Opinión / Ensayos · 26/07/2021

Estrategia de Ortega, ¿funcionará?

Pese a la presión represiva de la dictadura, con todos los más populares precandidatos presidenciales como presos políticos, y numerosos ciudadanos más bajo prisión y exiliados, la situación económica no se ha deteriorado en la misma proporción que la política. Es decir, la represión política no ha tenido mayor costo económico para el dictador Ortega.

Incluso, las autoridades económicas de la dictadura han expresado que el crecimiento económico casi llegará al mismo nivel que antes de la crisis política. En todo caso, aún quienes no comparten el optimismo de las autoridades económicas del gobierno y hacen las proyecciones al mínimo, no están hablando de una situación dramáticamente negativa. Claro, a nivel microeconómico, de las familias, subsiste la precariedad y desigualdad socioeconómica bajo la que han vivido, y el salario real de quienes tienen un empleo permanente se ha deteriorado, para no decir qué está pasando en el abanico del sector informal que cubre la mayor parte de la economía.

A eso se refirió el dictador Ortega cuándo con motivo del discurso del recién pasado lunes en el aniversario de la Revolución Sandinista, afirmó: “Y cómo se molestan cuando escuchan los Informes de los Organismos Internacionales, donde reconocen que Nicaragua va marcando un buen paso en el campo económico…”.

Que la situación económica no guarde proporción con la situación política,   entre otras cosas obedece a dos razones fundamentales: primero, la vía cívica, pacífica, por la cual ha optado la oposición política a la dictadura, pese a los extremos represivos de la dictadura. Cuando se enfrentó a la dictadura de Somoza por vía armada, en medio de la destrucción de muchas ciudades, hubo una masiva fuga de capitales y se devaluó abruptamente el córdoba, entre otras situaciones que reflejaban simetría entre la situación económica y política. En segundo lugar, de conformidad con esa vía cívica, había la expectativa que las elecciones del próximo mes de noviembre fuesen la ocasión para resolver la crisis política, pero no ha sido así, independientemente de quienes participen en las elecciones.

Las elecciones de noviembre carecen totalmente de legitimidad política, y así serán juzgados sus resultados. Ninguno de los precandidatos presidenciales apresados entenderían que se participe en esas elecciones, y las decenas de presos y miles refugiados y exiliados tampoco lo entenderán.

La estrategia de Ortega es, a partir de la situación económica, abrir un diálogo nacional, y así lo ha dicho desde antes que se convocara al proceso electoral. Y, a partir de ahí, intentar reconstruir las relaciones con la comunidad internacional, como única solución de hecho, de facto, para la estabilidad y crecimiento económico de Nicaragua. Pero, a diferencia de Venezuela, la incidencia de Nicaragua en la economía internacional es absolutamente marginal, de modo que los países integrantes de la misma pueden mantener el aislamiento de la dictadura en Nicaragua.

El aislamiento internacional de la dictadura es de tal magnitud, que recientemente se expresó en el aniversario de la Revolución Sandinista, en que Ortega solamente fue acompañado del representante de Abjasia. Ese aislamiento será inevitablemente acompañado de la ilegitimidad de los resultados de las elecciones de noviembre. Lo mismo señala el Consejo Permanente de la OEA en la parte considerativa de su última resolución, y más recientemente lo mismo declaró el Parlamento Europeo. A la farsa de noviembre próximo, bien se podría aplicar el titular de La Prensa en las elecciones de 1974, hace casi medio siglo, bajo Somoza: candidatos que ganaron en la elección de mañana.

Por Edmundo Jarquín