*Erick J. Blandón
Temprano en la mañana el posible perdedor pidió a gritos que pararan de contar los votos. Horas más tardes enfurecido porque no le hacían caso ordenó por Twitter que cerraran los colegios electorales. Sus asesores vinieron a decirle que si se detenía el recuento de votos la victoria sería de inmediato adjudicada a su oponente que lo adelantaba por mucho en el número de boletas contadas. Más furioso aún ordenó recurrir al fraude.
-No pudimos hacer fraude, le dijeron.
-Qué qué, bufó.
-Usted, señor presidente, proclamó a los cuatro vientos que nunca perdería, así que nos confiamos a su seguridad.
Se echó boca arriba en el piso. Pataleó el aire. Entornó los ojos mientras se daba manotazos en las mejillas y la frente, miró con rencor a su copete y lleno de amargura lo increpó:
-De nada me ha servido cuidarte más que a nadie en el país. Tiró con rabia de él hasta atraerlo al borde de los labios, lo lamió pretendiendo prensarlo con los dientes y lo dejó chupado como un mango cuando empezó a hacer pucheros y churepas, mientras su hijo menor y su mujer preparaban las maletas.
Jueves 5 de noviembre de 2020 a las once de la noche.