Opinión / Ensayos · 01/12/2022

Un Doctorado Honoris Causa en cautiverio

Vi por primera y única vez, personalmente, a la comandante Dora María Téllez durante la vela del amigo sub-comandante Enrique Schmidt Cuadra (1949-1984), en el antiguo Centro de Convenciones Olof Palme. Enrique fue mi condiscípulo en el Colegio Salesiano de Granada, y luego compañero en la organización de los Comités de Solidaridad que se formaron en Europa en favor de la lucha del pueblo nicaragüense.

Antes, en agosto de 1978, cuando me trasladaba de Alicante a Valencia, durante mi primer viaje a España, pues no me apeteció visitarla durante la dictadura franquista, sorprendido oí por el altavoz del autobús la noticia de la toma del palacio nacional de Nicaragua y el nombre de la “Comandante Dos”.

Posteriormente, en 1979, durante la recepción ofrecida por la Embajada de México en París en ocasión de su fiesta nacional a la cual fui invitado por desempeñarme entonces como representante interino “benévolo” del gobierno de reconstrucción nacional, Gabriel García Márquez y yo fuimos los últimos en abandonar  la sede diplomática, pues el escritor colombiano no paraba de hablarme refiriéndose con entusiasmo desbordante y minuciosos detalles al asalto al palacio efectuado por el comando guerrillero liderado por Pastora, Hugo Torres, Dora María Téllez y Walter Ferreti.

Supongo que a él le sorprendía la capacidad que se tuvo de realizar un acto de ese tipo ante la complejidad de dicha acción y que también concluyera satisfactoriamente con todas sus peticiones aceptadas por el régimen de Somoza después de dos días de negociaciones. Y claro, él pronunció tantas veces el nombre de esa valiente muchacha Téllez como para llenar de intensa juventud y esperanza sus míticos 100 años de soledad.

El palacio al que el pueblo aludía en aquel entonces llamándolo “la chanchera” porque ahí  era el lugar donde los funcionarios urdían todos los crímenes del régimen, ahora se llama Palacio nacional de la Cultura, sede del Instituto Nicaragüense de Cultura. El palacio donde la exguerrillera arriesgó su vida para conseguir que la dictadura pusiera en libertad a los presos políticos.

Ayer, la universidad francesa de la Sorbona otorgó a Dora María Téllez su más alto reconocimiento y distinción cultural, el doctorado honoris causa; tal vez entre otras razones, porque ella lleva el sello de un ideal y vigor que no se doman.

Impedida de recibir personalmente la alta distinción honorífica de la academia francesa por motivo de estar en cautiverio, ella expresó su deseo de dedicar el otorgamiento a sus compañeras y compañeros de infortunio, también presos políticos como ella, en la tenebrosa cárcel El Chipote.

Pablo Centeno-Gómez

29 de noviembre 2022