Nacionales · 08/07/2021

Zoilamérica Narváez Murillo: “Mi libertad está atada a la libertad de Nicaragua”

*Tomado de DW

Cuando habla de la situación en Nicaragua su análisis suena sereno. Al hablar en un terreno personal, sin embargo, se vuelve más pausada. Se sienten las heridas de una ruptura que trasciende lo político y que se consumó cuando, en 1998, acusó a su padrastro, Daniel Ortega de abuso sexual. Su madre, Rosario Murillo, defendió al líder sandinista, consolidando la dupla que gobierna el país hasta hoy.

Zoilamérica Narváez Murillo, socióloga, vive desde hace años exiliada en Costa Rica, donde es profesora universitaria y trabaja en diseño curricular en educación. “No soy dirigente, soy un exiliado más”, dice a DW esta mujer, cuya historia está tan ligada a la de Nicaragua.

DW: ¿Cómo interpreta la actual escalada de la crisis en Nicaragua?

Zoilamérica Narváez Murillo: En los últimos años, a partir de las últimas elecciones en que la oposición denunció fraude, el gobierno de Daniel Ortega y Rosario Murillo empezó el desmantelamiento de la institucionalidad, mediante reformas legales que les permitían ir concentrando cuotas de poder. Eran las primeras señales de su intención de permanecer indefinidamente en el gobierno. Evidentemente, abril de 2018, que fue un movimiento de protesta generalizado, representó para ellos una bofetada, en el sentido de reconocer que el pueblo pedía un cambio. Ese fue el primer momento en que reaccionaron utilizando la fuerza. Ahora, ante un proceso electoral absolutamente controlado y dominado por ellos, podría parecer quizás inexplicable la razón de esta embestida de represión. Solo se explica por la incapacidad absoluta de tolerar un mensaje diferente, un pensamiento diferente.

Ellos no solo necesitan mantenerse en el poder, sino también tener garantizada una sumisión, una obediencia en el pensamiento de los nicaragüenses. No iban a permitir que, después de tres años de tener prohibidas las movilizaciones sociales, las reuniones, tres años de absoluto control del mensaje -y por eso la represión de los medios de comunicación- un contexto electoral les significara una intervención en este proceso de mantener al pueblo nicaragüense escuchando una sola voz, que es la voz de ellos. No solamente tiene que ver con no permitir que otro acceda al poder; tampoco están dispuestos a disputar la opinión pública y la conciencia ciudadana.

¿Se ha logrado desarticular a la oposición en Nicaragua?

Hay que hacer una lectura no tradicional de lo que representa la oposición en Nicaragua. Desde el 18 de abril y desde mucho antes, la oposición, en su gran mayoría, viene de movimientos sociales, de coaliciones ciudadanas, de expresiones de la sociedad civil autoconvocada. Ha tenido que formarse en estas condiciones, en medio de intimidación, de persecución, y a pesar de eso, les representa una amenaza.

Tomando prisionero a este liderazgo, se manda un triple mensaje. Primero, a sus seguidores: ‘Tenemos el poder de hacer lo que queramos’, es decir, aglutinan sus fuerzas en función de un mensaje casi de victoria militar. En segundo lugar, evidentemente hay un mensaje de intimidación… Y el tercer mensaje va dirigido a la comunidad internacional: ‘Lo que ustedes hagan por la vía diplomática, no afecta mi capacidad de continuar adelante con mi plan de no permitir espacios de pensamiento ni de práctica democrática en Nicaragua’.

Se dice que el timón, tras Daniel Ortega, lo lleva Rosario Murillo. ¿Es su madre realmente tan poderosa?

Realmente son poderosos, porque no existe una sola persona, institución u organización que sea capaz de cuestionar, objetar, ya no digamos vetar, cualquier decisión. En esa concentración de poder, evidentemente, la operadora principal de esa visión de permanencia y absoluto apego al poder es Rosario Murillo.

¿Qué la mueve realmente?

La mueve el poder. No estamos hablando únicamente del poder de un gobierno, ni del poder económico, estamos hablando del poder absoluto, lo cual es sumamente peligroso. Es una persona que, por su propia historia, ha decidido llenar y resolver todos los factores de su personalidad usando el poder. Es decir, el poder se convierte no únicamente en la razón de su vida, sino también en el antídoto para solventar todas las cosas de su vida; el dolor que una madre puede sentir por reconocer a su hija abusada, fue resuelto con dosis de poder que le permitieron justificar su acción personal, en nombre de lo político. Estamos hablando de una identidad únicamente posible apegada al poder.

¿Qué salida ve usted para Nicaragua?

Hay dos requisitos indispensables para encontrar esa salida. Uno es que la comunidad internacional, aunque de manera tardía, reconozca que está ante un gobierno absolutamente ilegítimo, con todas las implicaciones que de eso se deriven. Cada vez que un organismo internacional realiza una acción en Nicaragua, está dándole oxígeno a la criminalidad de este gobierno. El segundo elemento es el nuestro, como nicaragüenses. Hay una suerte de tejido social activo que permanece en resistencia y atento a que haya un espacio para lo que se pueda seguir haciendo, y una de esas cosas es poner en evidencia al régimen.

¿Pero cree que la presión internacional puede surtir algún efecto?

No estamos hablando de que una declaración de la comunidad internacional va a derrocar un gobierno. Pero sí la falta de reconocimiento de este gobierno puede generar menos recursos, del tipo que sea, para poder seguir agrediendo a su propio país. Hay que tener en cuenta que el mensaje reciente del gobierno ha sido responsabilizar al imperialismo, en el mejor estilo de la guerra fría, de la oposición interna, y eso tiene que ver con que no están dispuestos a aceptar que tienen un frente interno, generado por sus propias políticas.

En cuanto a Rosario Murillo, ¿qué recuerda de ella de su infancia? Ella era poeta… ¿Qué quedó de esa mujer?

Creo que fotografías. Una persona ajena a la lucha política me comentaba que había visto una foto de Rosario Murillo y hablaba del simbolismo de cómo el poder la había venido convirtiendo en lo que es. Yo quise buscar esa foto para reconocer que probablemente el día que ella optó por negar mi historia y ponerse de lado de Daniel Ortega, ese día yo terminé de perder a mi madre… Y sigue siendo difícil, porque no es algo en lo que una pueda voltear la página. Pero, por otra parte, pensar que he logrado hacer la diferencia, en mi vida y en la de mis hijos, me confirma que tomé una decisión en 1998 sin la cual no hubiera podido seguir viviendo. Y fue una decisión de libertad. Por algún motivo, mi libertad está atada a la libertad de Nicaragua. Y esas son cosas del destino.

Si tuviera hoy a su madre al frente, ¿qué le diría?

Creo que ya no escucha… Si ella tuviera una dosis mínima de lucidez, le diría lo que ella me dijo un día para manipularme y para generarme culpa: que pensara en cómo mi denuncia iba a destruir a mis hijos. Hoy, veintitantos años después, puedo decir que mis hijos son libres y que, desgraciadamente, mis hermanos están atrapados. Si en algún momento pensara que ella escucha, le diría que es hora de aceptar que el camino que eligió no es el correcto, y que piense, en última instancia, en la siguiente generación. Cada uno de nosotros tendrá que pensar que no basta heredar que fui sandinista o fui antisandinista. Tenemos pensar en qué país es el que queremos heredar, y que ojalá nuestros hijos y nuestros nietos no tengan de qué avergonzarse ante este tejido de complicidades y de terror que han venido generando. El tener la conciencia limpia es lo que nos sostiene.

*Foto cortesía