Nacionales · 10/02/2022

¿Qué tienen en común estas cuatro Primeras Damas de Nicaragua con Rosario Murillo?

*Por Voces en Libertad

Murillo nunca ha visto con agrado que la llamen primera dama. Antes prefiere que se refieran a ella como “compañera” o “copresidenta”.

En Nicaragua, la figura de la primera dama fue desmantelada por completo con la llegada de Rosario Murillo al poder en 2007. Sus cuatro antecesoras, si bien jugaron roles activos en el gobierno, no tuvieron ni la centésima parte del poder que ostenta la actual vicedictadora.

Ser la primera dama de un país implica formar parte del séquito protocolario del Presidente al que acompaña en viajes y recepciones oficiales. También, se espera que participe en programas sociales y de beneficencia del gobierno.

Ya que no es un cargo, no tiene autoridad sobre otras personas, tampoco devenga un salario u otra compensación. Solo cumple una función decorativa. Debido a esto y a que constantemente se ve sometida a la mirada pública se le “exigen” dos cualidades: elegancia y gracia social. O al menos, que no protagonice ningún escándalo que perjudique la imagen del Presidente.

En la mayoría de sus discursos del mediodía Murillo ofende y le da órdenes a quien se le ocurra y oponga utilizando un vocabulario inapropiado. El presidente de EE.UU, Joe Biden, altos funcionarios de organismos internacionales y las propias bases de su partido han sido blanco de sus palabras altisonantes.

La “compañera” es la vocera del régimen de su marido, “cogobernante”, poeta autonombrada y nigromántica. Nunca la primera dama.

Hija de tigres

Cristiana Chamorro es hija de un héroe nacional y una expresidenta de Nicaragua. Ocupó el lugar de primera dama durante el primer gobierno democrático de este país en más de 50 años, cuando gobernó su mamá doña Violeta Barrios de Chamorro, de 1990 a 1996. 

Siendo primera dama, Cristiana también desarrolló tareas de comunicación y relaciones públicas, pero manejó un bajo perfil político. No fue blanco de críticas ni por su apariencia, falta de decoro o por insultar a nadie. 

Las únicas noticias negativas donde su nombre aparece involucrado tuvieron que ver con las desavenencias políticas entre miembros de su familia que terminaron por apartarla de la dirección del diario La Prensa fundado por su abuelo. Y en segundo lugar por la actuación de su esposo, Antonio Lacayo, como ministro de la presidencia, quien era señalado de tener afinidad con los sandinistas y de ejercer demasiada influencia en las decisiones de doña Violeta.

En las pasadas elecciones estaba en vías de convertirse en la principal oponente de Ortega y repetir la hazaña de su progenitora. Hoy es una de los 170 reos de conciencia que se encuentran en manos de un Poder Judicial comandado por la dictadura.

En relación a Murillo, la única coincidencia es que ambas trabajaron en La Prensa. Murillo como secretaria. Cristiana como directora.

Las dos Marías 

La hija mayor del expresidente Arnoldo Alemán, María Dolores Alemán, fue primera dama de la República durante los primeros tres años de gobierno de su padre, hasta que éste se casó en 1999 con María Fernanda Flores y ella asumió el título.

Ambas comparten el mismo nombre de pila y ambas han sido diputadas por el PLC (partido señalado junto a su líder de ser el responsable de que Ortega llegara al poder). Con Murillo comparten el gusto por el poder que da la política, las sanciones de EE.UU y el desprecio de la comunidad internacional.

Las dos Marías protagonizaron uno de los escándalos de corrupción que involucraba las “obras de caridad” que ejecutaban con dinero de las “donaciones” a la Fundación María Dolores Cardenal. Se descubrió que en realidad dichas donaciones provenían del desvío de fondos del Estado.

Los artículos de lujo que ellas compraban con dinero del erario nacional no tienen nada que envidiarle a las extravagancias de Murillo. En cada acto de gobierno se gastan miles de dólares en flores, agua importada para los asistentes y electricidad. Y aunque ha sido muy criticada por su falta de gusto en el vestir, algunos de sus atuendos y piezas de joyería son de diseñador.

María Dolores y María Fernanda no destacaron en su papel de primeras damas, pero ambas utilizaron esa experiencia y las influencias del expresidente para escalar políticamente. María Dolores actualmente es contralora de Ortega y María Fernanda iba a liderar al PLC en sustitución de su esposo. Hoy es presa política de su antiguo aliado.

Doña Lila T.

Al igual que a Rosario Murillo, a doña Lila T., también le molestaba el título de primera dama, aunque en su caso se debía a la modestia de su carácter y no a las tareas que éste conlleva. “Suena como un mal apodo”, declaró alguna vez, “la única ventaja que le encuentro es que no tengo que hacer fila en el aeropuerto”.

Doña Lila T. nació en 1929, en tiempos de la Gran Recesión económica que se inició en EE.UU y afectó al resto del mundo. En algunas entrevistas se refería a sí misma como una “mujer de las de antes”, en alusión al rol que la sociedad de su época esperaba que una mujer cumpliera y a los principios de austeridad con que se manejaba. 

Sin embargo, no era la típica esposa sumisa. Tenía su propio ‘coto de poder’ dentro de la casa y defendía sus puntos de vista si hacía falta. No solía quedarse callada. “Pero soy muy prudente”, declaró en varias ocasiones, “en público solo doy mi opinión si me la piden”.

Mientras fue primera dama se dedicó a las obras que beneficiaban a los pobres y a la niñez, principalmente. Unas 70 mil familias fueron beneficiadas de forma directa en su gestión.

A diferencia de Murillo, doña Lila T. detestaba la política. Pero, apoyó a su marido, don Enrique, cuando decidió correr como vice de Alemán en 1996 y después como candidato del PLC en 2001, “porque ese era mi deber como esposa”, dijo a una revista local.

Murillo y ella además tenían en común la afición por las cartas. La “compañera” las usa como método adivinatorio. Doña Lila T. iba al casino para relajarse, “es mi terapia porque sale más barato que el psiquiatra”, habría dicho cuando algunos medios la señalaron de usar dinero del Estado para ese fin. Algo que nunca comprobaron.