Especiales · 22/12/2023

Mi vivencia del terremoto de 1972

Discurría Diciembre de 1972 con su frío incomparable. Con su “Gritería”, gofios, gorras, matracas, cohetes, bombas y “carga cerradas”. Misas del Niño Dios, café caliente y atol por las madrugadas, luces decembrinas que alumbraban a la bella Capital.

Las golondrinas-por millares- de la Avenida Roosevelt revoloteaban en el aire frente al Jardín Central, un salón cervecero sin par. Este último vive en la mente de los que le visitamos, jamás volveríamos a tomarnos un stain de cerveza acompañado de cebichito. Entre la intersección de la Calle Quince de Septiembre y la Avenida Roosevelt de nuestra Managua se ubicaba el Jardín Central.

Avenida Roosevelt

El Cine Salazar exhibiendo las películas del momento. La época de Gary Cooper, John Wayne, se disipaba la euforia del Llanero Solitario con su caballo “Plata” y su eterno compañero “Toro”, Roy Roger, sin faltar, por supuesto, la figura inmortal de Johnny Wesmuller el verdadero Tarzán. El cine mexicano hacía de las suyas con Arturo de Córdoba, Roberto Cañedo, Enrique Guzmán, Silvia Pinal y César Costa.

 Los Teen Top, ¿quién no bailó al ritmo de Popotito por esa época?, ¿quién no amó a los Beatles?, ¿Triny López? –Con su Martillo-, Shubby Sheker –con su Twist- Barrabás Power,-grupo español- Music Máster, quien no se deleitó con “Caravana” y “Tema de William” de Ricardo Palma acompañado de los Rokets, Los Panzer, Carlos Santana con Chepito Áreas en los timbales entre otros. Inolvidable.

Un comercio atiborrado de consumidores preparándose para la noche buena. Artistas nacionales y extranjeros exhibiendo lo mejor de sí. Managua resplandeciente. Las luces de navidad y música de diciembre invitaban al baile, a la alegría. Comenzaban largas vacaciones ese viernes veinte y dos de diciembre de 1972 para retornar al trabajo el siete de enero del año entrante.

Los jóvenes de esa época habíamos salido de la Universidad ese viernes, finalizaba el veintidós de diciembre el semestre. El Estado había otorgado vacaciones, el sector privado otro tanto. Las fiestas de Navidad en la Managua sonriente e iluminada en toda su plenitud. Lleno total en cantinas populares como el Chilamate, Guayacán, la Costillita o el Luky Seven, correcto, el que estaba costado nor-oeste del Mercado Bóer.

Las pláticas sobre nuestro deporte Rey. Nicaragua AMIGA 72 había logrado una odisea poco común: había derrotado a la novena cubana aquel diciembre de 1972 inolvidable del siglo pasado. Un poco al sur en el Versalles-Centro Nocturno- Marcos Antonio Muñiz nos hacía bailar con su “Escándalo” y en el Rincón Español, frente a la vieja Casa del Obrero, Luisito Rey-Papá de Luis Miguel- nos estremecía con su tema “Soy como quiero ser”.

NUESTROS BARRIOS

Campo Bruce con la “Caimana” lanzando sus mejores cohetes y bombas, la cantina “El Cuervo”, donde los bolos eran tus mejores aliados en las noches de bohemia. Campo Bruce donde un gringo, viajando en un avión, cayó su nave sobre ese hermoso campo al sur-este de nuestra capital y de allí el Bruce, Campo Bruce. El Barrio Largaespada por Tiscapa creciendo, embelleciéndose con buenas familias que venían del lado del Barrio Santo Domingo y San Sebastián. El Profesor Justo Pérez Mora –qepd- con su familia adornaban, al igual que don Carlos –Chale- Sevilla –qepd- al naciente barrio Largaespada.

Santo Domingo, San Sebastián con los “Yokotas” –Admirable familia- y sus motos ronroneando, con su gente preciosa, en donde la solidaridad se burlaba de la política para convivir en paz, en armonía, compartiendo el pan nuestro de cada día. Algo así era como se vivía en el barrio San Sebastián allá por los Dormitorios Públicos, muy entrelazado con la Hormiga de Oro.

Las Brisas, Monseñor Lezcano con sus cebadas bien heladitas y sus fritangueras hermosas ofreciendo la rica carne asada como queriendo competir con la del Gran Hotel. ¡Jamás! Carne asada como la del Gran Hotel o mejor dicho la carne asada frente al Gran Hotel, casi cerca del hermoso edificio de la Inmobiliaria incomparable.

¿Cuántas veces estuvo de pie comiendo usted su carne asada en ese sitio, precisamente, en la Carne Asada? Observando la Avenida Roosevelt, mirando hacia el lago observando al Gran Hotel en donde Cantinflas, Agustín Lara, Dámaso Pérez Prado, Pedro Infante y otros grandes de la canción popular consumieron Santa Cecilia a orilla de la piscina en ambiente tropical.

Muy cerca del cine Tropical “La Riviera” con su rica Chicha de Maíz y doña Adela Martínez de Gutiérrez –propietaria del negocio- soportando la necedad de los estudiantes que religiosamente llegábamos a consumir refrescos y a poner y escuchar música en la Grundig (roconola). Música de Leo Dan, Javier Solís, Leonardo Fabio y Trini López, sin faltar Jorge Paladino con “Las Flores del Jardín” y Daniel Santos –El inquieto Anacobero- con su “Despedida” salida de la cosecha inmortal de Don Pedro Flores.

Barrio San Antonio, el Eskimo, el Lacmiel, Cafetería “la India” en donde los poetas, cuentistas, pintores y bohemios literatos discutían y entre sorbos de cerveza estructuraban los mejores versos sin faltar cuentos cortos y largos que adornan gran parte de nuestra literatura nacional. Cafetería “la India” vive en nuestra mente, en nuestro diario vivir. Es eterna.

El Club de Clases al solo iniciar la Avenida Bolívar, más abajo, sobre la calle Colón el Restaurante Almendarez junto a éste la Galletería Cristal, un poquito arriba la Embotelladora Cristal propiedad de don Aroón Guerrero Salomón, un poco hacia el lago el Doctor Fernando Agüero Rocha-qepd-. El Cementerio San Pedro con sus muertos y los vivos recordando las historias de sus inquilinos.

El mercado Bóer con la farmacia Pataky de Laszlo, los buses de Carazo, Granada y Rivas, las comiderías ofreciendo a tres córdobas la “tamuga” de comida rica, riquísima hecha por Doña Tomasa (Doña Tomy) González esposa de Jorge Hernández, el famoso “Conejo Hernández” cátcher del equipo “Cinco Estrellas” y estrella del base Ball por esos días.

Hacia el sur del Bóer “Juan Culón” con su cantina y sus “rielazos”. Frente a don Juan “Culón”, sentado en una “perezosa” por las tardes de la caliente Managua, un gran compositor: Capitán Edmundo Shuman, autor de “Corn Island Tropical” “Eres toda mi Alegría” y “Guichita”, temas musicales interpretados por Saadia Silú y Adilia Méndez (ambas fallecidas) haciéndose acompañar de los recordados “Solistas del Terraza”.

“Juan Culón” era un espectáculo por las calles de la vieja Managua. Mirarlo caminar, señorial, con unas nalgas hermosas. Siendo chiquitín se miraban más hermosas, cintura alta, serio, hacia honor a su apodo. ¡JUAN CULON! “Cebollón”, Guillermo Arguello, Papá de Alexis Argüello -qepd- en Monseñor Lezcano, Juan “Culón” González y Pedro “Tuco”, Pedro García, por el Hospital del Seguro Social era la trilogía de la oferta etílica popular de la inolvidable Managua. Quien brindara el mejor trago y el mejor trato. Había mercado para estas tres cantinas populares.

“Peyeyeque” –personaje popular,- que era barrendero del Distrito Nacional-hoy Alcaldía Capitalina- cuya picardía inspiró a Don Alberto Aguilar -“Gato Aguilar”- fundador de Ciudad Sandino antes Open 3- quien le compuso una canción llamada “la Manguella de “Peyeyeque” era parte del escenario de Managua.

Don Melico Maldonado,-Masayés- el Santa Claus Nica, cuya frondosa barba, bien cuidada, vestido de Santa hacia la vida feliz a niños y adultos en el corazón de Managua. La calle Quince de Septiembre, Avenida Roosevelt, Calle Momotombo, Candelaria entre otras fueron la cuna de Mélico el Santa Claus de carne y hueso nicaragüense cuya imagen aun está fresca en la memoria de los que nunca olvidamos a nuestra querida Capital.

La calle Momotombo, Candelaria, Adlon Club en donde su azulado ambiente quien de la época no compartió los mejores momentos de juventud, edificio de la Financiera un poco arriba, al sur El Plaza –Discoteque-, la Roosevelt con sus “Coyotes” –Cambistas-, las minifaldas en las escaleras eléctricas de Tienda Carlos Cardenal- novedosas- era todo un atractivo.

De la cantina el Chilamate a la Costillita luego al Luky Seven-salón cervecero-, Terraza del 747 –Seven For Seven- del Hotel Balmoral-sobre la Avenida Bolívar-, de este último sitio admiré a Managua deslumbrante por última vez -sin querer-, bellísima. En ese sitio me sorprendió el temblor de las diez y treinta de la noche del viernes veinte y dos de diciembre de 1972. Departí con algunos amigos esa noche en el 747 de dicho Hotel.

Todo era cerca, caminando visitabas una y otra cantina para saborear buen trago con buena boca. El temblor de las diez y media de la noche no lo sentí. Alguien lo comentó. Bajé en el ascensor a la planta baja del Hotel Balmoral. Observé el cielo. Feo. Sentí el frio de Diciembre. La Avenida Bolívar resplandeciente, Managua más viva que nunca, estaba cerca de mi residencia. (Vivía del Hospital del Seguro Social dos y media cuadra abajo, mano derecha) A Lo feo del cielo no le puse atención.

EL HAMBRE SALVÓ MI VIDA

Alquilaba un modesto apartamento compartido de joven-trabajador-estudiante frente a Pedro “Tuco”, en las cercanías del Mercado Bóer y apenas a escasos metros del Hospital del Seguro Social en donde por primera vez mi hija Irilene miró la noche estrellada de un siete de noviembre de 1968. Me acosté, esperé a varios compañeros de apartamento inútilmente. Raúl Tijerino Sandoval, un bluefileño blanco que jamás volví a mirar hasta el diez de diciembre del 2011 -39 años después-, un salvadoreño que era locutor de una radio capitalina, incluso nunca volví a mirar. Cuarenta y nueve años de no saber de él.

La Abuelita-una noble anciana- que nos alquilaba el apartamento, si mal no recuerdo, era la Madre de Auxiliadora Moncada, una bella mujer que animaba programas de televisión en el canal 6 de Anastasio Somoza Debayle. Esta bella dama había sido en algún momento Candidata a “Mis Nicaragua”. Un “palo de hembra” que a través de ella conocí y traté personalmente a Armando Manzanero en diversas ocasiones. “Parece que fue ayer”.

Allá en la lejanía se escuchaba aquella bonita e infaltable canción de la Sonora Matancera en época de Navidad: “Otra Navidad, otro año más de recordación/ yo estaré muy triste/ para mí no habrá fiesta ni alegría…” Acostado en un catrecito “sándwich”, con algunos tragos consumidos, solo en un cuarto del segundo piso de una vetusta casona. Sentí hambre, bajé al refrigerador de la Abuelita y no había siquiera un tomate estudiantil. Abordé la Avenida del Ejército buscando comida. Nada.

Todo cerrado. Decidí ir al Ron Ron Club, ubicado frente al Benemérito Cuerpo de Bomberos, muy cerca del Estadio Nacional Somoza, después “Rigoberto López Pérez” hoy abandonado por   autoridades. En el Ron Ron servían un rico bistec entomatado por siete cincuenta córdobas.

Una cerveza en mano, junto a la barra del Bar, solo, cuando de repente José Muñoz,-Contador Público- ex compañero de labores en la Nabisco Cristal me tomó del hombro y procedió a presentarme a una hermosa mujer, muy joven como yo, me comprometió a bailar con la dama una canción popular del momento. “La Negra Celina”.

Nunca supe cuál era el nombre de esta mujer. Muy hermosa y joven. Sé que enfrentó el terror igual que yo y cuando menos en el Ron Ron Club no murió. Una vez bailé incompleta una canción con ella. “La Negra Celina”. Una vez la miré en mi vida. No sé si aún viva o esté ya en la presencia del Señor. Donde se encuentre que Dios la guarde.

EL TERROR ME TOMÓ POR SORPRESA BAILANDO “LA NEGRA CELINA”

Fue todo de repente. Ruidos por doquier acompañados de un horrible movimiento bajo los pies. Difícil mantener el equilibrio. Gritos de hombres, mujeres, niños sorprendidos por algo que no se conocía y que se comenzaba a experimentar. La energía eléctrica desapareció dando paso a luces vehiculares. Salimos DEL RON RON CLUB y como pesadilla miré caer en pedazos el edificio de los Bomberos, postes del tendido eléctrico cayeron a mis pies. Nadie sabía que estaba ocurriendo en Managua.

El edificio de “Pollos Rostizados” diagonal al actual MTI –Ministerio de Transporte e Infraestructura- casi me sepulta y desde el parquecito del viejo Plantel de Carreteras pude observar como el Estadio Nacional de forma rítmica, sin salirse de su circunferencia, me brindaba un macabro espectáculo.

¿Qué está ocurriendo? Pregunté a una anciana que se cobijaba con el cielo de Managua esa madrugada, y ella, de rodillas, serena muy segura de sí misma me contestó.: ¡¡¡Se perdió Managua!!! “Este es un terremoto y vos muchacho no sabes qué cosa es esto” señaló la humilde mujer. El reloj marcaba las doce de la madrugada con veintiocho minutos del veinte y tres de diciembre de mil novecientos setenta y dos.

Había comenzado una terrible vivencia en el mismo infierno. No concluí de bailar “La negra Celina”. Lo cierto es que jamás volví a tener la oportunidad de bailar esa canción, sobre todo con una bella mujer que miré en la penumbra de fiesta navideña una sola vez en mi vida.

MACABRO RECORRIDO

Corrí y llegué al Rincón Español –Restaurante-, un hueco en la pared frontal permitía salir nerviosa y apresuradamente a todas las personas que disfrutaban de una noche navideña en la propia calle Colón, frente a la Casa del Obrero. La empresa Alka Seltzer celebraba la Navidad con sus empleados en ese local. Ayudamos a salir a varios amigos y amigas que estaban gozando de la música de Luisito Rey en vivo.

Nohelia Pérez Quintana y Dally Elisa Berrios se encontraban en ese sitio, salieron ilesas. En momentos de descontrol un taxi nos condujo sobre la Avenida del Ejército. Muchas casas caídas comenzaban a obstruir el tráfico. El Banco de Sangre destruido en segundos. Llantos, gritos desgarradores y aún no comprendía nada de lo que ocurría.

Pellizqué mi brazo izquierdo, sentí, no era pesadilla. Otro temblor y las viviendas pequeñas, medianas y grandes caían frente a nuestros ojos como naipes, tolvaneras rojizas alumbradas por faroles de vehículos que con rumbo fijo y otros sin él comenzaban a deambular por la Managua atacada por un terrible terremoto. Llegué con muchas dificultades al Barrio Largaespada, de la vieja Mansión Somoza seis cuadras al sur. Allí nos recibió un tercer temblor que concluyó la obra macabra.

El edificio la Protectora-Empresa de Seguros- frente a la otrora Embajada de Estados Unidos de Norteamérica-hoy Radio Sandino- resistió el embate telúrico pero los daños fueron irreversibles y al final el polvo se convirtió en polvo. El barrio Largaespada, al igual que la mayoría que conformaban Managua enfrentaron un feroz terremoto no comparado con los ocurridos en 1844, 1885 y 1931.

El terremoto del veintitrés de diciembre de mil novecientos setenta y dos era otra cosa. Era algo horrible. No se supo en que instante la fiesta navideña se convirtió en dolor. No podemos decir que brotaron lágrimas en esos momentos. Muchas veces –el terremoto lo puso al descubierto- era tan grande el dolor que las mismas lágrimas sufren tanto que no quieren siquiera dar la cara.

La Miscelánea “Angelita” en el corazón del barrio Largaespada, destrozada, en sus escombros estaba el hijo de la propietaria Angelita Reyes de Lai, lloraba esta gran mujer ante los escombros de su vivienda, igual cosa hacia Ramón Lai su marido. José Ramón Laí Reyes -Chonin-, el hijo de estos estaba enterrado en los escombros.

Sin medir consecuencias, propia acción de joven, penetré entre piedras, bloques, polvo y logré llegar donde estaba semienterrado el niño. Halé bruscamente de su brazo y logré rescatarle, aún vivía, aún vive en Brasil convertido en Ingeniero. De prisa llevamos al niño al Hospital Bautista ubicado a escasas cuatro cuadras. ¡Decepción! El Bautista en el suelo, destrozado, ya muchos heridos y muertos estaban en sus costados esperando una inútil atención.

Un pavoroso incendio en el corazón de la Capital surgió posterior inmediato al terremoto. Mercado Central, San Miguel, los dos más grandes y populosos de Managua fueron calcinados por las llamas. Farmacia Ramos, Sabas Acosta eran parte de la antorcha que ponía punto final a la existencia de Managua. Las llamas avanzaron y a su paso destruían todo. Imposible ayudar a las miles de personas que habían quedado atrapadas en ascensores, oficinas, edificios comerciales y casas particulares. Feo decirlo, pero los que vivimos el terremoto de 1972 estuvimos en el mismísimo infierno.

Esa madrugada friolenta, cargada de dolor, me recordó el momento agradable que horas antes había gozado en el barrio San Sebastián en casa de nuestro compañero de estudios Julio César Chacón actualmente radicado en Costa Rica. Logré llegar en Jeep Scout facilitado por el Profesor Justo Pérez Mora, ya fallecido, al famoso barrio.

Julio Chacón de rodillas, frente a los escombros de su vivienda, toda su familia había quedado sepultada, una familia entera, no podía aceptarse esa triste realidad, apenas minutos antes nos tomamos un par de tragos en la acera de esa casa atendido por su propia Madre. “Todos están allí” me señaló Julio Chacón.

Procedimos a quitar destrozos y a evacuar muertos. Se profundizaba en ese instante la dolorosa tarea de rescatar heridos y muertos. Julio no se detenía y continuaba tarareando ante estas horribles escenas la Canción de la Alegría de Beethoven. No había lágrimas, estas vendrían después, siguen surgiendo hoy al recordar a los más de veinte mil muertos que dejó a su paso el sismo. Sin bomberos, sin policía, sin Cruz Roja, sin nada. Solo aferrados a la voluntad de Dios.

FALTARON ATAÚDES

Ataúdes hicieron falta. Tipitapa fue solidario, nos obsequió ocho Cajas mortuorias que sirvieron para dar cristiana sepultura a un número igual de víctimas. La mayoría de muertos compartieron tumba. Palas mecánicas cavaron fosas de ocho por veinte por tres metros. Camiones de volquete depositaron centenares y centenares de cadáveres en las tumbas comunes.

Muchos amigos, familiares de estos quedaron enterrados para siempre. En el cementerio Oriental de Managua, ante estas escenas nadie lloró a sus muertos, tal como escribiera anteriormente, las lágrimas vendrían después y es por eso que muchos de los que vivimos esa terrible experiencia lloramos, incluso, ante la ternura infinita de un pajarito.

Casa Vargas y el edificio del Diario “Novedades” tampoco estuvieron al margen del desastre. Nunca más Managua que nos recibió y acogió en su seno con ese amor que no se compra ni se vende. Nunca más Managua con sus barrios sanos, cafeterías y poetas, cuentistas, ensayistas, pintores y declamadores ávidos de cultura progreso y amor. Nunca más volvería a ser Managua como la Managua que vivió hasta las doce y veintiocho minutos de la madrugada del veintitrés de diciembre de mil novecientos setenta y dos.

EL SAQUEO

El saqueo también dio la cara para concluir la obra infernal. Muchos indiferentes al dolor ajeno llegaron de los departamentos y municipios a saquear, a robar, a hacer más daño a los damnificados. La Guardia de Somoza también saqueaba y arrebataba bienes a aquellos que se querían aprovechar. No había duda, había comenzado otra triste acción contra Managua. ¡El saqueo!

Managua sin luz, sin agua, sin alimentos y sin casas. Tratábamos de cuidar los pocos enseres en regular estado que habían quedado a familias amigas, entre ellas los Pérez Mora, Los Coca, Los Navarrete, los Ortega, los Barretos, los Sevillas, entre otras honorables familias del barrio Largaespada.

Hicimos un alto en la pesadilla ante la noche del veinticuatro de diciembre en plena media calle del barrio Largaespada. “Feliz Navidad” dijera don Carlos Sevilla, conocido como Chale Sevilla, ya fallecido, a decenas de personas sentadas y acostadas en plena calle alumbrada por la luna decembrina. Managua seguía temblando.

Un trago de whisky evacuado quién sabe por quién y donde supo a nada. Surgieron abrazos, feliz navidad, simple como por llenar un vacío, cumplir con un requisito establecido. Todos sin regalos, sin gallina, pavo y pollos, sin tragos, sin uvas peras y manzanas. Sin nada. Con mucho dolor y sin poder llorar.

LA AYUDA INTERNACIONAL Y EL ABUSO

La ayuda internacional no se hizo esperar. Países amigos enviaron aviones cargados de medicinas, ropa y alimentos. Anastasio Somoza Debayle nombró Coordinador de la ayuda internacional a su propio hijo del mismo nombre apodado el “Chigüín”, la mayor parte de la ayuda llegada del exterior quedó en poder de los “Controladores” de turno en el Aeropuerto “Las Mercedes” hoy “Augusto César Sandino”. Hoy esos mismos abusos no pasan desapercibidos.

El capital de los otrora dueños de Nicaragua se incrementó con la desgracia de los capitalinos y ahí recomenzó el fin de la dinastía Somocista. Ya había iniciado el 21 de Septiembre de 1956 en León. Todo acaba. Todo tiene su tiempo.

Cómo no recordar en este triste pasaje la figura morena del inmortal Roberto Clemente, el big leguer, que nos había visitado durante el XX Campeonato Mundial de Base Ball Aficionado, “Nicaragua Amiga 72”. Roberto cargó de víveres y medicinas su avión y salió de Puerto Rico rumbo a Managua con mucha ayuda. Lo hizo de noche. Roberto Clemente se perdió para siempre el 31 de diciembre de 1972 pero su gesto e imagen quedaron estampados en el corazón de todos los nicaragüenses en particular de los que sufrimos la embestida del terremoto.

Anastasio Somoza Debayle no perdió un segundo para hacer negocio a costa del sufrimiento de todos los que habitábamos la Capital.

“Abandonen Managua, abandonen Managua…” decía un sujeto con megáfono en mano desde un helicóptero que volaba sobre los escombros de la Capital. Advertían que la epidemia podía iniciar de un momento a otro. El hedor de muertos –humanos- ya era una molestia para los que nos resistíamos a abandonar nuestra querida Capital.

Al final el éxodo. Miles de familias ordenadamente dejamos atrás Managua físicamente destrozada, la Managua intacta iba en nuestros corazones. Para principios de febrero de 1973 ese éxodo fue retornando a Managua, poco a poco. Muchas familias quedaron para siempre viviendo en el interior del país, otras tantas se fueron de Nicaragua para nunca más volver.

Managua jamás volvió a ser lo que era. El terremoto de 1972 todo lo destruyó, sin embargo, como el Ave Fénix la Capital con el apoyo de sus hijos ha venido surgiendo de las cenizas. Aunque para ello se ha tenido que hacer un recuento del daño que nos ocasionó el sismo que hoy a cuarenta y nueve años de distancia le recordamos con nuestras viejas referencias. Referencias destruidas físicamente pero que están intactas en nuestras mentes. En nuestros corazones.

Papum, los Balcanes, el Infierno, el Abanico, el Plaza, el Adlon Club, el Club Managua, el Cuarto Bate, la Conga Roja, el Eskimo, el Salazar, el Lacmiel la Financiera; Tienda de Carlos Cardenal, Panadería Cagnoni, la Sopa de Arriba, en medio y abajo, la Noche Criolla con sus patitas de chancho, Chico Toval, los Coyotes de la Roosevelt, Tropigás, el Versalles, el Mouling Rouge, el Almendarez, la Galletería Cristal, el Club de Clases, los Dormitorios Públicos, las Honorables putitas lindas de La Hortensia, Cafetería La India, el Foker, la Colonia Montoya, el Café Vargas, la Carne Asada del Gran Hotel , el Jardín Central, los Juzgados del Trébol, el Bóer, el Luky Seven, la Palmera, el Charco de los Patos, el Mercado Central y San Miguel, el Buen Tono , la Estela Alfaro con sus galanas muchachas; la Cumbancha, el Gato Abraham,  el Mamón; las Dos y media, el Nilito Blanco que aún este último se resiste a morir y el Munich que recién cerró sus puertas. Estas y otras referencias populares tienen su propia historia.

Jamás resucitó Cafetería “la India” en cuya sala principal los poetas, ensayistas periodistas de la época se daban cita para “resolver el problema de Nicaragua”. En la década del 80 del siglo recién pasado laborando para Imelsa (Importaciones y Exportaciones Literarias, S.A.) me orientaron diseñar un reprís de Cafetería “la India”. Surgió la “Yerbabuena” administrada por la bella Miriam Hebe (qepd) en las cercanías del actual Price Smart pero sencillamente “no pegó”.

Como Cafetería “La India” ninguna.  Tampoco Casa Vargas con su inolvidable y humeante café nos volvió a albergar. Las minifaldas, los escotes y los Coyotes de la Roosevelt se fueron con el terremoto, también “Cebollón”, Pedro “Tuco” y Juan “Culón” y hasta Peyeyeque se confundieron en la argamasa del brutal sismo que paralizó el corazón de nuestra Capital. Las miles de golondrinas dejaron de cagarse sobre nuestras cabezas en el sector del Banco de Londres, Jardín Central y Tienda de Don Carlos Cardenal. Lamentable. Doloroso.

PREMONICIÓN

A mediados del año 1972, el Ingeniero Carlos Santos Berroteran apareció anunciando sus “premoniciones científicas” de que iba a ocurrir un Terremoto de grandes magnitudes, debido, supuestamente, a que ya se había cumplido la supuesta “vuelta cíclica” de 30-40 años desde la ocurrencia del Terremoto del 31 de marzo de 1931 y porque, presuntamente, habían “movimientos raros” en el subsuelo de Managua. Nadie quiso ponerle atención a Santos Berroteran.

La verdad es que esa noche el cielo se puso rojizo y finalmente llegó el traqueteo infernal de las doce y veinte y ocho minutos de la noche de aquel 23 de diciembre de hace 49 años.

Managua fue destruida por el terremoto de 1972 en treinta segundos, igual que Hiroshima, sueños, aspiraciones, toda una frustración, impotencia, pero lo fundamental. Nadie se rindió. Todo producto de un sismo 6.4 es la escala Richter. 320 mil afectados, sin viviendas, sin dirección. 20 mil muertos. -Diversas fuentes afirman que fueron no menos de veinte mil los muertos- Muchos perdieron a sus familias. Cuarenta y nueve minutos después del primer sismo el otro, luego otro y Managua cayó a mis pies hecha pedazos. Sin previo aviso, muy propio de la naturaleza. Muy íntimo del Creador.

Los temblores no dejaron a la Capital en paz, sismos de menor intensidad, replicas, mantuvieron su ritmo después de la catástrofe. Centenares de movimientos telúricos se suscitaron después del veintitrés de diciembre, aún para marzo de 1973 Managua sufría los embates de la falla sismológica de Tiscapa que se había activado a las 12:28 de la madrugada del 23 de diciembre de 1972, teniendo como epicentro las orillas del lago de Managua.

LA SOLIDARIDAD ANTE EL DRAMA

De la alegría a la tristeza. Del canto a la agonía. De la risa al llanto sin lágrimas. De la indiferencia a la solidaridad, de la estabilidad a lo incierto, de la hermandad navideña al siempre amor de los Managuas. Fueron variables que el terremoto de 1972 nos impuso… ¡Ah…! cómo olvidar “La Costillita” -cantina popular- en donde conocí el sabor de la cerveza y consumí Gato en vez de Conejo. En esa inolvidable estancia etílica nos daban “gato por liebre”.

Como olvidar Papum-cerca del Cine México- frente al Batimercado propiedad de Don Enrique Lang y Carmencita Salmerón papá y mamá respectivamente de Emmett y de Evelyn Lang Salmerón, Don Enrique, Carmencita y Evelyn están en el cielo. Las Baterías Hasbani de don Luis, el aeropuerto Xolotlán, Tostaduría el Caracol de don Tiño Campos cuyos hijos Tinito y Magelda compartieron aula y fiesta con muchos de “nuestra pelota”.

Jamás podré olvidar los Dormitorios Públicos, los Yokotas en San Sebastián; al Profesor Justo Pérez Mora éste último con su risa jovial, cantarina recordándonos al pájaro güis de la Paz Centro. Difícil no llorar al recordar lo que fue nuestra Managua. Somoza cubrió de alambre la cintura de Managua destruida pero jamás pudo alambrar el amor que hemos tenido y tenemos para nuestra Capital.

Se dislocó la familia mediante el terremoto, pero se unió aun más en la reconstrucción individual y colectiva. No padecimos hambre, sed y frío. Siempre surgieron familias solidarias que nos brindaron no solo su mano y techo si no también sus alimentos y medicinas hasta trabajo al interior del país. Nunca olvidar la hospitalidad de Doña Anita Quintana cuya familia en la Paz Centro calmó nuestra sed y hambre. La solidaridad del nicaragüense estuvo a prueba…y que solidaridad ¡¡DIOS MÍO!!

PERSONAS INOLVIDABLES

Antes de concluir este pequeño esbozo de lo que fue nuestra Capital -desde mi óptica- no podría dejar de mencionar al Mondongo “El Cayasso” que fue sitio de reuniones bohemias de jóvenes estudiantes, “La Pedrera” donde los piedrazos –tragos- estaban a la orden del día.

Managua caliente con sus calles, en su mayoría asfaltadas. El Restaurante Munich cerca del Palacio Nacional sigue siendo histórico, dejó de operar recientemente en la 35 Avenida de nuestra actual Capital, El Cine Alameda, El Chalecito pegado al Alameda, A Chilolo con su “tiradora” cerca de la Galletería Cristal, Tito Fariñas y tantos otros y otras.

Todas estas referencias y personajes son parte de este recuento en el cual no pueden faltar los huevos de “Míster Vaughan” frente a la farmacia de Laslo Pataky, El cine Bóer y el Mercado del mismo nombre con Julio Carranza reparando televisores en blanco y negro, con los gritos de buseros panzones y ayudantes flaquitos que es parte de la fisonomía de una parada de bus en nuestro país. La otrora e histórica parada de buses y microbuses de Carazo y Rivas en el costado sur y este del mismísimo mercado Bóer.

Enterramos a nuestros muertos, elevamos una oración por los que quedaron sepultados por siempre en sus destrozadas viviendas. Oramos también por los qué aun deambulan ya ancianos y ancianas debido al sismo por las calles de nuestra Capital. Aún oramos para que no vuelva un terremoto similar a destruir nuestras obras y esperanzas.

Justo reconocer la compañía de muchos y muchas que hicieron posible brindar ayuda a los más afectados cerca de nosotros durante y pos terremoto, justo mencionar a: León Hilario Silva-hoy convertido en Ingeniero Civil, vive en Bolonia, -Managua- Luis Manuel Loáisiga –El Cherife- actualmente casado con Maura Noelia Pérez Quintana-radicados en New Orleans, Usa- Profesor Justo Pérez Mora –q.e.p.d-, su esposa Profesora Victoria Quintana, sus hermanas Maruca y Graciela, estas tres ejemplares damas ya fallecidas.

Nunca podré olvidar a la Profesora Anita Quintana –La Tía- vive actualmente en La Paz Centro-León-, Leslie Pérez Quintana -hoy Ingeniero radicado en Brasil-, Don Heberto Bermúdez-Marido de Maruca- fallecido recientemente, un gran ciudadano que me enseñó el don de la caballerosidad. Vivía en Residencial las Brisas, ya aún anciano continuaba siendo todo un caballero.

Imperdonable no mencionar a Don Carlos-Chale- Sevilla –qepd-, un gran orador, Juan Coca – un gordito –Ayúdenme a decir gooooordoo- que con su sencillo camión tanto nos ayudó a dar respuesta al necesitado, que Dios lo tenga en su Santo Reino, Doctor Julio Navarrete, Ingeniero Migdonio Barreto, Doctor Enrique De Montis Solís que me facilitó un viejo camión el cual sirvió para evacuar a varias familias hacia la Paz Centro, León, Chinandega, Chichigalpa, Carazo, Masaya y Granada. Bueno reconocer apoyo –durante el sismo-de Azalia Álvarez su hermana Yima y su hermano Saúl al igual la ayuda de la madre de estos históricos amigos cuyo nombre se me escapa.

Saúl Álvarez me enseñó el camino de la conspiración contra Somoza en 1974 y que durante la Insurrección Sandinista en el fragor del combate -1978/1979- se ganó el honroso titulo de Subcomandante. Saúl fue asesinado en la carretera norte-Managua- mediante una protesta callejera en los años 80, un gran muchacho antes de la guerra, durante el terremoto un chavalo valiente; en la insurrección un gran combatiente, un gran hombre después de la guerra de liberación y tantos otros y otras que estarán por siempre en mi corazón. A Saúl Álvarez hoy se le recuerda con su nombre que lleva la unidad policial en San Rafael del Sur.

Oportuno señalar el singular arrojo, apoyo, valentía y poder de decisión, ante momentos difíciles, de una muchacha que jamás perdió el verdor de sus ojos menos su fecundo optimismo ante la catástrofe -¡tenía que ser mujer!-. Me refiero a Maura Nohelia Pérez Quintana.

Nohelia fue un insustituible apoyo para lograr vencer graves obstáculos durante los duros momentos en que nos embistió el terremoto de 1972. Todos ellos y ellas sufrieron igual o más que yo ante esta tragedia.

Donde se encuentren que Dios les guarde y bendiga siempre…

FIN.

HENRY J. BRICEÑO

SOBREVIVIENTE DEL TERREMOTO DE 1972

SAN RAFAEL DEL SUR, NICARAGUA

DICIEMBRE 21 DEL 2021

¿NUEVAMENTE SE DESTRUIRA MANAGUA?

      Hemos venido hablando, discutiendo, señalando que lamentablemente nuestra querida Capital, Managua, podría ser sacudida por un fuerte terremoto.

      De allí que surgen, prudentemente, los ejercicios simulados a fin de mitigar el impacto de la madre naturaleza. 1931, martes Santo, Managua destruida por un sismo, luego vendría aquel viernes al amanecer sábado 23 de Diciembre de 1972, lo vivimos de forma macabra, nos sorprendió y nos enseñó que era hora de reflexión, de respeto hacia el medio ambiente, además, de prepararnos para un futuro casi inmediato.

      Nadie escuchó el pronóstico del arquitecto Santos Berroteran cuando señaló que Managua podría enfrentar un sismo catastrófico antes de diciembre de 1972, y Managua destruida en un santiamén en plena navidad. Fue terrible.

       Los simulacros que se realizan en estos momentos en barrios, mercados y otros de nuestra capital son más que necesarios, pues, al momento del sismo que sin duda nos llegara basado en el tiempo entre uno y otro de los sismos que han asolado Managua, no nos encuentre desprevenidos.

      El terremoto de 1972 encontró a Managua con 300 mil habitantes, veinte mil muertos, destruida totalmente la capital, que pasaría ahora con una Managua con un millón 300 mil personas y donde nadie sabe dónde comienza y termina nuestra capital.

      El daño colateral sería desastroso, pues, ¿dónde albergamos a tanta gente que saldría damnificada del sismo? ¿Tenemos capacidad de albergue? ¿Medicinas?, ¿hospitales?, ¿ambulancias?, ¿sangre?, ¿agua?, en fin, el panorama es sombrío ante un posible terremoto que sacuda a la capital con consecuencias catastróficas para todo el país.

      Por eso la importancia de participar en todos estos simulacros que se llevan prudentemente a cabo y de forma permanente. La historia se repite, pero esta vez que no nos sorprenda un sismo de la estatura de 1931 y 1972 del que éste último hemos hablado, grabado dramatizaciones y brindado tantas charlas durante muchos años al pueblo nicaragüense. Dios proteja a mi país.

Henry J. Briceño

San Rafael del Sur

Diciembre 21 del 2021