Opinión / Ensayos · 05/12/2022

La Soledad del Comandante

Los dorados años de admiración por las revoluciones son cosa del pasado, querer revivir una época histórica ahogada en el naufragio de los cambios y desprestigiada por los errores de sus propios creadores, es una tarea no sólo imposible, es también desgastante; el comandante tuvo que reinventarse, de conspirador pasó a dictador, del orador que construía alianzas, pasó al incendiario, provocativo y prepotente cacique que cuando habla destruye los pocos y precarios puentes que aún lo unen a su glorioso pasado; sus aliados en el continente, supuestos defensores de su causa e inquebrantables amigos, no son más que un puñado de pusilánimes pares que se blindan con su más evasiva retórica para parecer cualquier cosa, menos sus amigos, y mucho menos sus socios; y sus poderosos padrinos, China y Rusia, parecen usarlo como útil peón en la arena política mundial, con un pragmatismo más cercano al pensamiento de un banquero que de un aliado ideológico.

Y en el plano interno el fenómeno es más grave, sus otrora fieles seguidores, que lo acompañaron en los diez años, durante los que sometió al país a una intensa y profunda destrucción económica y social, lo han tirado al abandono, basta ejemplificar con los antiguos comandantes de la estalinista cúpula denominada Dirección Nacional, Tomás Borge (ya fallecido), y Bayardo Arce, fueron los únicos que le acompañaron en esta etapa de formación de su poderío económico como capitalista salvaje, y atornillamiento de su cacicazgo político; la tendencia se replica tanto con los antiguos jefes de la Policía Sandinista como en el Ejército Popular Sandinista, en ambos casos una minoría de exjefes le acompañan en su aventura dictatorial. El estamento de los antiguos servidores públicos civiles es también indicativa del abandono que sufre el comandante. Entonces, ¿quiénes son los que acompañan incondicionalmente al dictador?

Un estudioso del tema cívico-militar, me dijo, “ese fenómeno es común en las fuerzas armadas y de seguridad, principalmente cuando las antiguas lealtades se construyeron sobre una base, hoy inexistente, de camaradería atada a consignas políticas y reafirmadas partidariamente”; ante tal afirmación suponemos que el cambio de escenario y reconversión radical de ambas fuerzas (Policía y Ejército), de guardianes de una supuesta revolución a cómplices de la corrupta red estructurada por el dúo Ortega-Murillo, y asociados a la vasta capacidad “empresarial” del cartel que opera desde el gobierno, nos hace reconsiderar la solidez del soporte que ambos cuerpos armados profesan a la dictadura; al final los dirigentes de ambos estamentos están en la encrucijada de decidir a quien apoyar hasta el final, -más cuando sospechan que ese final puede ser abrupto y no muy lejano-, a la familia dictatorial o a sus compañeros de armas. La respuesta puede ser dudosa y vacilante, pero históricamente está demostrado, las mayorías se protegen, se identifican entre si, y más de 20 mil miembros en cada uno de las fuerzas en mención, difícilmente “darán su vida”, para defender a una reducida y corrupta cúpula de jefes y una familia que en la práctica sobrevive gracias al rol, cercano al terrorismo, asignado a policías y soldados de base.

El panorama no es tampoco alentador en el plano civil, las condiciones son menos atractivas, las recientes “elecciones” demostraron que el desmantelamiento del modelo manejado por los “sandinistas históricos”, no arrojó los mejores resultados, y eso sumado a la vulneración mecánica, producida por el alto costo de la vida, el incremento de la represión policial y el fracaso en la venta de la idea que, “vamos por buen camino” (parafraseando a un fallecido expresidente). Si a todo lo anterior, que no es todo, ni lo más grave, le sumamos las condicionantes económicas internas e internacionales, podemos vislumbrar un desenlace muy poco deseable para todos, pero particularmente dramático para las cúpulas; y no crean que habrá cúpula que salga ilesa. Las acciones tempranas que eviten un desenlace desesperado, son altamente deseables. Y que las cúpulas políticas y económicas, alejadas de la dictadura y sus expresiones, deben tomar decisiones prontas, se perfila como un axioma de valor.

Ezequiel Molina

Diciembre 4, 2022