Destacados / Especiales · 01/11/2022

Niñez migrante: los retos más allá del ingreso al sistema educativo tico

*El Ministerio de Educación Pública (MEP) registra unos 52.000 niños, niñas y adolescentes extranjeros estudiando en las escuelas y colegios de Costa Rica. Los datos muestran que la gran mayoría  son nicaragüenses 

Este contenido informativo se genera desde la alianza 4Mi - Cuatro Medios Informando en Colaboración, integrada por: 
Galería News, República 18, Boletín Ecológico y La Mesa Redonda.

Son las 9:00 de la mañana de un caluroso día de octubre. Con el sonar cacareo de gallinas y los oinc de cerdos que se escuchan de fondo, Gisell Olivas Rodríguez relata por qué hace unos meses lloró al ver a su pequeño hijo cantar el himno de Costa Rica en una actividad cívica de la escuela donde estudia el cuarto grado. En un choque de emociones, dice, lloraba de alegría al ver a su hijo formándose para un mejor futuro junto a decenas de niños costarricenses. Pero también lloraba de tristeza, ya que nunca se imaginó ver que el primer himno que entonara su niño fuera el de otro país y no el de Nicaragua, de donde son originarios. 

Cris Rivas Olivas cumpliría 10 años dentro de un mes. Llegó a Costa Rica en 2018 junto a su mamá Gisell, su padre Delvin Rivas y su hermano, procedentes de La Fonseca, una comunidad del municipio de Nueva Guinea, en el Caribe Sur nicaragüense. La situación política, social y económica que atravesaba Nicaragua en ese momento les obligó a buscar un rumbo más estable. Tras recorrer decenas de kilómetros por trochas y cruzar la frontera por puntos ciegos, llegaron a Upala, en la zona norte de Costa Rica, donde se asentaron junto a otros campesinos migrantes. 

Cris es uno más de los miles de niños, niñas y adolescentes que han cruzado en los últimos años hacia Costa Rica y que han logrado ingresar al sistema educativo tico. Contrario a muchos niños y niñas de su edad, dice que le gustan las matemáticas y los exámenes que realiza en la escuela San José de Upala, que tiene una matrícula de 160 estudiantes. De esa cantidad, 37 son menores nicaragüenses migrantes que han ingresado en los últimos cuatro años. Los más recientes, hace apenas ocho días: una niña de 11 y otra de seis años.

Karen Pineda Ubau, directora de la escuela San José de Upala, dice que entre 2018 y 2019 ha aumentado la matrícula de la niñez nicaragüense migrante. Principalmente en las zonas cercanas al trecho fronterizo con Nicaragua, país que atraviesa una de las peores crisis sociopolíticas y económicas de las últimas cuatro décadas, según el Informe «Concentración del Poder y Debilitamiento del Estado de Derecho», se constató la voluntad del actual Gobierno de perpetuarse de manera indefinida en el poder, y de mantener sus privilegios e inmunidades, en un contexto de corrupción, fraude electoral e impunidad estructural, todo bajo un clima de represión sistemática.

“Aquí cerca de Upala hay una escuela en la comunidad Parcelas de París donde quizás un 50% son niñas y niños nicaragüenses. Algunos no necesariamente migrantes o refugiados. Sino que todos los días vienen de Nicaragua a estudiar. Hay varios centros educativos a lo largo del trecho fronterizo en esa condición”, dice Pineda, mientras muestra un mural donde están colocadas las banderas de Nicaragua y Costa Rica, con una leyenda que señala a este último país como pluricultural y multiétnico. 

En Upala la actividad económica se desarrolla en torno a la agricultura y la ganadería. Las familias son mayoritariamente de Nicaragua o de raíces nicaragüenses, comentan los comunitarios. Pineda asegura que debido a esto la inserción de la niñez migrante ocurre de forma natural. “No precisamente se sienten excluidos o discriminados. Se sienten integrados y partícipes de todos los procesos del sistema educativo costarricense”. 

«Solo me voy a bañar rápido para enseñarle mis tareas», dice Cris después de contar que en la casa ayuda a barrer, a lavar la ropa, a vigilar que las gallinas no se vayan largo y a cuidar a su hermanita de dos años, quien nació en Costa Rica. 

Él quiere ser futbolista. Y, aparentemente, lo dice con conocimiento de causa: Los amiguitos ticos que tiene en la pequeña liga de fútbol donde juega le dicen que es muy bueno en este deporte. Aunque él viene de un país donde sus dos principales deportes son el béisbol y el boxeo, dónde varias glorias deportivas como Denis Martínez o Alexis Argüello han dejado su legado. 

El derecho a estudiar

El Código de la Niñez y la Adolescencia de Costa Rica, consignado en la Ley 7739, es el encargado de velar por la educación de la niñez y se aplica según su artículo 3 “a toda persona menor de edad, sin distinción alguna, independientemente de la etnia, la cultura, el género, el idioma, la religión, la ideología, la nacionalidad o cualquier otra condición propia, de su padre o madre…”. 

Dicho Código, en el artículo 56, señala que “las personas menores de edad tendrán el derecho de recibir educación orientada hacia el desarrollo de sus potencialidades. La preparación que se le ofrezca se dirigirá al ejercicio pleno de la ciudadanía y se le inculcará el respeto por los derechos humanos, los valores culturales propios y el cuidado del ambiente natural, en un marco de paz y solidaridad”.

El Ministerio de Educación Pública (MEP) registra unos 52.000 niños, niñas y adolescentes extranjeros estudiando en las escuelas y colegios de Costa Rica, siendo la gran mayoría nicaragüenses.De esa cantidad, unos 21.000 se encontraban en condición migratoria irregular hasta el año pasado. Es decir, un 40%. 

Para este reportaje se solicitó entrevistas con las autoridades del MEP mediante la oficina del área de prensa de la institución, para verificar la situación actual de la niñez migrante. Sin embargo, guardaron silencio y ni siquiera respondieron el acuse de recibo de la solicitud. Únicamente se recibió acuse de recibo por parte del Despacho Ministerial, a quien jerárquicamente no le corresponde concretar las entrevistas. 

Francisca Ramírez es una lideresa campesina nicaragüense que se resguardó en Costa Rica tras sufrir persecución política. Actualmente vive en un campamento con decenas de campesinos en Upala. Cris es uno de los 32 niños, niñas y adolescentes que viven en el campamento y estudian en las escuelas de la zona. Por las distancias que deben de recorrer para llegar hasta los centros de estudios, las autoridades han dispuesto de buses para trasladarlos. 

Ramírez, seria y con voz firme, señala que la educación costarricense es buena y no han tenido obstáculos para matricular a la niñez del campamento en el sistema educativo, pese a la falta de un documento de identidad tico. Pero también critica que en las universidades sí le ponen trabas a los jóvenes migrantes o refugiados de Nicaragua. 

“A los universitarios sí les ha sido difícil entrar. Les piden montones de requisitos que no pueden cumplir. Principalmente los que son perseguidos políticos. El problema, en ocasiones, es que las autoridades no entienden que el migrante económico tiene posibilidades de entrar y pedir sus documentos en Nicaragua. Pero el perseguido político no puede regresar. Porque por eso salió a salvaguardar su vida”, cuestiona Ramírez, quien llegó a Costa Rica en 2018.

Para la psicóloga costarricense Cristina Valerio, la niñez migrante experimenta el desarraigo y la ruptura de su cotidianidad. «Ese alejamiento de su cultura, su día a día, de la familia extendida. Todo eso marca la identidad, la construcción identitaria y eso se rompe, se rompen las rutinas, se rompe la sensación de estabilidad, de seguridad. Todo esto va generando vulneraciones psicológicas».

Discriminación y retos del sistema educativo tico

Durante décadas se ha conocido que la población nicaragüense ha sufrido discriminación, xenofobia y aporofobia en Costa Rica. Un estudio publicado en 2021 por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y la firma de análisis de datos, COES, reveló por ejemplo que en 13 meses de pandemia se registraron en redes sociales ticas más de 180,000 comentarios xenofóbicos, la mayoría contra los nicaragüenses. 

«Los nicaragüenses se enfrentan al dilema de vivir con la discriminación. Y eso trasciende claramente a las aulas de clases, donde la niñez migrante sufre en cierto grado de xenofobia. Aunque es menos en comparación con muchos años atrás, es algo que no se puede ocultar o negar. Ahí es donde las autoridades tienen una responsabilidad para frenar esta situación que vulnera sus derechos ciudadanos”, recomienda la socióloga y catedrática, Sabrina Duque.

En ese sentido, el artículo 69 del Código de la Niñez y la Adolescencia “prohíbe practicar o promover en los centros educativos todo tipo de discriminación por género, edad, raza u origen étnico o nacional, condición socioeconómica o cualquier otra que viole la dignidad humana”. 

La psicóloga Valerio, quién ha trabajado con personas migrantes, señala que «hace falta capacitar más al cuerpo docente». «Creo que es un tema transversal del sistema educativo y que se necesita atender. La integración es un reto. La niñez va a experimentar muchas veces momentos de rechazo y eso lesiona su autoestima, lesiona su perspectiva a futuro, su oportunidad de articular esperanza», explica.

Por su parte, el profesor de primaria en la escuela San José de Upala, Norman Cruz, explica que «los niños migrantes de Nicaragua poco a poco se han ido adaptando a todo lo que es el currículum nuestro». «Así hemos podido sacar adelante a estos niños. Ya son varios años que tenemos de graduar en esta escuela a niños nicaragüenses. Incluso en el colegio. Algunos de ellos ya son profesionales», recuerda.

Cruz cuenta con un evidente tono de orgullo que incluso él tiene raíces nicaragüenses. Su papá es de Nicaragua y su mamá es costarricense nacida en Upala, pero que también es de padres nicaragüenses. Es por ello que hay un esmero mayor de su parte, para evitar que ocurran actos de discriminación o “bullying” contra la niñez migrante. 

«Hemos tratado de que esa brecha se cierre, aplicando los protocolos en contra del bullying o la discriminación. Han funcionado muy bien. Uno puede ver en los recreos cómo ticos y nicaragüenses comparten y juegan. Por eso se sienten acogidos acá. Y eso es importante para que ellos vayan sintiéndose parte de nuestro sistema educativo. Como un ciudadano más de nuestro país», argumenta el docente.

Niñez migrante llega con extra edad

Karen Pineda, la directora de la escuela San José de Upala, dice que ocurre un fenómeno con la niñez migrante nicaragüense ,se matriculan con extra edad. Esto significa que hay un desfase entre la edad y el grado de escolaridad. Ocurre cuando un menor tiene dos o tres años más, por encima de la edad promedio esperada para cursar un determinado grado. 

“Por ejemplo, en segundo grado hay niñas de 10 años. Hace ocho días vinieron dos niñas que nunca habían estudiado. Ni en Nicaragua ni en Costa Rica. Lo que hacemos entonces es hacerles una prueba de ubicación. Para ver qué tanto conocimiento tienen o muestran. Y así se coloca en el grado que corresponda. Pero sí, vienen con cierta brecha educativa”, dice la también educadora, a la vez que muestra la cocina donde les sirven la merienda y la comida a los niños. 

Pineda dice que actualmente no es complicado que los padres migrantes o refugiados matriculen a sus hijos. “Hay todo un lineamiento de parte del Ministerio de Educación. Un protocolo de actuación donde vienen varios escenarios. Ahí nos topamos con estudiantes que no traen ninguna documentación para matricularse. Ni siquiera constancia de nacimiento para corroborar la edad. Pero hacemos la prueba de ubicación y se les ingresa”, detalla.

El reto de la educación costarricense

Carlos Sandoval, director de la organización no gubernamental Merienda y Zapatos, que apoya a la niñez migrante que estudia en Costa Rica, analiza que «el sistema educativo tico recibe a la niñez migrante. Solo que las circunstancias económicas de la sociedad costarricense hacen que haya una discusión permanente sobre cuánto es el presupuesto que se le otorga a la educación en el conjunto del presupuesto nacional para apoyar a estos pequeños». 

Sandoval, que en 2022 apoya con su organización a 45 niños y niñas nicaragüenses, pero que desde su fundación en 2003 ha ayudado a más de 500, sostiene que la llegada de niños y niñas nicaragüenses no es el mayor reto que tiene el sistema educativo costarricense. «El mayor reto es asegurar la permanencia. Es también cómo garantizar calidad y el acompañamiento de los padres de familia para que el proceso educativo avance satisfactoriamente. Esos son los principales retos que tenemos», puntualiza.

La especialista Valerio asegura que el sistema educativo de Costa Rica no está completamente preparado para recibir la ola de niñez migrante. «Están desbordados con el trabajo», detalla, a la vez que dice que el Estado tiene el deber de acoger a los niños y niñas.

«Tienen la obligación de cumplirles sus derechos, no solo a nivel de acceso sino también de construirles sus lugares seguros. Estos niños también tienen derecho a la calidad y a la eficiencia en la educación, desde temprana edad. No es solamente un tema primario, sino también a nivel preescolar. Creo que no están preparados, pero tienen que ver qué hacen y prepararse, tienen que ver cómo cumplen a estos niños sus derechos», argumenta Valerio. 

Quiere ser futbolista 

Mientras Cris muestra sus tareas de clases, dice que se acuerda de Nicaragua. “Me acuerdo de La Fonseca, de San Isidro, de la casa de mi papá y de mi mamá”, cuenta, a la vez que comienza a prepararse para ir a la escuela. “Ya quiero llegar a sexto grado para mi promoción. Las profesoras se portan bien con nosotros. Yo quiero seguir estudiando”, dice. 

Son casi las 10:30 de la mañana, la hora en que pasa el bus para llevarlo a la escuela. Está planchando rápidamente su camisa para ir a clases. Se nota que es bastante independiente al realizar sus tareas. Dice que extraña a su papá, quién hace un par de semanas se fue para Estados Unidos.

Con un acento combinado entre tico y nicaragüense, confiesa que piensa volver a Nicaragua. Pero, relata, que eso depende de lo que ocurra en su país y la decisión que tome su mamá.