Opinión / Ensayos · 21/09/2022

La maldad en su multidimensionalidad extrema

La violencia llevada a extremos desconocidos, con expresiones hasta ahora inéditas, al tratarse de esquemas represivos implementados por regímenes que llegaron al poder por la vía legal, dejan lecciones aprendidas que ojalá sean asimiladas debidamente por la mayoría, que hoy es víctima de semejantes crímenes. Y es pertinente preguntarse qué puede ser lo positivo de semejantes abusos desarrollados por el dueto criminal que controla el país entero, con métodos que superan el imaginario de cualquier jefe mafioso del siglo XX y lo que va del siglo XXI.

Una lista incompleta y todavía en desarrollo, nos muestra que la dictadura sandinista ha utilizado indiscriminadamente una amplia variedad de atropellos en contra de la población civil, quienes mayoritariamente han enfrentado cívicamente a las fuerzas represivas del régimen, y que en algunos casos, cuando enfrentaron a los escuadrones de paramilitares armados por el gobierno, fue en condiciones de extrema desventaja. El trato cruel, la tortura, los juicios fraudulentos, las ejecuciones extrajudiciales, los diferentes tipos de tortura: descargas eléctricas, golpizas violentas, remoción de uñas, desprendimiento de piezas dentales, asfixia y violación sexual; el procesamiento de centenares de detenidos, en donde los fiscales acusan indiscriminadamente de delitos graves y violentos, sin la mínima observación del debido proceso y los derechos fundamentales: detenciones en condiciones de incomunicación, negación del derecho a consultar a un abogado defensor independiente y la realización de juicios a puertas cerradas.

A lo anterior, se añade el hostigamiento sistemático a aquellos que han expuesto públicamente los desmanes del régimen, el allanamiento, confiscación o destrucción de oficinas de medios de comunicación independientes, la ilegalización de más de un millar de organizaciones civiles, nacionales y extranjeras, dedicadas a apoyar a grupos poblacionales vulnerables, la persecución y encarcelamiento de periodistas que no comulgan con la línea oficial del régimen, la detención, persecución y encarcelamiento de sacerdotes católicos; pero la última creatividad criminal, ha tirado por la borda todos los manuales represivos existentes: el secuestro exchange, ante la búsqueda y captura fallida de un ciudadano, los cuerpos de seguridad secuestran a los familiares cercanos del perseguido para exigir que se entregue a las «autoridades», y a cambio liberar a sus familiares secuestrados. Sólo queda preguntarnos: ¿qué más nos espera?

Lo positivo de estas lecciones represivas recibidas por la gran mayoría de ciudadanos nicaragüenses, parecen estar dando resultados; el creciente número de opinantes descalificando la validez de un diálogo con los cabecillas dictatoriales, la ampliación del espectro poblacional que considera como única salida a la crisis, la expulsión definitiva de cualquier vestigio del sandinismo de las esferas de poder, la comprensión analítica de la complicidad de las élites económicas, que pagan con silencio los abusos, y reciben como moneda de cambio sendas prebendas en exoneraciones fiscales y otras regalías millonarias; pero sobre todos estos aprendizajes, está el convencimiento de que las organizaciones opositoras dejaron de ser una opción para enfrentar la aceitada maquinaria represiva del régimen, y esto responde a su fragmentación y luchas internas por erigirse como respuesta a la crisis sociopolítica que subyuga al país, el reto a estos dirigentes está en la mesa, sólo ellos, y nadie más que ellos, pueden lograr la urgente unidad que el país demanda; la expresión de repudio mostrada por el pueblo católico de Masaya ante la negativa del régimen de cualquier celebración masiva de su santo patrono, San Jerónimo, es la mejor muestra de la unidad ciudadana en contra de sus verdugos. Únanse, cumplan con la responsabilidad histórica de crear una respuesta definitiva a tanto crimen, no permitamos que el manual de métodos represivos se siga ampliando.

Ezequiel Molina

Septiembre 20, 2022.