Opinión / Ensayos · 27/06/2023

El triunfo de la nulidad

Los resultados electorales de la contienda presidencial guatemalteca del domingo recién pasado, muestran la creciente tendencia del desencanto generado por una cada vez más repudiable clase política, y esto no es un fenómeno particularmente centroamericano, es una tendencia global que día a día se profundiza, y parece encaminarse al agotamiento total de esa arista de la vida republicana, o al menos de la forma en que se define teóricamente; y es que para llegar a ser un prominente miembro de un partido político, al menos en este sub continente, se necesitan algunos atributos personales diametralmente opuestos a conceptos como integridad, ética y honradez.

Los partidos políticos se han convertido en reductos de repartición de puestos públicos, tráfico de influencias y groseras manipulaciones del sistema de justicia, pero también en centros donde se urden los más perversos planes para cooptar a los cuerpos de seguridad, desnaturalizando su misión, convirtiéndolos en verdaderos aparatos represores y cómplices de la inseguridad ciudadana; Nicaragua es el ejemplo más dramático de la capacidad destructiva que puede llegar a alcanzar un partido político, cuando el FSLN diseñó la extinción paulatina, pero profunda, de toda fuerza política que pudiera impulsar la participación ciudadana, la democracia representativa y el relevo generacional; y eso los incluyó a sí mismos.

La respuesta ciudadana en abril de 2018, frente a los abusos de Ortega y su camarilla, denominada generalmente como una movilización auto convocada, fue en realidad la respuesta al hartazgo ciudadano frente a una cada vez más abusiva mafia política encabezada por Ortega, pero que también incluía a otras fuerzas políticas; prueba de ello es que una vez que fueron apareciendo en las fallidas negociaciones con la dictadura, diversos personajes identificados como políticos de oficio, y a la par de ello la dictadura elevó la parada de violencia, asesinando a centenares de ciudadanos, la protesta se desinfló y al final fue aplastada por las fuerzas paramilitares, militares y policiales al servicio de Ortega.

Nicaragua no sólo se encuentra acorralada por una dictadura genocida, sino también por la falta de un liderazgo con legitimidad y fuerza suficiente para lograr cerrar este capítulo de vacío de poder, porque la dictadura basa su ejercicio del poder en la coacción, y la experiencia histórica evidencia que su extinción será, seguramente, súbita y permanente. Los pequeños feudos que se pretenden construir alrededor de pequeños grupos opositores, en donde cada uno apuesta a la toma del poder político, carece de una estrategia lógica; estos grupos están obligados a unificarse y lograr articular un movimiento que goce de la confianza ciudadana, y no volver a desperdiciar la oportunidad histórica de una transformación que conduzca al país a la consolidación de un modelo democrático que salde la deuda política, económica y social de una vez por todas. Los profesionales de la política saben como lograr la unidad, los ciudadanos estamos expectantes de sus acciones.

Ezequiel Molina

Junio 27, 2023