Opinión / Ensayos · 21/03/2023

Relaciones internacionales, Política exterior y Diplomacia

La errática política exterior del sandinismo ha sido una constante histórica, aunque tuvo un momento de éxito cuando sus voceros fueron un grupo de empresarios e intelectuales que conformaron el Grupo de los Doce, pero su existencia, o más bien su funcionalidad como voceros de “los muchachos”, fue tan efímera como la imagen de demócratas y libertadores que los jefes guerrilleros lograron vender cuando asaltaron el poder en 1979.

Política exterior, diplomacia y relaciones internacionales, son pilares de una misma arquitectura; aunque teóricamente, se definen las Relaciones Internacionales como la disciplina que engloba el estudio del sistema internacional en materia política, económica, jurídica y diplomática, la cual basó sus inicios en el análisis histórico-político, lo que en la actualidad es insuficiente, dada la complejidad de la realidad mundial, y el surgimiento de fenómenos económicos, culturales y sociológicos cada vez más interdependientes e influyentes en el desempeño de los Estados y sus políticas públicas. El ideal es la articulación de una relación entre países que disminuya o haga desaparecer las diferenciaciones entre los mismos, pero eso sólo es un ideal, la realidad opera de otra manera.

El épico triunfo de una revolución que dio al traste con una de las dictaduras militares más sangrientas de América, y que además llegó al poder cambiando una serie de normas internacionales que hasta ese momento parecían inamovibles, fueron parte de un mismo guión que dieron al sandinismo una estatura continental y mundial que parecía destinada a establecer, o al menos promover, un nuevo orden internacional, más justo y menos atado al mandato de Estados Unidos u otras potencias extra continentales. La participación de un delegado de los insurgentes en el pleno de la Organización de Estados Americanos (OEA), ocupando el asiento que Panamá le cedió solidariamente para denunciar los crímenes de la dictadura somocista, la libre y amplia movilidad de guerrilleros y simpatizantes sandinistas en un amplio corredor espacial que comprendía México, Cuba, Venezuela, Panamá y Costa Rica; la movilización de grupos solidarios en Europa y Estados Unidos, y el envío de recursos para la compra de armas y el trasiego de las mismas desde Cuba, Panamá, Venezuela y otros países, el uso del territorio costarricense como santuario de los guerrilleros y la declaración de un modelo de economía mixta y pluralismo político, fueron entre otros fenómenos, la muestra que los balances de poder mundial no eran tan estables como parecían.

El experimento cubano en su relación económica con los países socialistas europeos, con la Unión Soviética a la cabeza, al momento del triunfo sandinista, era un fracaso comprobado; el Consejo de Ayuda Mutua Económica (CAME), organización comercial creada en 1949 y que aglutinaba a los países socialistas europeos alrededor de la URSS, además de algunos países observadores, entre los que estaban algunos no socialistas, como México y Finlandia y alguno países africanos y asiáticos, tenía como finalidad contrarrestar la influencia del mercado mundial capitalista y el Plan Marshall, impulsado por Estados Unidos al finalizar la II Guerra Mundial, pero sus restricciones, basadas en los dictados soviéticos, impedían, por ejemplo, el desarrollo del turismo o la producción de artículos de lujo, además a los países pobres sólo se les asignaba, igual que en el mercado capitalista, la producción de materias primas por cuotas, y a cambio se les proporcionaba protección militar y combustibles. En su punto más alto, en 1970, el CAME llegó a representar un intercambio comercial mundial del 10%, al momento de su disolución en 1991, sólo representaba un 7% del tráfico mundial de mercancías; es significativo también que la República Popular China se retirara como miembro pleno del CAME en 1961. Nicaragua no pasó de ser miembro observador desde 1984, sin mayor trascendencia.

Y hoy, el sandinismo personalizado de Ortega y su consorte, nuevamente vuelve a imponer un modelo de relaciones internacionales sin rumbo definido, en donde la improvisación, el argumento carente de fundamento, o el silencio de la ausencia en los foros donde será cuestionado, son la lógica del día a día; la ruptura o el enfriamiento de las relaciones diplomáticas con los Estados que alzan su voz en contra de los crímenes del régimen, la expulsión y la no aceptación de personal diplomático, y la abusiva ocupación y confiscación de bienes bajo responsabilidad de las legaciones diplomáticas acreditadas en el país, completan el cerco de abusos cometidos, en detrimento del respeto al derecho internacional y las normas más elementales de la diplomacia contemporánea. La reciente defenestración de varios embajadores acreditados por el régimen, en Panamá, Chile y Brasil, según un ex diplomático y militar retirado, fue consecuencia al fallar en su labor de inteligencia para prever cualquier giro en la política exterior de esos países, que significara una condena explícita al régimen. Siendo Nicaragua el único país del continente que vota en el seno de la Organización de Naciones Unidas (ONU), a la par de un reducido grupo de países, aprobando la invasión rusa a Ucrania, resulta un poco más que aventurado negar que la política exterior criolla provoca un visible desequilibrio en el concierto de países latinoamericanos, y es probable también, que dicha actuación de fundamento a las declaraciones del Papa Francisco al referirse a Ortega: “…no me queda otra que pensar en un desequilibrio de la persona que dirige…”

Ezequiel Molina

Marzo 21, 2023