¿Hacia dónde se encaminan las relaciones EE. UU.-Honduras?

La controversia a raíz de las acusaciones de Estados Unidos sobre supuesta corrupción de parte del presidente hondureño, Juan Orlando Hernández, podría ser tomado como una señal de alerta sobre el equilibrio de las relaciones bilaterales, señalaron analistas consultados por la Voz de América.

Esto, en momentos en que una corte federal de Nueva York ha presentado nuevos cargos por corrupción contra el presidente Juan Orlando Hernández. Hernández ha negado cualquier relación con actos de corrupción o estar asociado al narcotráfico, aunque su hermano Tony Hernández también ha sido encausado en EE.UU.

Ello ocurre en el contexto de la llegada de la administración del presidente Joe Biden a la Casa Blanca, quien eliminó los Acuerdos de Cooperación de Asilo con El Salvador, Honduras y Guatemala. Estos habían sido implementados por el expresidente Donald Trump, aunque Honduras no hizo uso de tal mecanismo.

Un largo camino

Sobre lo que podríamos esperar y los posibles escenarios en la relación entre ambos gobiernos, la VOA entrevistó a María Fernanda Bozmoski, subdirectora de Programas del Centro de Latinoamérica Adrienne Arsht, del centro de pensamiento Atlantic Council, con sede en Washington DC.

“No está en el interés de nadie que tomen decisiones de manera apresurada”, señala la investigadora. Manifestó que “si la intención del gobierno de Biden es realmente construir lazos a corto, mediano y largo plazo, pues tienen que tomar sus decisiones con más calma. Tienen que pensar bien en las consecuencias de cualquier acción unilateral”, advirtió Bozmoski.

En ese sentido, la analista estima que la actual administración estadounidense “quiere volver a retomar el enfoque, digamos regional y moverse, dejar de lado el enfoque bilateral que tanto persiguió el expresidente Trump”.

No es solo la corrupción y el narcotráfico lo que ha señalado el gobierno de EE. UU. respecto a Honduras, apunta Oscar Chacón, director de la institución Alianza Americas con sede en Chicago, Illinois, quien cree que todavía falta un largo trecho en ese camino.

Chacón valoró además que los resultados “están todavía por verse, porque estamos en los momentos muy tempranos de la Administración Biden”.

Posibles soluciones

Las oleadas de inmigrantes a las puertas de Estados Unidos que llegan hasta la frontera sur han sido un tema de debate tanto para el Congreso como para las entidades de Seguridad Nacional, las autoridades fronterizas e, incluso, el cuerpo diplomático.

Bozmoski, que ha impulsado investigaciones y procesos de intercambio de criterios desde el Atlantic Council está convencida de que hay que insistir en las causas de la migración irregular.

“Estados Unidos tiene que enfocarse en abordar estos factores que están empujando a las personas centroamericanas a irse de sus países, como lo son la corrupción, el narcotráfico, el crimen organizado, la falta de oportunidades económicas y la violencia”, señala.

A los anteriores flagelos, Bozmoski agrega el aumento de la desigualdad social y la pobreza debido a la pandemia del COVID-19, que azota a la región desde marzo de 2020.

Más allá de que se enfríen las relaciones entre ambos países, o surja algún imprevisto, Chacón considera que “lo que sí es previsible que pudiera ponerse en riesgo es la posibilidad de que Estados Unidos quiera hacer una inversión en la forma de ayuda internacional a los tres países de la zona norte occidental de Centroamérica que incluya a Honduras, y en ese sentido sí verdad pudiera haber desventaja para Honduras”.

EE. UU. en su política doméstica

Bozmoski cree que uno de los retos más inmediatos a los que se enfrenta el presidente Biden “es buscar apoyo bipartidista a esta propuesta de 4.000 millones de dólares [en ayuda] sobre cuatro años para Centroamérica”.

La propuesta de la Casa Blanca cuenta mayoritariamente con apoyo de la bancada demócrata, “pero no hemos escuchado a ningún republicano que diga que sí, que ellos creen que este es un buen plan”, y recalca la experta: “Sin ese apoyo bipartidista esta solución o este plan no va a sobrevivir mucho tiempo, no es sostenible”.

La investigadora estima que es necesario un cambio de mentalidad en las estructuras de poder en EE. UU., para avanzar en la agenda centroamericana. “Creo que entonces se necesita un equipo de personas en el Departamento de Estado que entienda bien las diferencias entre los tres países del triángulo norte. Si bien obviamente hay similitudes, la realidad dentro de los países y los factores de nuevo que están impulsando a la gente a salir varían por país”.

Chacón, por su parte, sopesa “qué tan serio va a estar el gobierno estadounidense para realmente entablar una relación nueva con estos países que vaya más allá de trabajar con los gobiernos; que realmente se enfoque en trabajar con otros actores de la vida nacional (…), específicamente actores clave de la sociedad civil, actores clave del sector privado, la academia de cada uno de estos países, de manera que una intervención estadounidense -en el buen sentido de la palabra- que ayude a superar los factores causantes de la migración es algo verdaderamente nuevo”.

Además considera clave que Washington aborde «con realismo, seriedad y buena voluntad» un compromiso no solo en el tema migratorio, sino sobre cómo ayudar a que mejor la calidad de vida en los países centroamericanos. «Esto estamos hablando de una empresa sumamente ambiciosa que nunca se ha intentado de forma real, en el grado en que Estados Unidos se comprometa con sus propios recursos».

En ese sentido, concluye Chacón, la iniciativa de carácter mundial dirigida a elevar estándares de vida no sólo en países centroamericanos, es un buen aliciente. «Yo creo que pudiéramos estar hablando de un panorama en el cual a diez, quince años desde ahora, pudiéramos haber cambiado radicalmente la relación migratoria que hoy por hoy es imponente, cuando hablamos de los países centroamericanos con relación a Estados Unidos”.

*VOA