Cultura · 28/07/2021

Padre Ernesto, que estás en los cielos

Carlos José Blandón Ruiz /
La Trinidad, Estelí

Solentiname pregunta por el poeta

Semejaste al maná en el desierto
con tu llegada al paraíso de los sueños perdidos,
en el que dudaron si eras padre o un poeta.
Así apareciste en la Solentiname ignota,
forastero y subrepticio, siendo peregrino
en las aguas profundas del lago inmenso.
Bogaste en la barca del anhelo,
y reuniste ecos en la red que urdiste con tus manos cándidas
y los dones del cielo repartiste jubiloso en tierra firme.
Solentiname fijó su mirada en ti, poeta,
y le enseñaste:
a cultivar el arte y a vivir de él,
a pescar las utopías y andar por ellas,
y a despertar las ilusiones dormidas
de aquel horizonte quebrado.
Pero los años ofuscaron tu existencia
y corriste por los bordes de la noche ligero,
gran Príncipe del evangelio sagrado.
Y averiguó por ti
el campesino de los cuadros primeros,
y resonó la voz de
Eufredito y su escultura límpida,
y se acordó también de ti
el niño inocente que acarició tu barba blanca,
y trinó el pájaro ciego desde su nido tórrido
y se oyó el lúgubre canto de la flor ribereña.

¡Qué pensar ahora o qué decir después cuando Solentiname,
en su corazón de agua y en la oquedad del olvido,
pregunte otra vez, ¿dónde está el poeta?!

La Trinidad, 22 de septiembre de 2020

Último marzo

Constelan el azul vibrante,
los Ernestos de visión contrastante:
Mejía, estrella de ensalmos y conjuros,
Martínez, insurrecto solitario del paraíso recobrado, y
Cardenal, nuestro Cardenal,
el poeta del salmo herido
y epigrama de palabras cortas
pero de silencios largos.
Te vimos en un triste volar,
Ernesto Cardenal,
en aquel último marzo
en que la furtiva flecha del olvido,
dio certera en tu corazón endeble,
para regar el universo con el aroma
suave de tu ausencia
y en el vaivén de los años,
tu boina de ensueños,
ilumine los cielos y colme de esperanza
el dulce recodo del silencio.

La Trinidad, 21 de septiembre de 2020

Padre Ernesto

Bienaventurados los poetas rebeldes como tú,
porque de los tales es el reino de los versos.
A tu evocación, insigne hijo del pueblo,
el vasto cielo azul chisporrotea ferviente,
en un irresistible halo de luz:
salmos y epigramas de tu testa inmortal.
No llores, profeta insurrecto,
prende tu vela febril,
deja que de tu barba entrecana,
corran siderales plegarias que
quebranten los dardos
de incredulidad y olvido,
de soledad y espanto,
de hambre e injusticia.
Ven y danos el ósculo santo
de tu sagrada misa;
calza despacio tu sandalia franciscana,
aunque brille presurosa y urgida
en tu negra boina y tu blanca cotona,
la ineludible estrella de la eternidad.
Poeta de los espejuelos místicos,
se atisba en el reflejo de tus ojos
la dulce voz del crepúsculo sereno,
que se une a nuestro corazón contrito
en una sola oración al Santo:
Padre Ernesto, que estás en los cielos…

La Trinidad, 20 de septiembre de 2020

(Del libro Utopías del alma, 2021).