Opinión / Ensayos · 10/03/2021

El candidato del “paracaídas dorado”

*Por César Úbeda Bravo | Tomado de La Prensa

Después de escuchar la confesión de Arturo Cruz —que se desempeñó como embajador de Daniel Ortega en Washington entre 2007 y 2009 por solicitud expresa del exmandatario estadounidense Jimmy Carter—, ¿por qué no preguntarse ahora si será el candidato de Ortega, el capital y la administración Biden en busca de un aterrizaje suave?

Recientemente durante la presentación de un libro mencionó que su nombramiento de embajador se dio “por una solicitud del presidente Carter quien estaba presente en Nicaragua y miraba la situación (del país) muy incierta. En ese momento había un gran temor de que regresáramos a la década de los ochenta”, trató de justificar.

Cruz mintió al convocar a la presentación de un libro, cuando en realidad fue el lanzamiento de su precandidatura con la proyección gigantesca de su rostro en un hotel capitalino. Y también mintió sobre el aterrizaje suave al ser cuestionado por los periodistas, asegurando que ese término lo utilizó para Nicaragua y no precisamente para Ortega. Ahora prefiere llamarle despegue.

Basta revisar sus declaraciones a los periodistas en 2018 para constatar que se refería a buscar una escalera para Ortega-Murillo y buscarles el aterrizaje suave después de la brutal represión que desató el régimen contra la población dejando un saldo de más de 300 personas asesinadas, cientos de torturados y desaparecidos, cientos de presos políticos y más de 100 mil compatriotas exiliados, documentados por la CIDH, calificándoles de crímenes de lesa humanidad.

¿Por qué creer en la hipótesis que Cruz podría ser el candidato de Ortega, del capital y de Estados Unidos (EE. UU.) en busca de un aterrizaje suave? El mes pasado, Richard Fainberg —quien ocupó altos cargos públicos en la Casa Blanca, Departamento de Estado y Departamento del Tesoro—, publicó un artículo titulado El uso de las sanciones en la política exterior de EE. UU.: las elecciones de Nicaragua en 2021. En dicho artículo Fainberg indica que Ortega podría ceder a presiones externas para efectuar algunas reformas electorales esquivando las que garantizarían su derrota. Agrega que ante un compromiso imperfecto —entre Ortega, oposición y comunidad internacional—, algunos podrían sugerir un boicot para las elecciones, mientras otros participarían buscando cuotas de poder en la Asamblea Nacional. Pero advierte que si la oposición va unida a los comicios y no fragmentada, la victoria estaría apenas al alcance.

Ante esta eventualidad, Ortega temerá soltar el poder solamente para enfrentarse —él, su familia y sus allegados más cercanos— a la cárcel y a la confiscación de sus riquezas adquiridas ilegítimamente. Si Ortega llegase a exigir un paracaídas dorado, la comunidad internacional y los nicaragüenses tendrán que decidir hasta dónde mantener los principios de rendición de cuentas para garantizar una transición del poder que sea calma y sin conflictos. Los responsables de la política estadounidense también pueden ver más allá de las elecciones del 2021 para urgir a los nicaragüenses a que negocien una forma de vivir juntos después de las elecciones, sugiere Fainberg. Lo que propone es que los familiares de los muertos no obtendrán justicia, que los nicaragüenses estamos obligados y condenados a seguir con la dictadura —ya sea gobernando desde arriba o desde abajo, como lo anunció en su verborrea de hace 2 días—. Ortega ya está preparando a sus bases mientras su candidato del “paracaídas dorado” hace lo suyo. Lo que buscan es que se aprueben más amnistías y que la comunidad internacional retire las sanciones para los acusados de crímenes de lesa humanidad, por corruptos y violadores de derechos humanos. Es decir, borrón y cuenta nueva. Aquí no pasó nada.

Biden —quien aún respira en el despacho oval el perfume de Trump que le recuerda la amenaza de regresar en 2024—, tiene varios frentes que atender, como las diversas mutaciones del Covid-19 que han dejado más de medio millón de muertes estadounidenses, temas raciales, inmigración, economía, cambio climático, las relaciones con China, Irán, entre otros. Seguramente no tiene a Nicaragua en el radar y dejará este tema en manos de funcionarios de tercer nivel.

En febrero también apareció un ensayo de Humberto Ortega —quien se negó a salir en bicicleta de la jefatura del Ejército—, sostuvo que en el país se debe buscar una cohabitación entre los nicaragüenses o vendrá el caos.

Todo indica que Cruz sería el candidato de consenso de Ortega, el capital y de EE. UU. El que garantizaría el aterrizaje suave. Por primera vez en la vida política del eterno candidato del FSLN jugaría a “perder”, con tal que le garanticen el “paracaídas dorado”, como propone Fainberg. Perder ganando pues.

Cruz —un destacado académico— lamentablemente incursionó con el pie izquierdo en la función pública y en la política. Pareciera ser el apagafuegos de Ortega. Primero aceptó ser su embajador para lavar su maltrecha imagen y ahora su candidato del consenso que le sacaría de la difícil situación en que se encuentra.

“Yo no voy a ser zancudo elegante, yo no voy a ser zancudo científico”, enfatizó Cruz. Pero, igual que el Covid-19 que ha tenido muchas mutaciones en el mundo, en el país los zancudos han mutado del zancudo pueblerino, pasando por el elegante, el científico hasta llegar al zancudo élite. Desgraciadamente todos son mortales para Nicaragua y más peligrosos en la medida que van mutando.

Mala tos tiene el gato. Algo desagradable están cocinando las fuerzas del mal en contubernio con el imperio. Doble rasero para las dictaduras. A Somoza la OEA le dio un plazo fatal para abandonar el cargo y EE. UU. le negó el asilo. Para la dictadura de izquierda está el aterrizaje suave.

*El autor es periodista.