Opinión / Ensayos · 27/10/2020

¿Se repetirá Bolivia en Nicaragua? – Edmundo Jarquín

No me sorprendieron los resultados electorales en Bolivia y tampoco creo se repitan en Nicaragua.

Son casos diferentes, aunque tengan algunas semejanzas. Entre ellas, Evo Morales y Ortega están vinculados al “Socialismo del Siglo XXI”, y Evo ha estado en Nicaragua solidarizándose con Ortega. Con motivo del 19 de julio de 2018, tres meses después de la masacre de abril, Morales puso un tuit que dice: “En el aniversario del triunfo de la Revolución Sandinista, denunciar que el imperio (Estados Unidos) está desplegando estrategias criminales contra el gobierno del hermano Daniel Ortega…”.

Además, ambos gobernantes no repitieron las desastrosas políticas económicas de Venezuela. Pero a diferencia de Ortega, que ganó con el 38% en 2006, por el pacto con Alemán que dividió al liberalismo, Evo Morales había ganado en 2005 con el 54%. Esa votación la repitió en 2009, incrementándola a 64%, y en 2014 ganó con un porcentaje similar.

¿Cómo se explican esos resultados electorales en Bolivia? Fundamentalmente, dos razones. Primero, en el gobierno inicial de Evo Morales se hizo una postergada reivindicación política, económica, social y cultural de la población indígena, que es mayoría. Segundo, porque Bolivia durante más de una década creció económicamente más que cualquier país de América del Sur, redujo la pobreza drásticamente, en especial entre los indígenas, y también hubo una reducción aguda de la desigualdad.

Aquí hay otra semejanza. Tanto Evo como Ortega intentaron prolongarse indefinidamente en el poder. En el caso de Bolivia, pese a que Morales había perdido el referéndum en 2016, fue autorizado por la Corte Suprema de Justicia (CSJ) controlada por él, para presentarse de candidato en 2019. Entonces intentó manipular los resultados para evitar una segunda vuelta y terminó en el exilio, por las protestas y que a las fuerzas armadas no había logrado controlarlas. Si   Evo no hubiera querido eternizarse, y su partido hubiese presentado otro candidato, no habría requerido el fraude.

El caso de Nicaragua ha sido diferente. La CSJ autorizó la inconstitucional reelección de Ortega en 2009, pero buscó eternizarse a través de fraudes electorales en 2011, y hasta excluyó a la verdadera oposición en 2016, cuestión que no ha ocurrido en Bolivia, en uno y otro gobierno.

En cuanto al papel de la  Organización de Estados Americanos (OEA), cuya Asamblea General esta semana adoptó una resolución sobre Nicaragua, ha desempeñado un importante papel en Bolivia y lo está tratando de ejercer en Nicaragua. En mayo de 2019, hubo sorpresa con el Secretario General, Luis Almagro, cuando alegó el derecho a la candidatura de Evo Morales señalando que no se podía, como lo pedía la oposición en Bolivia por los resultados del referendo, discriminar a Morales de otros Presidentes latinoamericanos que se habían presentado a la reelección en base a un fallo judicial, como fue el caso de Ortega. Posteriormente, cuando la Misión de Observación de la OEA, en noviembre de ese año, avaló el intento de fraude, Ortega y otros gobiernos alegaron que hubo un “golpe de Estado”.

Lo cierto, es la autonomía que en general tienen las Misiones de Observación Electoral de la OEA. Lo vimos en Nicaragua cuando Dante Caputo, Jefe de Misión, dijo que le “taparon el radar” en las elecciones de 2011, y lo vimos el domingo pasado en Bolivia cuando Almagro felicitó a Luis Arce como Presidente electo, en base a la Misión de Observación. Y también lo vimos en Perú, cuando Eduardo Stein, Jefe de la Misión de la OEA, hace 20 años expresó irregularidades en el intento de reelección de Fujimori.   

El gobierno de transición en Bolivia organizó una elección democrática, con participación del partido político de Evo Morales. Aquí está por verse si Ortega realiza las reformas electorales, como señaló la OEA. Al respecto, no tengo dudas que nos uniremos los opositores, si hay condiciones para verdaderas elecciones. De lo contrario, enfrentaremos una catástrofe económica y política.