Opinión / Ensayos · 21/03/2023

Rolando Álvarez

*Por Monseñor Julio Parrilla | Obispo español

Es el nombre del Obispo de Matagalpa (Nicaragua) al que el dictador y sátrapa Daniel Ortega y su socia en el poder, la señora Murillo, han condenado a 26 años de prisión según un listado interminable de cargos.

Hace años, el nombre del comandante Ortega aparecía vinculado a la revolución sandinista y a la caída de la dinastía Somoza. Así es la vida. Somoza queda pálido ante el dictador Ortega, experto en muertes, torturas, destierros y toda clase de aberraciones. El pájaro de la libertad alzó su vuelo y dejó a Nicaragua sumida en el terror. Ningún dictador se sostiene por sí mismo. Es terrible que haya gente que sostenga tanto horror.

¿Y la Iglesia de Nicaragua? En su sitio, junto a su pueblo, solidaria en el dolor, en la denuncia profética y en la siembra de la esperanza. Rolando Álvarez es hoy su rostro y su voz. Cuando la “justicia” (¡qué ironía!) liberó y desterró a 222 presos políticos, negándoles la nacionalidad, Rolando dijo que NO, que él no se iba, que ningún dictador de este mundo podía quitarle su nacionalidad y desterrarlo de su tierra, la que Dios y sus padres le dieron. Así que se quedó, aún sabiendo lo que se le venía encima.

Los necios políticos piensan que callando al mensajero silencian el mensaje. Todo lo contrario. Hoy, Rolando Álvarez es un referente de libertad, alguien que vive libre en el corazón del pueblo y en el corazón de la Iglesia. Por eso siento la necesidad de darle las gracias a Rolando, mi hermano obispo: por su valor y su inmensa fe, por su compasión y su capacidad de sembrar vida y esperanza. Daniel Ortega no es más que un pobre hombre, que algún día experimentará el dolor de no ser nada. Rolando Álvarez seguirá brillando con su propia luz y será bendecido por cuantos aman la justicia y la libertad.

En el trasfondo de esta triste historia está el pueblo de Nicaragua, la gente masacrada, el dolor de los humildes. Con los pies descalzos, rota el alma, la liberación avanza. Gracias, Rolando.