Destacados / Especiales · 21/12/2022

La última frontera: de México a Estados Unidos, el desafío continúa

La frontera México–Estados Unidos, con 3 152 kilómetros de longitud, es la más cruzada por los flujos de migración irregular o clandestina, posiblemente más de 400 000 personas la cruzan al año, y también es la frontera del continente americano donde el mayor número de inmigrantes mueren anualmente. El interés por la migración femenina a Estados Unidos comienza a constituirse en un tópico de la migración a mediados de la década de 1980, y a principios de los años 90 del siglo pasado, un nuevo patrón de migración, en el que las mujeres empiezan a tener un papel más importante, no sólo cuantitativamente, sino como fuerza de trabajo que busca insertarse en los mercados de trabajo estadounidenses. En esta tercera entrega de nuestro especial «La última frontera» una joven nicaragüense relata por qué de México a Estados el desafío continua.

Por Yatama Jarquín | Galería News| Diciembre 2022

III

Damaris, es otra joven migrante, al igual que Carla y que Raquel venció los desafíos de la última frontera, salió de Nicaragua en busca de empleo, se cansó de la pobreza extrema y un día decidió agarrar un morral y desde el departamento de Madriz, tomar la Panamericana norte rumbo a los Estados Unidos, salió en busca de empleo siguiendo los rumores de las grandes oportunidades laborales que existen en el afamado país del norte.

De México a Estados Unidos: el desafío continúa| © Galería News

Damaris viajó junto a 14 migrantes más. Desde Nicaragua hasta Guatemala la transportaron en un bus de turismo, pasó en taxi por dos estados de México. Luego la trasladaron en un microbús, después en un carro y por último navegó en una lancha. El 11 de enero de 2022, cruzó el río Bravo y se entregó a la Oficina de la Patrulla Fronteriza donde pasó dos días detenida. 

En diez días de viaje, Damaris vio tantas cosas que la dejaron sin aliento, como el grupo de migrantes que se encontró abandonados en un vagón de un tráiler en Guatemala o la vez que permaneció escondida por más de diez horas sin bebidas ni alimentos en unos matorrales, pero la peor de las experiencias la vivió una madrugada, previo a la cruzada del río Bravo cuando un coyote la montó en una lancha y durante dos horas navegaron a máxima velocidad enfrentándose a la muerte. 

“Al grupo de 14 personas nos dividieron en grupos más pequeños y luego nos volvieron a juntar hasta que llegamos al río. Lo cruzamos, nos dejan allí entonces tenemos correr para entregarnos a migración estadounidense, cuando ves las patrullas te da una profunda alegría porque te sentís a salvo” pero esa es sólo la felicidad que te da el haber vencido a la última frontera, la mexicana; para las mujeres migrantes luego viene otra batalla y otros dolores: encontrar trabajo.

Damaris, recuerda que en el primer mes de su estadía pasó por cuatro trabajos, para ella esto era una angustia porque no lograba sostenerse económicamente, lo que la hizo entender rápidamente que el “sueño americano” no era tan fácil de alcanzar.

“Aquí no venimos a un empleo fijo. Uno camina de trabajo en trabajo”. Una inestabilidad laboral que se suma a las cargas emocionales que la migración ofrece, para Damaris encontrar trabajo estable en Estados Unidos es un proceso que describe como “fatal”.

Trabajo el desafío en estados Unidos| © Galería News

Pasaron cuatro meses después de su llegada para encontrar un trabajo que ahora le permite pagar sus cuentas y deudas, además mandar dinero a su familia en Madriz – departamento del norte de Nicaragua – tiene trabajo, pero su salud física se va en cada dólar ganado en la ciudad de Aurora, Illinois.

Aquí cada día, Damaris descarga entre 600 y 800 cajas desde un contenedor a un almacén. Su jornada laboral es de nueve horas. En este tiempo tiene permitido tomarse 45 minutos que distribuye en 15 para desayunar y 30 minutos para almorzar. 

“Es falso que una se da la buena vida”, afirma irónica Damaris y señala que su despertar del sueño americano fue decepcionante porque la realidad de los migrantes en Estados Unidos está lejos de las apariencias que se venden en las redes sociales, en donde Damaris alimento la ilusión de cambiar su vida. “Todos los lujos de la gente en Facebook son falsos. Yo lo aprendí hasta que vine aquí. Confirmé que de migrante se sufre y se vive humillado”.

A Damaris su familia y las amistades que dejó en Madriz la llaman para preguntarle de qué trabaja y ella afirma que “no engaña a nadie”, habla con la verdad y les explica que estabilidad en los empleos no hay. A su llegada, ella hizo distintas labores en cuatro semanas, “es difícil” por lo que le deja claro a su familia que para ganar dólares hay que trabajar muy duro.

Damaris, una migrante en Estados Unidos|© Galería News

El esposo de Damaris, fue el primero en migrar, lo hizo huyendo de la represión estatal tras involucrarse en las protestas antigubernamentales del 2018, y fue él quien se encargó de prepararla mentalmente y de advertirle sobre las numerosas vicisitudes que enfrentaría como indocumentada en un país extraño, sabía lo que le esperaba, pero no deja de dolerle.

Para Damaris todo ha cambiado, dejo familia y amigos, también su cultura y su hábitat, todavía no se adapta al clima, el frío provocado por las bajas temperaturas le asusta y estresa, Damaris se abriga de pies a cabeza y ruega a Dios que no le deje enfermarse porque “las clínicas cobran un dineral, más de lo que se gana” afirma.

La privacidad, por ejemplo, ahora es un lujo para ella y su esposo, han decido ahorrar por lo que ambos, tienen una “renta compartida” con otra pareja de nicaragüenses, ambos matrimonios rentan un pequeño apartamento de dos habitaciones por el valor de mil cien dólares, un sacrificio que hacen por su futuro y el de su familia en Nicaragua.

“Yo vine con la ilusión de trabajar, ahorrar, regresar a mi país con dinero propio y emprender un negocio”. Damaris sabe que lograr su objetivo le tomará tiempo y deberá ahorrar mucho. Reconoce que su marido tardó años reuniendo los 4,500 dólares que pagó al coyote por guiarla hasta Estados Unidos

Según datos recientes del Banco Central de Nicaragua (BCN), en el mes de enero de 2022, las remesas totalizaron 194. 7 millones de dólares, registrando un aumento del 22.5% en comparación con los 156.1 millones de dólares de enero de 2021.  El 67.6% del total del aporte de las remesas a Nicaragua proviene de Estados Unidos.

Aunque Damaris, gana quince dólares la hora, no ha logrado reunir suficiente dinero para enviar la primera remesa a su madre, pero pronto desea unirse a quienes envían mensualmente apoyo económico a sus familiares en el país que la vio nacer y al que espera regresar cuando reúna los fondos para emprender. “Aquí hay que pagar apartamento, comida, teléfono, basura, gas, agua, luz. Aquí no se puede vivir de gratis”. 

Damaris, Carla y Raquel aunque no se conocen tienen todo en común con las  miles de migrantes nicaragüenses, tener una “vida mejor”  pero algunas no lo lograron. Para la mayoría de las sobrevivientes, México dejó huellas imborrables tras sufrir asalto sexual, detención, secuestro, deudas, separación de los hijos, desempleo y frustraciones que tratan de ignorar para “salir adelante”.