esos momentos de parecidos históricos es el que ocurrió en los años treinta con el nacimiento de la dictadura somocista, y lo que está pasando ahora con la dictadura Ortega-Murillo. En ambos momentos, tan lejanos en el tiempo (separados por casi un siglo), las clases dominantes del país (ahora sus herederos) han promovido ideologías que, aun siendo distintas, tienen muchos puntos en común.

5.        La ideología de las clases dominantes de los años treinta era el fascismo /franquismo autoritario, una ideología totalizante que en su versión somocista defendía la dictadura como modelo político, ya que considera ilegítimas a las fuerzas sociopolíticas basadas en el movimiento campesino que amenazaban con alterar su control sobre la sociedad, considerando que el poder les pertenecía por derecho divino o histórico.

6.        El objetivo principal de las elites era el de mantener el poder por todos los medios, incluyendo los autoritarios y antidemocráticos, el poder institucional que les garantiza su dominio político, económico y mediático del país. En los años treinta, el movimiento campesino, encabezado por Sandino, se convirtió en un símbolo de la resistencia antiimperialista frente a las fuerzas militares norteamericanas de ocupación. Nunca antes había habido un movimiento social de tal magnitud como “el ejército loco”.

7.        Actualmente, la ideología de las clases dominantes (que son las herederas de las clases dominantes de aquel entonces) es el “orteguismo con o sin Ortega”. Tales clases tienen como sus instrumentos políticos los partidos políticos tradicionales (FSLN, CxL y los partidos zancudos).

8.        La ideología de estos partidos que apoyan al orteguismo tiene muchas características semejantes al somocismo su antecesor, desde su nacionalismo racista, xenófobo, intransigente, fanático, machista y su autoritarismo considerando legítimo.

9.        Hay semejanzas entre estas dos ideologías: somocismo y orteguismo, pero también hay diferencias, según el contexto político en el que se reproducen. Ambas son ideologías sumamente regresivas y reaccionarias en defensa permanente de los intereses de las clases dominantes. La versión orteguista es distinta a la somocista; pero las dos son instrumentos de las clases dominantes que quieren eliminar cualquier elemento contestatario a su dominio, y muy en particular a los luchadores por la democracia y los derechos humanos, además del feminismo y el ecologismo.

10.      Ahora bien, estas diferencias no deberían ocultar sus grandes semejanzas. Soy consciente de que muchos lectores, leyendo estas líneas, creerán que quizás se exagera en la descripción del orteguismo (al cual se le reduce como un mero “populismo responsable”) como una ideología semejante al neofascismo o al somocismo. Pero me temo que esta lectura puede que sea resultado de un desconocimiento de la historia de Nicaragua, así como de las grandes similitudes que el somocismo tuvo con el franquismo español, del cual se tiene un conocimiento muy limitado y tergiversado, resultado del olvido u ocultamiento histórico fruto del deseo de la clase dominante de encubrir su admiración al franquismo/fascismo de los años treinta.

11.      La falta de memoria histórica en Nicaragua (que es la tergiversada historia dominante) explica el desconocimiento de lo que fue el fascismo/somocismo y las consecuencias que tuvo para Nicaragua, así como su continuación posterior en muchos aparatos del Estado y su influencia en la cultura de las derechas políticas (que siempre han estado en el ideario derechista de los partidos tradicionales y comparsas). Y que ello ocurriera se debe, en parte, a la falta de análisis y conocimiento histórico lo que permite la enorme tergiversación de la historia de Nicaragua.

12.      De ahí que se desconozca lo que fue el somocismo, lo que significó y como se reproduce en la cultura dominante del orteguismo. Ni que decir de la influencia que tiene en las derechas políticas, las cuales quieren evitar la corrección de este desconocimiento, y cuentan para ello con la colaboración de medios de información e intelectuales. Este desconocimiento de nuestro pasado ha permitido que el orteguismo se presente como algo nuevo, desvinculado del pasado somocista.

13.      Este desconocimiento ha tenido un coste enorme para las fuerzas democráticas, pues no se percibe al orteguismo como los sucesores de aquel fascismo/somocismo, ya que para la mayoría de la juventud este pasado está tan deformado y es tan ignorado, que el orteguismo incluso parece gozar de una credibilidad para algunos sectores de la población, no solo de las clases pudientes sino también en los barrios más deprimidos y pobres del país.

14.      Ahora bien, su programa económico, y muy en particular el del orteguismo (de nuevo, goza de gran simpatía por parte del gran capital) incluye predeciblemente medidas de gran apoyo a las clases dominantes y de gran hostilidad a la clase trabajadora. Analicemos la aplicación de su programa económico y lo verán.

15.      Tales medidas incluyen: 1) bajos impuestos de patrimonio y de sucesiones a los propietarios de capital y a las clases más pudientes, beneficiando predominantemente a las élites; 2) reducción del gasto público y de los servicios públicos perjudicando a los sectores vulnerables; 3) privatización de la compra de medicamentos y la educación de calidad; 4) desregulación de los mercados laborales (con una pérdida de poder adquisitivo para la clase trabajadora), anulando medidas de protección del trabajador y del consumidor); 5) políticas de apoyo al mundo empresarial para que tenga plena libertad (sin limitación ni regulación en sus contratos); 6) reducción del valor de las pensiones cuyos costes se consideran inasumibles; 7) cómputo de toda la vida laboral del trabajador a fin de calcular su pensión pública (lo cual reduce las pensiones); 8) sustitución de los servicios ofrecidos por el Estado, facilitando que sean las familias las que lleven a cabo las funciones de atención a sus integrantes; 9) bajada de impuestos a las inversiones extranjeras para que estas aumenten, 10) exoneraciones, dispensas y exenciones de impuestos al capital.

16.      Es difícil ser más favorable a las élites pudientes y dominantes y más hostil a las clases populares del país. Se dirá que estas medidas son distintas a las que llevó a cabo el fascismo/somocista. Y aun cuando ello es parcialmente cierto, hay que tener en cuenta que el objetivo era el mismo en ambos movimientos políticos: favorecer a las clases pudientes a costa de las clases populares. Las políticas económicas varían según el contexto en el que se aplican, que es muy distinto ahora al existente en los años treinta del siglo pasado.

17.      El régimen Ortega-Murillo intenta utilizar el hartazgo de la población frente a la pandemia y su deseo de volver a la normalidad, como escudo para ignorar su enorme incompetencia y el gran daño que ha causado a las clases populares y al país en su conjunto. Una derrota del movimiento progresista y democrático (como ocurrió en los años treinta del siglo XX) sería sumamente negativa para las fuerzas democráticas del país, como fue también la derrota del movimiento campesino por las fuerzas fascistas/militares/somocistas en el conflicto militar de los años treinta.

18.      El comportamiento tóxico del orteguismo, está obstaculizando el desarrollo democrático de Nicaragua. El establecimiento del gobierno democrático en 1990 no supuso una ruptura con el régimen dictatorial anterior que sustituyó. Las fuerzas democráticas ganaron, pero el orteguismo no fue derrotado militarmente, lo cual no permitió un amplio y profundo cambio del Estado. La “transición” en Nicaragua no fue una ruptura con el régimen político anterior, sino una «modificación» importante, pero sin ser fractura.

19.      En realidad, el Estado, incluyendo la mayor parte del establishment político del régimen y su funcionariado continuaron, manteniendo los cuadros del sandinismo (ahora, mutadas hacia la derecha política y social) su gran influencia sobre el Estado y, muy en particular, sobre sus aparatos, como la seguridad, las fuerzas armadas, la policía y la judicatura, cuya ideología era muy cercana a la del régimen que les precedió.

20.      Y sin ánimo de menospreciar los avances que tales cambios significaron para el Estado, el hecho es que la gran influencia que los herederos de los derrotados de las elecciones de 1990 siguieron teniendo y perpetuando su enorme poder e influencia y negando la premisa central de la tesis de ejemplaridad de la “transición”, que afirmaba que el resultado del proceso había sido una democracia homologable a la de los países de su entorno.

21.      Los sectores progresistas siempre han sido tratados por las derechas políticas como sujetos a eliminar, ese es el discurso político del partido CxL. El grado de hostilidad hacia los líderes de los movimientos sociales es un síntoma, entre miles, de esa toxicidad reaccionaria. En realidad, la hostilidad de la gran mayoría de los políticos tradicionales de derecha hacia el liderazgo alternativo ha sido el campo abonado para alcanzar tal nivel de violencia verbal y de la violencia material que ha implementado el régimen Ortega-Murillo.

22.      Pero hay otros miles de ejemplos de las enormes insuficiencias de la democracia en Nicaragua, resultado del excesivo poder autoritario y antidemocrático que ejercen las derechas políticas, el orteguismo y sus aliados, sobre el Estado. Un resultado de ello es que Nicaragua es uno de los países con mayores desigualdades sociales en América Latina; estando desde siempre polarizado y dividido entre unas clases pudientes, minoritarias pero muy poderosas, por un lado, y las clases populares, por el otro. Ha sido así desde 1990 a la fecha; y ello se debe precisamente al enorme y excesivo poder del pensamiento de derecha política sobre el Estado.

23.      De ahí que es un signo de incoherencia (o mera hipocresía) de la derecha política que denuncia a los sectores progresistas por polarizar el país debido a sus propuestas y su discurso. Cualquier analista objetivo puede ver que las políticas propuestas tienen como objetivo reducir las desigualdades y la polarización del país, no incrementarlas.

24.      La denuncia de la existencia de las desigualdades e inequidades es condición necesaria para poder dar visibilidad mediática a tal problema estructural del país, a fin de poder resolverlo. ¿Dónde está la toxicidad? Entiendo que aquellos que representan a los sectores pudientes -muy poderosos en los medios de información- se sientan interpelados.

25.      El que la toxicidad haya alcanzado este extremo se debe a que, por primera vez, hay un movimiento social que quiere terminar con la excesiva influencia que la derecha heredera política del régimen somocista ejerce sobre el Estado, ahora encarnada en el orteguismo. Razón por la cual la estrategia del “orteguismo con o sin Ortega”, encarnada en el partido CxL, representa el mantenimiento del actual statu quo.

26.      Sabemos quiénes son los verdaderos dueños del partido CxL. No es la Sra. Kitty Monterrey. Ni siquiera Eduardo Montealegre, que es el accionista mayoritario. El partido CxL es un proyecto de reingeniería del pacto de “diálogo y consenso” del gran capital y la dictadura, implementando la estrategia “el orteguismo con o sin Ortega”. La Sra. Monterrey está cumpliendo su papel de destruir la unidad de la oposición. Ahora le toca al Consejo Supremo Electoral CSE (controlado por la dictadura Ortega-Murillo) jugar su parte. La lucha es dura, pero podemos vencer y derrotar a la dictadura.