El pensamiento del clásico político nicaragüense es de carácter interpretativo y extremadamente generalizador, saben lo que todos queremos e incluso lo que pensamos, es un pensamiento dirigido al pueblo y no al individuo, y mientras dure la campaña, el político no se cansará de hablar en plural, el “nosotros”, y una vez alcanzado el poder, el “yo” será el encabezado de toda acción que sea previsiblemente positiva. El discurso del político es más cercano a la poesía que a la realidad, y no es que la poesía sea falsa por antonomasia, sino más bien que su carácter emotivo y por la extendida creencia de que todo nica lleva un Darío dentro, logra un grado superior de convencimiento en el ciudadano promedio.
A estas alturas de la irresoluta crisis generalizada que atraviesa Nicaragua, es probable que el ciudadano promedio ha redirigido sus consideraciones generales, y probablemente algunas particulares, hacia un nuevo prisma de análisis de los políticos y la política. Los partidos políticos que existieron hasta 2018 fueron proscritos por la dictadura, pero el ciudadano promedio no se sintió afectado, de hecho, las movilizaciones demandando democracia y libertad, fueron atendidas masivamente una vez los partidos políticos no encabezaban las mismas; el nicaragüense promedio se sintió representado en las fallidas mesas de diálogo porque ningún político de oficio llevó la voz cantante.
Pero puede que lo más grave para la dictadura sea que una percepción similar esté “contaminando” a sus adeptos, todos conocemos a uno o más sandinistas que al momento de una conversación entre amigos que toma un giro político, opta por retirarse, incluso aquellos más fanatizados o comprometidos por razones de empleo, no portan con el orgullo de antaño la “chorcha” que los acredita como “militantes”, lo mismo pasa con camisetas, pañoletas, banderas y demás símbolos demostrativos de la fidelidad al partido y su eterno líder. Y todos tenemos uno o más amigos que portan una bandera rojinegra en su vehículo, con el único propósito de evitar que la policía política los detenga o aún más, para evitar una multa.
Es placentero escuchar de boca de los actuales profesionales de la política, la mayoría en el exilio, de la necesidad de unas elecciones democráticas, justas y participativas, incluso muchos de ellos se han pronunciado públicamente por la necesidad de un proceso de aplicación de la justicia que redima los daños causados a miles de ciudadanos, no sólo los de la actual dictadura y sus instituciones represivas, también los pasados; es alentador pensar que son planteamientos sinceros, lo cual implica que algunos de ellos están convencidos que su participación en los cambios que se avecinan será de apoyo y no protagónica.
Ezequiel Molina
Junio 9, 2024