Opinión / Ensayos · 02/12/2022

Más allá de comandanta

José Alberto Montoya

El legado de Dora María Téllez siempre irá más allá de la muchacha que vistió de verde olivo y protagonizó una de las hazañas militares más recordadas de la historia del país como tal. Hablar de ella es hablar de vanguardia, de una mujer que se abrió paso en un mundo masculinizado, hecho a la medida del hombre, del hombre en singular: blanco, adinerado, con apellido y poder.

            Por los múltiples intentos que ha hecho el oficialismo por borrar su nombre de la historia y del imaginario colectivo del pueblo, ella siempre ha ido más allá de la voz canonizada; siendo parte esencial de los cambios o al menos de las pocas voces que proponen cambios, y transformaciones que no se limitan a las transiciones de gobiernos, ha apostado por transformaciones duraderas, sin importar los costos que para ella han significado.


            No se puede perder de vista la violencia política, machista y opresora que brota no sólo del Estado sino también de una sociedad que a la larga se ha acoplado a estos moldes de violencias. No obstante, logró superar las barreras de una Nicaragua conservadora y es hoy; y Dora María Téllez es un ícono de un país en desmorone pero que nunca pierde la fe de conquistar la utopía.

            Guerrillera, comandanta, ministra de salud, diputada, fundadora y presidenta de su partido político, por el cual hizo congregar a sus militantes para defender derechos pese lo recordado sea la huelga de hambre más larga y simbólica de la historia contemporánea de la nación. Con una sonrisa y sátira ha llamado a las juventudes a apostar por una nueva idea cobijada de futuro.

            Presa política por un par de caudillos que no han soportado nunca el brillo ajeno, presa política por disidir, por pensar y por ser la muchacha de cabello corto que se convirtió en punto de referencia de Nicaragua ante América Latina y el mundo.


            El legado de Téllez es el de haber optado por la voz y abandonar la violencia – es el de confiar en un pueblo fiel a la rebeldía y enamorado platónico de la libertad.