Opinión / Ensayos · 13/04/2023

No existe agenda democrática de la oposición sin la participación y la centralidad de las víctimas

Danny Ramírez-Ayérdiz*

Escribo estas líneas a propósito de una entrevista en la que participé el día de ayer (doce) junto a dos madres de abril. Mientras se desarrollaba el programa, las madres fueron contando los ejes centrales de su lucha: memoria, verdad, justicia, reparación y no repetición. Junto al enorme abanico de víctimas que ha producido el actual régimen, las madres de abril son el estandarte que clama por una transformación democrática con justicia para sus hijos ejecutados por el Estado de Nicaragua. A pesar de la verborrea cansina, es imposible que la señora de las alocuciones del mediodía pueda rebatir la inmensa legitimidad de las madres y los padres de los ejecutados por su gobierno.

Sin embargo, mi preocupación en este escrito se da al escuchar de las propias madres de abril cómo fueron insultadas groseramente por personas que hoy andan en los espacios políticos y de incidencia exigiendo justicia por esas mismas mujeres que perdieron dolorosamente a sus hijos. Asimismo, las madres expresaron que ellas no van a permitir ningún aterrizaje suave, ni que la justicia se negocie. También mencionaron que toda esta gente que hoy quiere asumir la representación política del pueblo nicaragüense en el exilio no las toman en cuenta y que ellas merecen un espacio dentro de ese concierto de voces, si se quiere llamar a eso oposición.

Yo les digo a los de los lobbies, a los de las presentaciones políticas ante los órganos internacionales e instancias gubernamentales extranjeras: no hay agenda democrática opositora sin la participación y la centralidad de las víctimas. Estoy seguro de que el pueblo nicaragüense y en especial las víctimas de todo tipo, están cansadas de los remedios impuestos desde arriba, desde los apellidos, desde la supuesta experiencia política, desde lobbismo.

Quienes quieren hacerse responsables de llevar a Nicaragua hacia la democracia deben entender que la agenda de esa transición tiene que ser construida sobre la base inapelable de las víctimas y sus familiares, porque la razón de exigir el retorno del estado de derecho no es solamente una cuestión instrumental: el nuevo Estado debe tener como motor de su accionar la no repetición y por tanto, las víctimas y sus familiares tener una participación protagónica en la elaboración de cualquier agenda política porque la transición se va a deber a ellas y no ellas a la transición.

A los políticos y los personeros políticos les digo: el hecho de ser víctimas algunos de ustedes, no les da la legitimidad para hablar en nombre de otras víctimas, son demasiadas e incontables. Dejen de practicar el caudillismo, ese que tiene a Nicaragua en el actual estado agónico de las cosas y de una vez por todas ríganse por las prácticas democráticas, abandonen la vieja creencia y práctica de hablar por y en nombre de los demás.

Yo les pido no que consulten a las víctimas, sino que le cedan el espacio que estas merecen. En lugar de estar pensando cómo repartirse al Estado y cómo establecer condiciones económicas favorables para ciertos sectores, piensen ya en la transición, una transición que tiene que ser necesariamente de la mano con las organizaciones de víctimas y sus familiares. Dejen las mezquindades y no se bañen más en el dolor de todas las víctimas y procedan a establecer mecanismos donde las organizaciones de víctimas estén presentes en cualquier intento de construcción de una agenda para el futuro de Nicaragua.

Todo intento de reconstrucción del estado de derecho sobre la base de una falsa pacificación sin que la verdad, la memoria y la justicia estén presentes y evidenciadas de manera pragmática en escuchar y satisfacer las necesidades de justicia de las víctimas, abrirá, lamentablemente, un capítulo ilusorio más en la historia de Nicaragua. La democracia no puede nacer inconsulta y tampoco sorda ante los reclamos de dar el lugar a quienes merecen ese lugar. Repito: dejen de hablar por las víctimas y denle y no usurpen el protagonismo y el lugar que por imperativo histórico y ético estas merecen y merecerán en el futuro democrático.

* Secretario ejecutivo de Calidh y profesor de derechos humanos.