Especiales · 07/09/2020

Lo que las elecciones en Bielorrusia pueden mostrarnos sobre el panorama electoral 2021 en Nicaragua – Luis Campos Pérez

El 9 de agosto, 2020, se realizaron elecciones presidenciales en el país con el “último dictador” de Europa, Bielorrusia, en las que Aleksandr Lukashenko, quien gobierna el país desde 1994, arrasó con 80% de los votos, ¿un dictador popular, dirán? Ciertamente no. Durante la temporada de elecciones en Bielorrusia el dictador Lukashenko apresó candidatos, miembros de equipos de campaña y activistas, e impidió la observación electoral local e internacional, lacerando así el ambiente social e institucional necesario para llevar a cabo un sufragio auténticamente democrático.

Sobre el proceso de la elección las ONG Golos, Honest People, Freedom House y la intergubernamental Oficina para las Instituciones Democráticas y los Derechos Humanos de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE), señalaron que el gobierno bielorruso no autorizó oportunamente misiones de observación electoral más allá de la Comunidad de Estados Independientes, una organización controlada por Moscú. En cuanto a los resultados, las organizaciones citadas realizaron conteos paralelos y todas coincidieron en el resultado de 80% de los votos a favor de la candidata opositora, Svetlana Tikhanovskaya, cuyo esposo –que fuera el candidato líder de la oposición- fuera arrestado por el régimen en plena campaña electoral. Se sumaron a los señalamientos de fraude rampante los gobiernos de Estados Unidos, Francia, Reino Unido, Suecia, Ucrania, Alemania, Letonia, Latvia y República Checa, aduciendo que no se prestaron condiciones adecuadas para la celebración de comicios democráticos y que no hubo observación electoral creíble, por lo tanto, los resultados son como mínimo cuestionables.

A los resultados, que naturalmente fueron desconocidos e impugnados por la oposición, le sucedieron masivas protestas contra la dictadura de Lukashenko, las cuales fueron reprimidas con “el uso desproporcionado de la fuerza”, como ha sido señalado por la Comisión Europea.

La candidata Tikhanovskaya se vio obligada a huir al exilio y Lukashenko ha dicho públicamente que “no entregará el país a nadie”, reiterando así su determinación de continuar detentando el poder por medios autoritarios.

Pero ¿qué tiene que ver la elección en Bielorrusia con Nicaragua? En primer lugar, el escenario bielorruso nos adelanta lo que se puede esperar para el contexto nicaragüense en 2021. Es decir, un régimen autoritario que no puede disimular su terror a las protestas y manifestaciones ciudadanas –especialmente las pacíficas por ser simbólicas y moralmente entrañables para la población- las cuales no pueden evitar reprimir con desproporcionada violencia estatal. Hoy por hoy, el régimen sandinista de Daniel Ortega no tiene capacidad de tolerar las aglomeraciones ciudadanas propias de una campaña electoral democrática que la oposición en Nicaragua realizaría.

En segundo lugar, el régimen de Lukashenko no aceptó observación electoral creíble. Esta ha sido la práctica de Ortega en Nicaragua, y no existen indicios que sugieran que estaría dispuesto a invitar a organismos y misiones de observación electoral en 2021. Por ello, no existen garantías suficientes que revistan de credibilidad nacional e internacional al proceso electoral en Nicaragua.

Y, en tercer lugar, Daniel Ortega, al igual que Lukashenko, usaría la violencia policial y paramilitar para sofocar cualquier intento de levantamiento social en un escenario de resultados trucados e ilegítimos.

A esto podemos agregar que, en Nicaragua, el régimen de Ortega se niega a realizar las reformas electorales necesarias para celebrar comicios electorales democráticos.

Con partidos políticos desacreditados o no, podemos anticipar que las fuerzas de oposición en Nicaragua tienen buenas probabilidades de girar en torno a la necesaria unidad para derrotar al FSLN. Esto a pesar de que el régimen facilitaría la inscripción de tantos partidos de oposición como sea posible para incentivar la división del voto ciudadano. Sin embargo, la ciudadanía “azul y blanco” (como coloquialmente se llama a los opositores al régimen sandinista, y alusivos a los colores de la bandera nacional) en su abrumadora mayoría no “desperdiciaría” su voto apoyando a partidos sin popularidad suficiente para ganar la elección.

Así, podemos tomar los siguientes elementos del proceso electoral bielorruso que nos permiten anticipar el escenario electoral 2021 en Nicaragua:

  • No habrá reformas electorales necesarias para la realización de elecciones justas, competitivas y transparentes. Sofocadas las protestas y la volatilidad social que iniciaron el principio del fin de la dictadura de Ortega en Nicaragua en abril de 2018, el régimen no tiene suficientes incentivos para aceptar la reforma electoral.
  • El régimen de Ortega reprimirá manifestaciones de la oposición en el contexto electoral. Podemos esperar el encarcelamiento de candidatos, miembros de equipos de campañas, periodistas, sanciones a partidos, incautaciones, etc. Asedio policial y parapolicial contra cualquier evento partidario en el espacio público.
  • El proceso electoral no contaría con misiones de observación electoral locales o internacionales que den respaldo a la veracidad de los resultados. Ortega autorizará observación electoral únicamente de entidades afines a sus intereses.
  • Habrá violencia. El régimen de Ortega, una vez se publiquen los resultados oficiales hechos a su medida, desplegará vigilancia y asedio extremo a cualquier manifestación pública contra dichos resultados, usando la fuerza policial y paramilitar.

Estos elementos configuran el escenario más probable en torno a las elecciones generales 2021 en Nicaragua. Sin embargo, otros escenarios son posibles. Dentro del abanico de estos se encuentra que Ortega acceda parcialmente a invitar misiones exteriores de observación electoral, con acceso limitado a ciertos componentes del proceso, como visitas a centros de votación, transporte de material electoral, etc., que le permitan manipular el resultado definitivo a su favor, pero arguyendo que hubo observación internacional. Esto nos lleva a un último elemento que podemos considerar de las elecciones bielorrusas y lo que nos puede mostrar sobre el panorama electoral 2021 en Nicaragua, y es que ambos regímenes son fieles del Kremlin, una amistad conveniente que ya ha sido señalada de contar con los recursos y la voluntad de interferir en procesos electorales internacionalmente.

Tomado de: impactolatino.com