Opinión / Ensayos · 27/01/2021

Relación Inversa

En este año de supuestas elecciones, Ortega pondrá todo su empeño en imponer una relación inversa entre la variable de apertura al establecimiento de condiciones para un proceso democrático y la variable de la unidad de la oposición. Si el régimen se ve presionado a cumplir con la resolución de la Asamblea General de la OEA y los llamados de la Unión Europea para permitir la celebración de elecciones bajo estándares democráticos internacionales, tratará de compensarlo con una mayor incidencia para frustrar el proceso de unidad de la oposición, bajo la lógica de: a incremento de apertura, crecimiento de división, y, si crece la unidad debe disminuir la calidad de las elecciones para jamás arriesgar su proyecto dictatorial.

En esta relación artificial y antidemocrática las dos variables se vuelven dependientes: un esfuerzo exitoso de unidad llevará a Ortega a reeditar sus farsas, y, una mayor cosecha de división permitirá a Ortega una mayor apertura y aparentar compromiso con la democracia.

No es de extrañar que la dictadura pretenda resultados políticos inversamente proporcionales sobre las magnitudes Unidad vs Apertura, pero resulta atroz que encuentre animosos colaboradores que abonen a la división con cualquier excusa o peor aún que quieran hacerla ver como normal o insuperable.

Las posiciones divisionistas, al carecer de lógica o racionalidad frente a la incuestionable regla matemática de que, aún con condiciones, divididos no ganamos; han recurrido al realismo mágico en su interés de mostrar lo irreal o extraño como algo cotidiano y común. Como bien se ha definido, el realismo mágico es una actitud frente a la realidad que lleva a negar incluso la existencia de esta, quedando el narrador inmerso en elementos mágicos o fantásticos a los que pretende dar verosimilitud.

Cualquier analista medianamente capacitado, frente a las múltiples encuestas que circulan en forma pública o privada, sabe que la matemática está basada en números y que cuando un conjunto se fracciona pierde su posibilidad de ser mayoría, lo que ya fue empíricamente corroborado en el 2006, aunque muchos pretendan olvidarlo.

Basta conversar con la gente a lo largo del territorio nacional para confirmar que las encuestas no se equivocan, el clamor popular por la unidad deviene de la seguridad y garantía que ésta aporta al ciudadano reprimido y amenazado, quien está dispuesto a exponerse votando y defendiendo el voto, únicamente si se siente parte de una unidad fuerte y comprometida con Nicaragua, no sujeta a intereses personales o de grupos. La falta de unidad dificulta la obtención de condiciones habilitantes y electorales requeridas para participar e incrementa la abstención al desmotivar al votante que pierde su fe en el triunfo.

La variable unidad, en teoría, depende enteramente de la oposición y debería ser fácilmente alcanzable si se pone a Nicaragua de primero, pero a nadie escapa el poder de Ortega para coaccionar, halagar y actuar a través de sus agentes encubiertos y demás operadores, o, cuentistas que se aprovechan del gusto por las corrientes latinoamericanas del realismo mágico.

En la Nicaragua del 2021 debería estar allanado el camino de la unidad, ya que todas las fuerzas políticas y sociales coinciden en que para sobrevivir, tener futuro como nación y proporcionar esperanza a las nuevas generaciones, es indispensable salir de la dictadura; ese propósito común, de por sí, es ya un fuerte aglutinante social y si suprimimos la causa histórica de controversia o mayor dificultad para lograr las alianzas electorales, consistente en la interminable discusión sobre pesos o merecimientos para repartirse las candidaturas a cargos de elección, no debería haber mayor problema en consolidar la unidad cuando la gran mayoría de las fuerzas políticas y sociales han expresado públicamente su disposición a poner en práctica un procedimiento democrático de selección para que la gente decida quienes ocuparan las candidaturas, poniéndole fin a la práctica del dedazo y del dame que te doy.

Si realmente somos sinceros en que queremos democracia interna no existe justificación para poner obstáculos o excusas a la conformación de una plataforma electoral ampliada. Dejando en manos de la gente la designación de las candidaturas a todos los niveles eliminamos el mayor foco de discordia y se concreta la unidad, salvo que el problema sea fruto de esa relación inversa buscada por Ortega con todos los medios a su alcance.

*José Bernard Pallais Arana

El autor es Abogado