Opinión / Ensayos · 29/12/2022

La Iglesia y el pueblo sufrientes en Nicaragua

*Por Israel González Espinoza | Tomado de Alfa & Omega

La segunda semana de diciembre, el régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo mostró dos fotografías del encarcelado obispo de Matagalpa, Rolando Álvarez, en los juzgados de la capital, Managua. Esto tras casi tres meses de arresto domiciliario arbitrario. El 19 de agosto pasado, la Policía irrumpió con violencia y sin orden judicial en la Curia episcopal matagalpina, llevándose detenidos al prelado, cinco sacerdotes, dos seminaristas y un laico con el pretexto de acusarles en los tribunales de “traición a la patria” y de fabricar fake news en contra del orteguismo.

La arbitrariedad cometida contra el obispo refleja la profundidad de la crisis sociopolítica que vive Nicaragua desde abril de 2018, cuando protestas en favor de la democratización del país fueron aplastadas de forma brutal por las Fuerzas de Seguridad del Estado nicaragüense y civiles armados afines al régimen.

Desde entonces, el país está regido bajo un Estado policial de facto. Los medios de comunicación independientes han sido clausurados o confiscados. La oposición política está encarcelada o fuera del país. Organismos de derechos humanos contabilizan 235 presos políticos procedentes de diversos estamentos de la sociedad nicaragüense en las mazmorras del régimen. Los exiliados se cuentan en 100.000 personas tan solo en la vecina Costa Rica. Ortega y su esposa —en el poder desde 2007—, volvieron a ceñirse la banda presidencial, sin legitimidad y sostenidos únicamente por el ruido de las armas tras el fraude electoral de noviembre de 2021. Y si esto fuera poco, la Iglesia que, desde el inicio del estallido social acompaña a la población, es víctima de una feroz persecución religiosa.

La Iglesia y el pueblo viven hoy crucificados por el autoritarismo. Y pese a la represión, los nicaragüenses siguen decididos a luchar con métodos pacíficos para alcanzar la democracia, aunque el camino sea una vía dolorosa continua. Rolando, obispo y ciudadano judicializado, representa la dignidad y resistencia no violenta de todo un pueblo frente a una dictadura cruel e inmoral.