Opinión / Ensayos · 14/05/2021

El rostro humano del asedio policial

*Por Guillermo Incer Medina

El 17 de mayo cumplo un mes de asedio ininterrumpido en mi casa por parte de la Policía Nacional. Entre seis y ocho policías, a veces de civil y a veces de uniforme, llegan todos los días desde las seis de la mañana hasta el medio día o hasta el final de la tarde. La orden es no dejarme salir de la casa, interrogar a todo el que llega e informar de mis movimientos coludidos con los vigilantes y los vecinos pro-Gobierno.

Este tema de los asedios no debe verse como una estadística más en el contexto sociopolítico de Nicaragua pues es un tema con implicaciones humanas y personales muy grandes que deben hacer reflexionar a toda la sociedad y en particular a los actores políticos. Las personas que vivimos bajo asedio policial domiciliar sufrimos daños sicológicos, económicos y sociales. Además, los efectos del asedio trascienden a la persona que es objeto político del acoso y afectan a familiares, vecinos y hasta los negocios locales circundantes.

Sicológicamente, tener presencia policial fuera de la casa genera ansiedad y esa ansiedad genera insomnio, desórdenes alimenticios, depresión, etc. Si en la casa viven personas mayores y/o con problemas de presión o problemas cardíacos, aparecen también efectos físicos. El hecho de no saber cuánto durará esa situación y hasta dónde están dispuestos a llegar implica mucho estrés mental. Pensar que un día pueden entrar y golpearte a vos o a un familiar, que pueden llegar de noche y secuestrarte a vos o a un hijo, que te pueden allanar y destruir las cosas que con tanto esfuerzo has conseguido; son cosas que mantienen tu mente ocupada y agobiada.

Económicamente, si decidís quedarte en casa ya no podés trabajar. Si la orden es no dejarte salir no tenés posibilidad de asistir a tu centro de trabajo. Además, si tenés la posibilidad debés reforzar las medidas de seguridad en casa como verjas, candados, cámaras, alarmas, etc. Los gastos de los servicios básicos se incrementan por pasar más tiempo en casa. Si decidís irte de la casa, debés pagar otro alquiler y comprar cosas para reinstalarte pues bajo asedio lo único que podés sacar es la ropa. En definitiva, los gastos suben y los ingresos bajan. Es una especie de muerte civil con casa por cárcel de hecho.

Socialmente, el asedio polariza la cuadra, el barrio o la colonia. Bajo estas circunstancias emergen las diferencias entre vecinos que seguirán viviendo uno a la par del otro pase lo que pase en el contexto político. Los simpatizantes del régimen se aseguran de estigmatizarte como “golpista y terrorista”, se encargan de hacer notar que quienes “arruinaron la paz” están ahora controlados y que no permitirán nuevamente otro “relajo” provocado por el imperio y la derecha. Además de eso colaboran con los policías llevándoles comida, bebidas y prestando baños frente a ojo y paciencia de los demás vecinos. Los no simpatizantes del régimen por un lado desprecian la presencia policial, a quienes perciben como amenaza a su propia seguridad, o bien condenan el derroche de recursos públicos de la Policía Nacional ejerciendo violencia política en lugar de procurar la seguridad ciudadana. El costo diario para el Estado del asedio policial para una sola persona es de aproximadamente de 1600 córdobas (entre comida, combustible y salarios para cuatro policías). Cada córdoba invertido en asedio es un córdoba menos invertido en la prevención de delitos.

El último dato que conocí en el país sobre este tema, por parte del Monitoreo Azul y Blanco, era de 150 casos activos y permanentes de asedio policial domiciliar en todo el país. Si uno calcula que en una casa viven en promedio cuatro personas, estamos hablando de 600 personas afectadas de manera directa por el asedio. Luego, si en una cuadra hay en promedio diez casas y en cada casa viven en promedio cuatro personas, estamos hablando de 400 personas afectadas por cuadra. Eso daría un total de 60 000 personas afectadas indirectamente por el asedio policial. Dentro de esas personas hay niños y niñas que salen a la escuela entre patrullas y perros policía y que no pueden salir a jugar a la calle como solían hacerlo. También hay pulperías que pierden a los clientes que prefieren ir a otro lugar donde no estén los policías y hasta vendedores ambulantes que evaden la cuadra para evitar la intimidación.

Producto de estas circunstancias tuve que salir de mi casa con mi esposa y mis dos hijos que no llegan a los tres años de edad. Aprovecho este artículo para hacer mi denuncia pública sobre esta situación y responsabilizar al Estado y a la dictadura por lo que nos pueda pasar; pero también aprovecho este espacio para recriminar a las organizaciones políticas que bajo argumentos ideológicos sectarios y actitudes mezquinas impiden que se consolide una fuerza de oposición que acabe con la dictadura de manera pacífica de una vez por todas; y también recrimino a actores políticos como los grandes empresarios que tienen a su alcance la posibilidad de ejercer medidas de presión económica para doblegar a la dictadura pero deciden dar prioridad a sus intereses económicos mientras otros sufrimos las consecuencias humanas. Todos ellos y ellas también son corresponsables de que los desmanes de la dictadura sigan y no haya luz de esperanza para detener esta pesadilla.

*El autor es politólogo y fue miembro del Consejo Político de la Unidad Azul y Blanco.