Opinión / Ensayos · 26/02/2024

A 34 años de Violeta

José Alberto Montoya

Como toda administración, podemos analizar con una mirada crítica el gobierno de Violeta Barrios, la primera y hasta el momento, única presidenta de nuestro país; sin embargo, no podemos perder de vista que las elecciones en las que doña Violeta triunfa, marcan un hito en la historia política de Nicaragua, en un contexto donde la revolución estaba fuerte y se proyectaba como la ganadora del proceso electoral.

            Más allá de la propuesta de la Unión Nacional Opositora (UNO) sobre pacificar el país, y re construir el Estado Derecho, las elecciones del 25 de febrero de 1990, puede que hayan sido las más importante de nuestra austera historia democrática, ya que, por primera vez en décadas, las y los nicaragüenses estaban eligiendo de forma participativa, vigilante y activa a su nuevo gobierno, encabezado por una mujer que se había convertido en un símbolo de resistencia contra la represión tanto de la dictadura de Somoza como la ejercida por la gestión del Frente Sandinista.

            Con Violeta se abrió la posibilidad de construir una nueva Nicaragua y aunque puede que durara poco, lo cierto es que un país distinto si se hizo; no es comparable la Nicaragua post 1990 que durante el conflicto armado; la gestión de Violeta no solo puso fin a la guerra, también se logró la condonación de una millonaria deuda externa; se dio paso a todas las libertades públicas, siendo, el ejercicio del periodismo una de las más significativa.

            Todo, logrado gracias al consenso, la figura de la presidenta hizo que sectores tan diversos se encontraran para darle una alternativa de nación al país,  comunistas y empresarios; ateos y católicos; ex guerrilleros y ex militantes del somocismo, conformaron la UNO, contra todo pronóstico y bajo la subestimación del sandinismo. Una lección que al parecer los grupos opositores contemporáneos han pasado por desapercibida.

            Creo que la imagen de la mandataria, junto al general del que fue el Ejército Popular Sandinista, y uno de los comandantes de la Contra Revolución, enterrando las armas después del proceso de desmovilización e institucionalización de las Fuerzas Armadas; es una de las más importante, Violeta Barrios, vestida de blanco, con un sombrero de la Contra y luego con la gorra del General, saludando a los desmovilizados, enterrando en las armas, también, la incertidumbre de muchas familias que no sabías sus hijos terminarían siendo víctimas de un bando o del otro.

            ¿Y qué pasó con la justicia transicional? Si, una asignatura pendiente de los bloques que negociaron la transición, dejando en la impunidad crímenes de guerra, expropiaciones, casos de corrupción, y dejando en libertad a quienes atentaron contra la democracia de manera sistemática, como es el caso del diputado José Daniel Ortega, quien arrinconó al gobierno, hasta que el Ministro Antonio Lacayo, le dijo a Daniel, que la UNO les dejaría la presidencia, cosa que lo ponían contra la espada y la pared, porque sería un retroceso hasta para el propio FSLN.

Los que hoy critican a doña Violeta, lo hacen sin bases y sin contexto, la presidenta hizo un país de donde solo había escombros. Contra cualquier oportunidad de cambio, la señora, prometió una transición y la cumplió, democratización del país, y lo cumplió, el desarme y la paz, y lo cumplió.

Somos nosotros como población que tenemos la deuda de convertir a Violeta Barrios en Heroína Nacional, por habernos dado la oportunidad de construir una Nicaragua a la altura de nuestros sueños; lamentablemente, los sueños de las generaciones pasadas se limitaron a entendimientos entre caudillos.