Opinión / Ensayos · 29/11/2022

Entre Mañaneras y Letanías

México y Centro América tienen una historia común; pero Nicaragua parece ser la más cercana a México a estas alturas del siglo XXI, el Partido Revolucionario Institucional (PRI) (des) gobernó México por 71 años (1929-2000), Nicaragua acumula 67 años de dictadura, entre somocismo y sandinismo (1937-1979/1979-1989/2007-2022); timos electorales, asesinatos políticos, discursos amenazantes y populistas, caudillismo mesiánico, extorsión y tráfico de influencias, son algunos de los factores comunes que unen a la clase política y los grupos de poder económico de ambos países; las diferencias cronológicas en la sucesión de hechos, son una quimera; las realidades históricas prevalecen sobre cualquier disimilitud económica, social, personal, partidaria o geográfica.

Cuando Andrés Manuel López Obrador (AMLO), quien vende una imagen de ser un outsider de la política, alcanzó la primera magistratura, tenía más 40 años de tejer una carrera política, en la que demostró sus filigránicas habilidades de tránsfuga y contorsionista político: militó en el Partido Revolucionario Institucional (PRI), también en el Partido de la Revolución Democrática (PRD), del que fue presidente nacional y candidato presidencial dos veces derrotado (2005 y 2012), para finalmente dinamitarlo con su salida y fundar su propio partido, el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), con el que alcanzó la silla presidencial en 2018; hoy AMLO dirige sus cañoneras para reformar el Instituto Nacional Electoral (INE), y lograr que su partido se posicione como la primera fuerza política del país de manera permanente e inamovible; en lo personal es un mellizo político de Ortega, son los únicos capaces de conducir el país, sus decisiones se toman de forma personalista y cualquiera que se atreva a criticar, sugerir o promover algo diferente de sus dictados, será considerado enemigo.

Daniel Ortega Saavedra (DOS), retornó al poder en 2007, después de dieciséis años de promover su imagen como el redentor de los empobrecidos ciudadanos que él mismo envió a morir a la guerra civil, despojó de sus empleos estatales, privatizó los servicios públicos y dejó en el limbo legal miles de propiedades urbanas y rurales, todo ello en contubernio con altos funcionarios de la administración pública que lo derrotó en la elección presidencial, por más, la más transparente en la historia del país. Usando el anacrónico discurso de «gobernar para los pobres» y flanqueado por el copioso flujo de petrodólares venezolanos, construyó un modelo político clientelista perfectamente diferenciado: exoneraciones billonarias para los oligopolios criollos y regalías elementales a los grupos sociales excluidos del sistema. El modelo está hoy empantanado en una profunda e irreversible crisis, pero ese no es nuestro tema.

AMLO, mantiene la promoción mediática de su imagen a través de unos redundantes y aburridos sainetes llamados Las Mañaneras, unas presentaciones diarias, a la prensa nacional, de los fantasiosos éxitos económicos y políticos de su administración, para lo que se hace acompañar de un costoso séquito de escuderos, formado por secretarios de gobierno (ministros), y altos funcionarios de la entidad a la que dedicará sus loas, privilegiando su infalible dirección. Ante el casi seguro cuestionamiento de hombres y mujeres de prensa a las cifras y hechos mostrados, el mandatario despliega  sus mejores habilidades discursivas pleonasmáticas, acompañado de creativos diagramas, histogramas y toda suerte de recursos gráficos enrevesando cantinflescamente sus respuestas, o contraatacando con las recurrentes acusaciones al conservadurismo, neoliberalismo y otros descalificativos propios de la izquierda retrógrada.

DOS ha delegado la tarea comunicacional a su exaltada consorte, confidente y proxeneta;  la vicedictadora a diario discurre sus letanías en el aplastante pool de medios de comunicación oficialistas ilícitamente habido, disparando una rocambolesca mezcla única en su género; de las invocaciones al altísimo y evocando las bendiciones del santo padre, de María santísima y del propio Jesús, pasa al estado del tiempo, mencionando alguna fatalidad ocurrida producto de las condiciones meteorológicas; de ahí salta a la inauguración de obras públicas y sus beneficios a la población, remarcando que tal obra sería imposible sin la mano mesiánica del comandante; la inquisitiva comisaria finaliza su encomiástico discurso con una descarga de falsas acusaciones, adjudicaciones peyorativas a sus dilatados enemigos internos y externos y amenazas para quienes les adversan activa, inactiva o potencialmente.

¿Cuánto tiempo más correrán tomados de la mano AMLO y DOS? No sabemos, lo que sí sabemos es que esas construcciones políticas decadentes, tienen límites de vida. Por ahora un final de DOS no se avizora en la inmediatez; AMLO probablemente quemará sus velas en un país azotado por la impunidad y presionado por los tratados económicos con sus socios del Norte. Aunque en ambos casos sus opositores políticos están casi en estado de parálisis, sus propios entuertos los podrían posicionar en condiciones de caída inminente. La lógica indica que DOS es número uno en esa corta lista.

Ezequiel Molina

Noviembre 28, 2022