Opinión / Ensayos · 18/05/2021

No todo está perdido, en esta crisis de unidad opositora

*Por Edmundo Jarquín

En las redes sociales encontré un buen pensamiento para juzgar esa crisis de unidad de la oposición: son los candidatos y su perfil, más que las organizaciones, quienes expresan a la oposición. Precisamente, toda dictadura -y la actual de Ortega no es una excepción- trata de eliminar o subordinar al sistema de partidos políticos, para personalizar la política. Las organizaciones partidarias, incluso el FSLN, están en enorme precariedad.

Pero recordemos las elecciones generales de 2011, que se realizaron en medio de toda la complacencia nacional e internacional que existía con el régimen de Ortega. ¿Qué pasó en esas elecciones? Lo explicamos a continuación, para que se vea la importancia de los candidatos.

Primero, Ortega tenía una doble limitación constitucional para correr en esas elecciones. Había sido Presidente bajo la misma Constitución, de 1985 a 1990, y era actualmente Presidente, en circunstancias, entonces, que la Constitución le prohibía ser nuevamente Presidente. Pero Ortega, en base a su pacto con Alemán, controlaba la Corte Suprema de Justicia (CSJ), la cual consideró inaplicable esa explícita prohibición constitucional.

Segundo, la oposición verdaderamente democrática, aglutinada en el Partido Liberal Independiente (PLI), incluyendo al Movimiento Renovador Sandinista (MRS), ahora Unamos, proclamó a Fabio Gadea Mantilla como su candidato Presidencial. Y pese al “famoso tendido organizativo” del Partido Liberal Constitucionalista (PLC), y llevando al propio Arnoldo Alemán como candidato, obtuvo solamente el 5.5% de los votos. El pueblo le pasó la factura de su pacto con Ortega. ¡Y pese a la palada de votos que le debe haber echado Ortega, con su control del Consejo Supremo Electoral (CSE)! Fabio, pese al fraude, obtuvo casi el 34%, varias veces más que Alemán.

Por consiguiente, ni Fabio ni yo, como candidato a Vicepresidente, aceptamos la diputación “regalada” por los pactos Alemán-Ortega, dado el nivel de violencia e irregularidades de esas elecciones.

Tercero, la Misión de Observación de la Unión Europea (UE), señaló en su Informe Final de esas elecciones que no podía avalar los resultados, en base a los cuales Ortega reformó la Constitución, pues no había tenido acceso a las Actas de las Juntas Receptoras de Votos.  Y todos recordamos al Jefe de Misión de la OEA, el ex Canciller argentino Dante Caputo, qué al no permitírsele acceso a un número significativo de Centros de Votación, dijo al inicio de la tarde del día de las elecciones que no podían saber qué estaba pasando, pues le habían “tapado el radar”. 

De esa historia, hay lecciones que ilustran el momento actual, de la frustrada unidad opositora: a) los candidatos importan más que organizaciones en ruinas, y un candidato o candidata que unifique a la oposición puede generar la votación que, no existiendo la complacencia con Ortega, podría generar un cambio de gobierno; b) eliminar a candidatos, salvo los “ungidos”, expone a la exclusión electoral de la verdadera oposición democrática en 2016, que antecedió al abril de 2018, y por tanto seguiría la crisis; c) la oposición democrática, en general, ha manifestado su disposición a participar en la contienda electoral, a pesar de las reformas electorales y de la elección de un Consejo Supremo Electoral (CSE), que “claramente dan ventaja absoluta al partido oficial en el control de la administración y justicia electoral…”, según el informe que presentó el miércoles de esta semana el Secretario General de la OEA, ante el Consejo Permanente de esa organización.

La trampa de la unidad de la oposición, que urdió Ortega al limitar arbitrariamente las personerías jurídicas, es a su vez la trampa del propio Ortega.