Opinión / Ensayos · 16/12/2020

Sobre la carta de diez senadores estadounidenses al Embajador Sullivan

Se ha hecho pública una carta [reproducida aquí íntegramente] que fue enviada por miembros del Senado de Estados Unidos al embajador de ese país en Nicaragua. 

¿Qué llama la atención de dicha carta?

La fecha de envío, 15 de Diciembre. Finalmente, el Colegio Electoral ha cumplido el ritual de elevar formalmente a condición de Presidente-electo a Joseph Biden, y el líder Republicano del Senado, ya con mayor protección institucional—o sin más alternativa—ha dado el paso de aceptar que a partir del 20 de enero habrá una nueva administración. 

Que un grupo prominente de senadores lance una advertencia a la dictadura orteguista debe ser interpretado como una señal de continuidad en la política oficial estadounidense, contrariando así apuestas orteguistas y nicatrumpistas. Que entre el grupo de senadores haya más Demócratas (6) que Republicanos (4) refuerza el mensaje.

La relativa tibieza del mensaje. Es una clara manifestación de enojo, sin duda, pero dada la situación en Nicaragua, es como una palmadita en la mano de un ladrón armado. Deja en claro que están atentos y al tanto de los más recientes abusos contra la libertad de prensa, y especialmente de que el régimen haya pasado a incorporar medidas represivas a la ley, “codificándolas”. La carta “llama al gobierno de Ortega a respetar los ideales democráticos y los derechos humanos fundamentales de todos los nicaragüenses”.  Quedamos pendientes de la respuesta de Ortega. Mientras tanto, los senadores instan al embajador Sullivan “a utilizar todas las herramientas diplomáticas para proteger la seguridad de periodistas, sociedad civil, y políticos opositores.”.  

Todo esto, enmarcado en la preocupación de los senadores porque las medidas represivas se dan “mientras se acercan las elecciones del 2021”.  

¿Qué conclusiones puede uno alcanzar luego de leer esta carta? 

El optimista dirá “podría ser peor”. No para Ortega, a quien ya –sin objeción alguna del actual gobierno de Estados Unidos—le viene en 2021 una lluvia de recursos que más que agua de mayo es oxígeno vital. Podría ser peor para los nicaragüenses que tengan interés en apalancar la animosidad que ciertos grupos políticos de poder en Estados Unidos sienten contra Ortega. Los senadores podrían sencillamente olvidarse del tema y ocuparse de las calamidades propias. Quizás no estén muy lejos de ese punto. Y también hay que reconocer que no parecen haber muchos opositores en la tarea de apalancamiento.

El pesimista—realista, diría yo—notará que el enojo expresado por los senadores viene de que Ortega tiene la tendencia a salirse un poco del libreto. Quisieran, parece, que el “gobierno” de Nicaragua por lo menos guardara un poco mejor las apariencias antes de empezar la “función” de las “elecciones”. Con un enojo así, no puede esperarse mucho más. Nótese que no hay mención siquiera de las leyes aprobadas por ellos mismos para sancionar al régimen, y cuyo uso ha sido limitado, por más que cada vez que suene una campanita escuchen un campanario los medios nicaragüenses y los opositores que esperan el “regalo” de una elección.

El pesimista—realista, diría yo—no tiene más remedio que decirlo: el vaivén de las expectativas sobre Estados Unidos, que va de “enemigo de la humanidad” a “esperado mesías”, a veces en menos de una generación, es una de las recurrencias más dañinas de la historia nicaragüense.  En ambas puntas de la oscilación se encuentra el fracaso nacional, como el que hemos padecido dos siglos; como el fracaso del que estamos siendo testigos en estos momentos, en los que las mismas élites de los dos siglos anteriores [con unos cuantos postizos, advenedizos, más un manojito de aspirantes, como siempre] fracasan en canalizar el impulso libertario que es necesidad para los que no tienen poder, y terminan mendigando a potencias extranjeras, mientras luchan ferozmente entre ellos, sin poder articular una estrategia contra la tiranía, mucho menos una visión de país. 

¿Qué hacer? Pues, para empezar, si se quiere lo contrario de lo que hemos tenido, es decir, si se quiere libertad y progreso, habrá que empezar por hacer lo contrario de lo que hemos hecho y tolerado hasta hoy. ¿Es posible? Por supuesto. Pero habrá que empezar por leer las cartas, y entender, de una vez por todas, que la solución no viene en ellas.

* Francisco Larios