Opinión / Ensayos · 23/10/2020

Una resolución engañosa

*Hugo Rodríguez

Durante la reciente sesión de 50 Asamblea General de la OEA se aprobó una resolución mayoritaria mediante la cual se conmina al régimen de Daniel Ortega a restituir el orden constitucional y crear las condiciones para celebrar elecciones libres y transparentes. Se le insta a restituir, porque no existe y ha quebrantado el orden constitucional, así se lo recuerda la Resolución, retomando la Resolución de la Asamblea General de junio del 2019 en Medellín, y el Informe de la Comisión Especial de Alto Nivel conformada por el Consejo Permanente, a la que Ortega no quiso recibir.

La realidad (del realismo político) es que en la reciente Asamblea General de la OEA, Ortega no consiguió nada más que un (1) voto a su favor y eso no se puede ver menos que como una derrota política significativa y por tanto imposible de ocultar. El mensaje que el Continente le está mandando es “no estamos de acuerdo con la forma en que te está tratando la OEA (porque no nos gustaría que nos pase a nosotros) pero tampoco estamos de acuerdo con lo que estás haciendo”; por lo que el mensaje es categórico, en el sentido de que está literalmente sólo, ya que en las actuales circunstancias, los 12 países que se abstuvieron, son un voto más en contra de Ortega, sólo que para guardar cierta elegancia, optaron por abstenerse. Si hubiesen tenido algo de simpatía habrían votado a su favor o incidido para cambiar la resolución, pero no lo hicieron.

La referida Resolución de la OEA aunque haya quienes la consideren suave, tiene un lenguaje diplomático muy fuerte y aunque no lo reconozca, Ortega lo sabe.

Lo anterior, le impone necesariamente realizar cambios y particularmente demostrar voluntad de enmienda, dado que lo que acaba de ocurrir en Bolivia le manda otro mensaje, Evo Morales por muy caudillo que sea del MAS, ya quemó su ciclo, y el nuevo “hombre” de Bolivia es Arce, que además de culto es una persona que entiende cómo funciona la economía y sabe que la victoria obtenida es suya y no de Evo; por lo que la figura y todo lo que representa Evo, sale sobrando. De manera que Ortega tiene aún la oportunidad de anticiparse y diseñar su propia salida, aunque no confíe en ningún “Arce” de Nicaragua.

Lo anterior significa que le será literalmente imposible ocultar la “procesión” que va por dentro, y todo apunta a que Ortega está necesitando un pretexto (ante su gente) para justificar tener que comenzar a ceder, a fin de buscar una salida que lo saque del atolladero en que se encuentra. Si no se anticipa, una nueva administración gringa, aunque sea la de Biden, tendrá la suficiente justificación para forzar una salida “menos elegante” de Ortega, ya que tanto la Resolución de la OEA, las sanciones de la Unión Europea, como el consenso bipartidista en EEUU crean un ambiente subjetivo muy fuerte en su contra, máxime si no se observan cambios que conduzcan a la celebración de elecciones que cumplan con los estándares internacionales.

En una resolución de una organización intergubernamental como la OEA, no importa tanto la “garra” o lo “duro”, o el “colmillo” de sus conceptos, como el fondo del mensaje, que por su naturaleza tiene que ser diplomático. En el escenario diplomático internacional es donde más se aplica aquello de que “al entendido por señas”, en eso radica el arte de la diplomacia; y aunque a veces no todos los dictadores lo admitan, siempre lo entienden, solo que a veces es muy tarde.