Opinión / Ensayos · 10/05/2021

La misma guillotina electoral corta cabezas desde hace décadas

*Por Enrique Sáenz

«Una de las claves de la victoria electoral de la Unión Nacional Opositora sobre el Frente Sandinista, en 1990, fue que los partidos opositores pudieron inscribirse y participar con un nombre y una “casilla electoral” que cobijaba por igual a los partidos que la integraban.

Recordemos que la UNO se formó con 14 grupos políticos, donde había socialcristianos, conservadores, socialistas, liberales, socialdemócratas, liberales independientes. Hasta el partido comunista alcanzó en la lista.

Participar juntos, bajo una sombrilla que los cubría a todos, sin que la sombrilla perteneciera a ninguno, y que, en consecuencia, ninguno pudiera hacerse el gato bravo, facilitó que pudieran elegir como candidata a doña Violeta Barrios de Chamorro, quien no formaba parte de ningún partido. Y coexistir en la campaña electoral. Coexistir, decimos, pero no convivir pacíficamente, porque se daban “trompadas” públicamente, hasta en las tarimas de campaña.

De esta manera, la ciudadanía opositora al FSLN pudo volcar su voto en un solo embudo. Facilitó las cosas que a nivel de símbolos se enfrentaron la bandera roja y negra, y la bandera azul y blanco. Mire usted lo que son las cosas, azul y blanco fueron los colores que utilizó la UNO. No fueron los colores de ningún partido político.

El pecado capital de la UNO es que se configuró como alianza electoral, pegada con chicle, y no como alianza política. No lograron cuajar sólidamente las coincidencias; a tal punto que triunfaron el 25 de febrero y, antes el 25 de abril, fecha de toma de posesión del nuevo gobierno y de la nueva Asamblea, ya se estaban desguazando. Las pugnas enconadas sirvieron en bandeja las condiciones que favorecieron la maquinación sandinista: “A gobernar desde abajo”.

¿A qué viene esta remembranza? A que la historia enseña, al que quiere aprender.

Y Ortega fue el primero que aprendió la lección: en el pacto con Arnoldo Alemán, uno de los acuerdos fue eliminar la posibilidad de que volvieran a inscribirse alianzas electorales con nombre y símbolos propios. Los caudillos, empeñados en aquel momento en imponer el bipartidismo, establecieron que cualquier alianza electoral debía formarse alrededor de un partido político, llevar el nombre y emblemas de dicho partido y sujetarse a sus normas.

Los caudillos conocían muy bien la idiosincrasia de los politiqueros nicaragüenses: El que tiene más galillo siempre quiere tragar más pinol.

La disposición sobre las alianzas es uno de los cuchillos más filosos de la ley electoral. Muchas cabezas rodaron bajo su tajo….»

Los párrafos que acaban de leer no son de ahorita. Están escritos, en este mismo blog, desde agosto del año pasado, hace casi un año, con el título «Aprender de la historia: La trampa de la casilla«.

En ese mismo comentario hicimos un repaso de cómo la guillotina, que implica la disposición sobre la conformación de alianzas electorales, alrededor de la casilla de un partido político, funcionó en prácticamente todas las elecciones, tanto municipales como nacionales, desde el año 2000 hasta el presente.

El comentario, de hace casi un año atrás, terminaba con el siguiente párrafo:

«Para el que sabe leer, la lección que dejan los episodios relatados es que, en la Nicaragua de hoy, con las condiciones de hoy y con los actores políticos de hoy, mientras no se posibilite la participación de alianzas electorales, con nombre propio, cualquier alianza estará siempre en alas de cucaracha, bien porque el mango del sartén esté empuñado por el partido que la encabece, o bien porque el mango lo empuñe Ortega por interpósita mano

¿Por qué lo recordamos ahora estos párrafos de hace casi un año atrás?

Porque aquí estamos de nuevo, a punto de caer en la misma trampa.

¿Era necesario ser adivino para anticipar lo que hoy está ocurriendo?

De ningún modo. Bastaba conocer un poquito de la historia política reciente y tener un poco de sentido común para anticipar el ahogo en que ahora se encuentran las organizaciones opositoras.

¿Qué ocurrió? Dejaron correr el tiempo y se la pasaron en empujones, cegueras, zancadillas, mezquindades, traspiés, hegemonismos, metes y sacas, sectarismos. Unos por malicia y otros por despistados. Incluso se olvidaron de la demanda sobre la necesidad de que las alianzas pudieran presentarse con su propia identidad. Y no es que iban a lograr mucho actuando fragmentados, pero al menos hubieran tenido conciencia de los tiempos, de los apremios y de las asechanzas de Ortega.

El dictador, que sí aprendió a manejar estos hilos y conoce muy bien los intereses, mezquindades y conductas de la politiquería local, conforme las tácticas que también hemos anticipado, los llevó al borde del abismo:  Ninguna sorpresa. Tal como habíamos anticipado, los sirvientes de Ortega recién designados en el Consejo Supremo Electoral, tenían ya preparada la emboscada con el calendario electoral. Les dieron menos de una semana para inscribir alianzas electorales. El plazo vence el 12 de mayo.

La pregunta que surge es si podrán hacer, en estos pocos días, lo que no pudieron hacer en más de un año.

Después de haberla visto venir con bastante anticipación, y de advertirlo varias veces, ahora solo nos toca decir: Ojalá…Ojalá y que puedan ponerse de acuerdo y evadir la guillotina siniestra que corta cabezas desde hace décadas.