Cuando impartía clases en la universidad, continuamente enfrentaba una pregunta obligatoria. Generalmente había desarrollado la intuición que advertía cuando ya se acercaba y me preparaba para escucharla.
La primera vez que la escuché, fue antes de ser profesor de Derecho, fue cuando aún era estudiante de la carrera.
– Profe, y si es un violador de menor, usted lo defendería?
– Y si mató a una anciana usted lo defendería?
He aquí el dilema ético. Primero quiero recordar que el procesado se presume inocente hasta que no se le demuestra lo contrario. Y aun cuando todo indicara su culpabilidad, El abogado sabe por experiencia profesional que las apariencias engañan. Y no debemos guiarnos por los rasgos de las personas sino por el frio resultado de los hechos y las pruebas.
Lo segundo es que el abogado como profesional libre, tiene la opción de aceptar o rechazar un caso que llega a sus manos, a menos que sea designado defensor de oficio y por tanto obligatorio. De ahí que es importante saber que no estamos obligados a llevar todo caso que nos llegue. Pero una vez aceptado el caso, debemos desempeñar lo mejor posible el rol que nos asigna la ley, defender al procesado. Aceptar defender a un reo, y no hacerlo diligentemente es una traición a quien depositó su confianza en uno. Además que pueden derivarse responsabilidades, administrativas, civiles, penales y hasta consecuencias personales ( ver la película Cabo de Miedo con Robert de Niro y poner atención a los diálogos del abogado y el exconvicto)
Tercero, necesitamos saber la verdad de los hechos, porque si el procesado nos omite algo, en el juicio podríamos ser sorprendido por la parte acusadora de algo que no estábamos preparado para defender, y se puede perder el caso.
Si dice ser inocente, nuestra teoría del caso debe ir enfocada a obtener un fallo o veredicto de no culpabilidad. Si dice ser culpable, se abren varios escenarios, se puede negociar para obtener un criterio de oportunidad ( mediación, acuerdo, acuerdo condicionado, prescindencia de la persecución penal, etc), para acercar la fecha de su libertad. O al final desarrollar una estrategia de demostrar atenuantes, cambio de la calificación del tipo penal, en busca de una pena atenuada o mínima que también lo acercaría a la puerta de salida.
Y si dice ser inocente pero la prueba de cargo muy clara, se adopta una estrategia de vigilar el proceso, el cumplimiento de las garantías procesales del defendido, la aplicación correcta de la norma sustantiva, para en todo caso, al perder, poder anular el resultado por vicios de forma o de fondo. Y obtener un reenvío y una nueva oportunidad procesal donde pueden cambiar las circunstancias. Recordemos que el Proceso es dinámico y con el tiempo pueden surgir nuevas evidencias que favorezcan a nuestro patrocinado.
No olvidemos que por una razón de justicia, solo un proceso con todas las garantías procesales, da como resultado una sentencia válida, eficaz y justa. Es decir que aun para que el culpable sea legalmente condenado, se necesita un abogado que lo defienda.
Es conocida la frase que son peligrosos tanto los buenos abogados como los malos abogados. Los primeros pueden sacar a un culpable de la cárcel y el segundo deja en prisión a un inocente.
La responsabilidad del defensor es tan grande, que debe convencer al juez, a través de la prueba practicada en juicio y de su argumentación legal que merece ser aceptada su teoría del caso. Y digo argumentación, porque realmente el abogado no discute, argumenta, discierne, desenmascara lo velado, pone al descubierto lo oculto, para que la verdad de los hechos salga a la luz.
Por eso pienso que esta noble profesión es una de las más incomprendidas, porque el abogado único que se pondrá de pie frente a un juez o jurado a defenderte, cuando todo el Estado y la Sociedad se alinea en contra de él.
La mayoría de las personas creen que todos los abogados son malos, corruptos, tramposos, ladrones con títulos (y sin duda que como en toda familia siempre hay una oveja negra) Sin embargo hasta el día que necesitan un abogado cambian de opinión.
El abogado es el único después de la madre que creerá en ti el día que caigas en desgracia. E igual que se tiene un médico de la familia, todos debemos tener un abogado de confianza. El abogado es el único que no es un lobo para el hombre cuando todo el mundo lo acusa y lo condena, sino que es su defensor, que como dijera mi recordado profesor Dr Enrique Cisneros Urbina, debe defender a su cliente como un diligente y buen padre de familia defendería a su hijo.
Vivan los abogados nicaragüenses en su día, litigantes que en medio de todas las adversidades jurídico políticas del país, dan esperanza a quienes tienen la desgracia de ser llevado a un estrado de juicio.
Por eso escogí esta noble profesión.
San José Costa Rica, 29 de septiembre 2023
*DR DANILO MARTINEZ
COORDINADOR GENERAL DEL MUD Y PRESIDENTE DE ADANIC (Asociación Democrática de Abogados de Nicaragua)