Opinión / Ensayos · 23/04/2024

CRÓNICA DE UNA REVANCHA ANUNCIADA: “La Democracia sin el voto de los sandinistas”

Adrián Meza Soza | Profesor universitario

El artículo publicado el 18 de abril en La Prensa, bajo el título “Vendrá la Democracia sin el respaldo del sandinismo” del autor identificado como “periodista nicaragüense exiliado y columnista internacional “, merece un abordaje y réplica dentro del contexto de un debate abierto y serio.

La visceralidad con que se ataca en el artículo a lo que el autor llama el sandinismo “disidente” (las comillas son de él ) y que según su opinión, pretende dirigir a las organizaciones de la sociedad civil “fracasadamente opositora” y “erigirse en la impulsora de la insurrección del 2018” demuestra que, junto a los ciudadanos vinculados al somocismo y la ultraderecha dentro y fuera del país, este sector está más preocupado por la sobrevivencia del sandinismo a quién considera su enemigo histórico, que por la caída del régimen de Daniel Ortega que nos asfixia a todos, independientemente de nuestra ubicación política en el pasado, y en el presente.

Y seguidamente, el columnista internacional nos lleva al descubrimiento (¡Oh increíble sorpresa¡) de que fueron según su dicho, ”los jóvenes liberales, conservadores e independientes”, los que iniciaron y protagonizaron las protestas de abril, es decir, la expresión juvenil de los Partidos Políticos cuya representación periodística el autor, evidentemente asume.

Para este autor entonces, no existieron los campesinos alzados en rebelión por el oprobio canalero, ni los indígenas luchando contra el despojo de sus recursos y reservas naturales antes de abril, ni las mujeres combatiendo por sus derechos y reivindicaciones, antes, durante, y después del levantamiento, solo para mencionar algunos ejemplos de rebeldía anti dictatorial. Solamente existen para él, los jóvenes paladines “liberales y conservadores” porque todos los demás, son una despreciable y descalificada “marimba” de la sociedad civil dirigidos como borregos por quienes tuvieron roles protagónicos en la década del 80. Y en esa marimba se incluye a los cienes de jóvenes que sin identificarse con NINGUNA FUERZA POLITICA existente, simplemente se alzaron contra el régimen por su propia vocación libertaria, sin apellidos, preferencias, vanguardias, ni conducciones, es decir, autoconvocadamente.

Así, se acusa al sandinismo que se rebeló contra el régimen actual de pretender erigirse en la “conducción” de la nueva batalla por la instauración de la república, pero inmediatamente se nos aclara que quienes dirigieron, iniciaron y por ende, DEBEN CONDUCIR esa batalla, son los liberales y los conservadores y uno que otro “independiente” (para que veamos que democráticos e incluyentes que son).

En esa misma dimensión y en su afán de descalificar gratuitamente al sandinismo como expresión política, utiliza ese mismo término cuando se refiere al régimen de Daniel Ortega como un “gobierno sandinista revolucionario” pretendiendo desconocer que si se trata de “revolucionario” ese régimen ha afianzado el dominio social y económico de las élites oligárquicas y financieras del país convirtiéndolos en archimillonarios y si se trata de “sandinista”, nadie se puede imaginar a Sandino entregándole la nación a Chinos Y Rusos para que lo mantuvieran en el poder, de la misma manera que liberales y conservadores le entregaban el país a los norteamericanos y sus lacayos nacionales en el siglo pasado.

Utilizar el vocablo “sandinismo” como si fuera un apodo político de negras connotaciones es una característica nada reciente, del discurso de la ultraderecha y el somocismo que sueña nostálgicamente desde sus entrañas, con el momento de la revancha contra el movimiento social que lo derrotó.

Igualmente, el columnista internacional demuestra su menosprecio por los ciudadanos comunes y corrientes que, según él, se equivocaron al derrocar a la Dictadura somocista en 1979 y merecen compasión porque tienen la tendencia de “inclinarse hacia propuestas electorales infuncionales que comprometen la prosperidad, el orden, y la igualdad”. Es decir, hay que condolerse del pueblo que comete el pecado de alzarse en armas contra el régimen que lo oprime, o vota equivocadamente por opciones que no responden al concepto “democrático” de la ultraderecha y el somocismo.

La conclusión final es lapidaria: Solo deben votar aquellos que voten por ellos y todos los demás incluyendo a los ciudadanos sandinistas ajenos al régimen criminal de Ortega, deben quedar proscritos de ese elemental derecho político. Obviamente, esa preciosidad de planteamiento “democrático” es una invitación abierta para que miles de ciudadanos que ni son somocistas, ni respiran por la derecha, se inclinen a pensar que mejor, nos quedamos como estamos. (Flaco favor para el régimen de Ortega y Murillo).

En otra dimensión, es notorio el desprecio del autor del artículo por el papel jugado en este contexto por la comunidad internacional, a quién acusa de “insensible”, como que si el aislamiento y la condena global contra el régimen hubiese sido obra del espíritu santo y no de sus esfuerzos concertados. Por supuesto, la comunidad internacional no puede hacer nuestro trabajo ni es su papel convertirse en “la oposición”. Por eso también es particularmente injusto que el columnista se refiera a sus representantes como el conglomerado de dundos que se dejan engañar por el sandinismo en rebelión contra los que traicionaron a Sandino pretendiendo ocultar que esa cooperación también ha llegado a los representantes de las corrientes políticas con las cuales el autor del artículo, se declara identificado.

Finalmente, vale la pena fijar una posición en relación a las imputaciones que el columnista formula contra dirigentes, intelectuales y escritores rebelados contra la Dictadura de Ortega y Murillo. La revolución sandinista al igual que todas las revoluciones del mundo fue un movimiento social y político, con glorias y miserias. Con hazañas y crímenes. Con errores y aciertos. Desafortunada y dramáticamente no pudo ser de otra forma, de la misma manera que la Revolución Francesa no pudo evitar ni negar que el asalto a la Bastilla fuera protagonizado heroicamente por los ladrones y las prostitutas de Paris, ni los combatientes de San Judas podían negarse a que sus tropas fueran reforzadas valientemente, por la élite delincuencial de Acahualinca en los días de la insurrección de Julio. Así es como los pueblos de carne y hueso, escriben su historia.

Por esta razón, en el contexto de la revolución sandinista, cada hombre o mujer que participó en la misma, es responsable directa de sus actos y obviamente responde por ellos. En ese entorno debe decirse que una buena parte de los protagonistas de la década del 80 que hoy se encuentran en las filas de la oposición al régimen de Ortega, asumieron en su momento una decisión y tomaron su sitio en la nueva rebelión, antes del 2018. De eso por supuesto, no hablan el somocismo ni la ultraderecha ya que no pueden ser fieles a la historia, ni a la de sí mismos, ni a la de los otros, porque saben que saldrían perdiendo.

Seguramente, quienes adoptaron una decisión de rebelarse frente al régimen actual, no le darán al somocismo ni a la ultraderecha, el placer del espectáculo de verlos a todos, en una plaza pública, abriéndose el vientre con un sable japonés en un suicidio colectivo para el orgásmo final de quienes a los que hemos sido y somos sandinistas, nos condenan a la hoguera eterna sin distinguirnos de quienes traicionaron a Sandino y se convirtieron en los criminales que hoy detentan el poder en Nicaragua.

Nosotros continuaremos luchando por una democracia, en la que también los ciudadanos vinculados al somocismo o los que orgullosamente se proclaman de derecha, tendrán el sagrado derecho de votar por quien quieran y en la que aquellos que obtengan más votos, deberán gobernar para todos.

Esa será la instauración definitiva de la República con la que todos soñamos.